domingo, 26 de diciembre de 2010

La imagen inspiradora.


Aqui la imagen que inspiro mi proxima historia corta.

Feliz navidad.....


Feliz navidad para todos, muchos regalos, besos yabrazos, y sobre todo, mucha union con la familia.

viernes, 5 de noviembre de 2010

LA MAYOR DE MIS EQUIVOCACIONES

LA MAYOR DE MIS EQUIVOCACIONES


Dejando de lado todo.

Especialmente el orgullo... y mis otros miles de defectos.

Reconozco que me he equivocado, y que todas mis equivocaciones esta es la más grande.

Y aunque equivocación... y aunque me odie... lo que es lo más probable, justo y merecido, fue también lo mas... honesto que he hecho por él en toda la vida.

Lo mejor.

Aunque no lo entienda.

Mi personalidad siempre fue muy extraña, como una nube que el viento arrastra hacia lugares diferentes cada día, una persona inconstante y voluble como dicen algunos, los que saben.

Cuando me preguntó la primera vez que clase de música me gustaba, no supe que contestarle, me gustaban tantas cosas diferentes y ninguna de ellas estaba por encima de la otra, era como si estuvieran tendidas sobre una mesa, sin que ninguna me gustara mas que otra, fue cundo realmente comencé a entender que el problema siempre seria yo.

Solo con eso, con una pregunta sobre música.

Así que intente a toda costa que me gustara la música que le gustaba a el, quería ser perfecta para el.

Había en sus ojos algo que me atropellaba, que me atraía a el como un imán, y sinceramente no me di cuenta en que momento comencé a orbitar alrededor suyo, todo el mundo parecía notarlo pero no me importaba ya que por primera vez sentía que dejaba de flotar, que pertenecía a un lugar, y ese era aquel donde estuvieras el.

Y me enamore, me enamore de el y de todo lo que el era, de la forma en la que me miraba, de la forma en la que me hablaba deslumbrándome con casi todo lo que decía, con la dulzura de un amor que no había experimentado hasta el momento, remendando mi corazón de heridas anteriores.

Heridas secretas.

Encontrarlo fue como una esperanza, y quise ser la mujer perfecta para el, para que nunca se alejara de mi, y se llevara consigo aquella emoción desbordante que me producía su sola cercanía, pero yo no era perfecta, era mucho menos que eso, era un nido de egoísmos y terquedades que solo yo misma soportaba... porque no podía desprenderme de mi cuerpo y huir de mi misma.

Sabia de sobra que no tenia nada para retenerlo a mi lado, ni siquiera belleza, a mi modo de ver, no tenia nada y no lo sigo teniendo ahora, no se si es que pido demasiado especialmente de mi, así que deje de ser yo y me convertí en otra.

Otra por el, otra que lo enamoraría mas, que le daría todo lo que necesitaba, lo que esperaba encontrar, eso sería yo.

Y eso fui.

Y resulto.


Por un tiempo, hasta que debajo de aquella estructura que había montado alrededor de lo que yo era se comenzaron a asomar pequeños resquicios de mi verdadero ser, los que me esforzaba por ocultar, aquella nada que al mismo tiempo lo era todo.

Y aunque mi cara y muchas otras cosas eran falsas, solo había una que no lo era, y era mi amor.

Si, lo amaba, y lo amo y por ese amor es que esta historia tiene el final que tiene.

Nunca tuve la menor duda de que me amaba, jamas siquiera considere posible la idea, aunque en mas de una ocasión lo acosara preguntándole si realmente me amaba, pero es que me parecía increíble merecer tanto amor y a tan buena persona, porque al fin de cuentas el estaba enamorado de una que no era yo, el estaba enamorado de una mujer que había construido para el, para su bienestar, para su satisfacción, para pagarle con la moneda mas cara que yo podía poseer todo su amor.

Reconozco que es complicado explicar esto y mucho más entenderlo, de forma resumida yo soy la parte incompleta de algo, algo que flota, algo que no puedo entender ni yo misma, deje de angustiarme por eso desde hace mucho tiempo al no tener mas remedio.

Ulises es un hombre maravilloso, generoso, dulce y muy honesto, sincero, sentimental, y todo lo bueno que se pueda decir con palabras, pero al igual que el personaje de la Iliada estaba embarcado en una empresa difícil por no decir que imposible y lo más grandioso de todo es que me soporta...

Pero el no se merece amar a alguien que no existe, y por otro lado, aunque él es el hombre más bueno del mundo, yo sinceramente... sigo soñando con un príncipe azul.

Los que me escuchen seguramente estarán diciendo:

- ¿Y entonces que quiere?

Yo sigo sobreviviendo de sueños, de fantasías, de imágenes que se desvanecen en mi memoria, de un amor que lo sobrepase todo, un amor de literatura, un amor como en los cuentos de hadas, vivo de recuerdos que emergen de no se que lugar en mi cabeza, que solo salen para confundirme, es lo mas parecido a aquella sensación que te invade cuando sientes que has olvidado algo importante e intentas recordarlo.

Debo estar loca, aunque reconocer mi locura es un acto de cordura.

Si, eso lo podría explicar todo, “Es la sensación de haber olvidado algo importante”

Amo a Ulises, pero también es como si extrañara en el algo que nunca ha tenido, y no es su culpa, el ha sido lo mejor y no me cansare de decirlo, pero extraño algo, algo me hace falta encontrar en el para que esta bruma se disipe de mi alma.

Así y de esa manera, con un grito insonoro, me fui.

Definitivamente el estará mejor sin mi, sin mis conflictos, sin mis locuras, sin el peso que soy sobre su espalda, no estaré a su lado cuando despierte en las mañanas, ni estaré para estrechar su mano, para esperarlo por las tardes, para reírme de sus chistes tontos, ni para escucharlo leer aquellos cuentos que me siguen haciendo daño y que desataron todo.

Es lo mejor, lo mas sano.

El se merece a alguien real y yo... debo tratar de saber que es lo que le hace falta a mi alma, y no quiero que el este en ese proceso, porque no será agradable, no quiero que me vea llorar, ni desesperarme, ni desmoronanrme en medio de una confusión mental que termine perjudicándolo, y además porque de una formas egoísta, terriblemente egoísta, quiero que me siga recordando como hasta ahora, como la mujer que he construido para el.

Mi obra maestra.

Porque... tal vez... la que soy realmente le rompa el corazón al comprender que seria demasiado pesado convivir con ella.

¡Quiero estar con el!

y se que alejarme de su vida es la mayor equivocación que he cometido, el no tiene la culpa de nada, todo el problema he sido yo, y hasta que no descubra que es lo que me hace falta para encontrarme a mi misma, es lo mejor.

Para que el no siga amando algo que no soy.

Tal vez, en la distancia comprenda mejor las cosas, arriesgándome a que cuando quiera regresar... mi lugar tenga nueva dueña.

***

- Y ahora Alicia, contaras hasta diez de atrás hacia delante, concentrándote en mi voz.

- diez, nueve, ocho...

- Te relajaras y abrirás tu mente a los recuerdos inconscientes que están atrapados en lo mas profundo.

- Siete, seis, cinco...

- No de tu infancia, mas allá, mas atrás.

- Cuatro, tres, dos... uno.

- Ahora... dime... ¿En donde estas?

- Egipto.

- ¿Cómo lo sabes?

- Porque veo la gran pirámide y la segunda apenas se están construyendo.

- Dime mas exactamente donde estas.

- Sobre un carro de guerra con cuatro caballos negros como el carbón.

- ¿Y que haces?

- Solo observo.

- ¿Quién más esta allí contigo?

- El faraón dios viviente, hijo de Horus, quien sostiene las riendas de los caballos y los domina como me domina a mi, me esta mirando y me sonríe.

- ¿Habla contigo?

- Sí.

- ¿Que dice?

- Que mientras las pirámides sigan en pie seguiremos viviendo el uno para el otro.

- ¿Que más pasa a tu alrededor?

- Escucho el látigo del capataz rechinar en la espalda de los esclavos, el roce de la roca al ser arrastrada, el silbido del viento seco, escucho como el sol quema la tierra.

- ¿Dice algo mas?

- Sí.

- ¿Que?

- Que algún día dejare de sentir miedo.

- ¿Miedo... de que?

- De él.

viernes, 1 de octubre de 2010

Proximamente...



Les dejo la imagen inspiradora de la siguiente historia corta...la imagen lo dice todo.

y un saludito muy especial para Andrea y Carlos...

viernes, 10 de septiembre de 2010

REDENCION

De antemano sabia que todo estaba perdido.

Y aun ahora que marchamos me sigue pareciendo mentira lo que sucede.

¿Cómo fue que llegamos a esto?

Solo unos días antes, la vida era tan diferente, tan clara, con tantas esperanzas en la vida y ahora la única esperanza es no recibir un tiro de algún loco en una azotea, atrás habían quedado las esperanzas de todos en especial las mías.

Aun me parecía escuchar las teclas del piano en el aire, me parecía ver el reflejo del sol entrando por la ventana... hasta que entraron por mi.

En la nieve, marchando, uno detrás de otro, sentí como el ventarrón frío intentaba meterse en mis huesos y lo más triste es que lo lograba, recordé mis días de niña, la escuela, la profesora de piano, la instructora de ballet, el gran lazo rojo que mi madre anudaba en mi cabello y en de mis hermanas, ahora seguramente el piano yacía gimiendo me medio de la sala cuando las paredes se estremecen por las bombas.

¿Cómo había pasado esto?

¿Que había hecho yo, o el que marchaba delante de mí, o la mujer que marchaba detrás?

Ninguno de nosotros había hecho nada.

Pero así era esto.

Vivir se convertía en una opción que deseas pero había momentos en los que te preguntabas para que te sigues aferrando a ella si tal vez en media semana estarían haciendo botones con tus huesos, mis manos estaban moradas por el frío, en vano intentaba calentarlas con mi aliento, recordé también las clases de canto, cuando la maestra con su peinado estirado y su moño de tul me decía:

- Un tono mas Sara, un tono mas alto.

Ya todo eso no valía de nada, todo aquello que me hacia sentir orgullosa de mi misma ahora no era mas que un impedimento para mi supervivencia.

Un disparo me saco de mis ensoñaciones, de mis recuerdos, aquella era la única forma de salvar mi alma de tanto dolor y tanta muerte a mi alrededor, y también, la única forma de levantar la mirada y verlos con odio, hasta por eso nos mataban, por una mirada.

¡Que irónico!

Hacia solo unos meses ellos, se hubieran muerto por una de mis miradas en la calle, tan segura estaba entonces de mi belleza y ahora no era mas que una rosa marchita y sucia tirada en una calle bajo las cadenas de los tanques y las águilas de un hombre que se creía superior con un poder de convencimiento tan grande que había hecho creer a todo un país que así era, a los suyos y a los nuestros.

No había opción de rebeldía, no podía haber levantamientos, como corderos éramos conducidos a los hornos y a las jaulas de alambre de púas resignados con el pensamiento de que nuestra raza estaba destinada a sufrir.

Aun llevaba el vestido de seda, los botines de terciopelo y el abrigo de pieles grises, a lo lejos fuera de la fila una niña pequeña lloraba y trataba de explicarle a los soldados donde estaban sus padres, el perro del soldado la miraba con hambre, hasta habían enseñado a los animales a comer nuestras carnes.

Había escuchado tantas cosas durante el viaje, que no sabia cuantas eran ciertas, pero solo le temía a una, al igual que todas las mujeres, las jóvenes, ancianas, niñas, todas le temíamos a lo mismo, aquello que sobre pasa hasta a la misma muerte para una mujer orgullosa.

Aunque ahora el orgullo lo tenia en las tripas.

Muy cerca del suelo como mi rostro cuando tropecé con una piedra y caí.

- ¡Quiero morir!

Lo dije de tantas maneras en mi mente cuando me obligaron a levantarme, eran unas manos grandes y frías como todas las de ellos.

Lo mire a los ojos.

- ¡Camina!

Y me empujo para que me uniera de vuelta al grupo y siguiera mi marcha, una hora después habíamos llegado finalmente a la estación del tren.

Los soldados blandían sus fusiles como si fueran extensiones de sus brazos, amargos instrumentos de destrucción, destrucción sin sentido, sin razón, casi ni parecían humanos.

Nos filamos en el mismo orden de la marcha, todos se paraban frente a una pequeña mesa donde un soldado anotaba los nombres en un gran libro de contabilidad, a lo lejos, de pie un grupo de oficiales fumaba y hablaba en alemán, decían que el clima estaba muy malo y que era un gran problema lo de los papeles falsos.

- Yo solo quisiera volver a Viena.

Alce la mirada y me encontré con unos ojos tan claros y cristalinos que parecían agua en un vaso, mirándome, atento a todo lo que yo hacia.

Me miraba a mi, casi podía sentir como su mirada me tocaba, sus ojos taladraron mi alma casi hasta causarme un dolor real, mas real que el frío que azotaba mi rostro.

Me preguntaron mi nombre y mi apellido y lo anotaron junto con los demás, fui la ultima, la ultima que anotaron en aquel libro, al cerrarse vi brillar la estrella de David en la tapa y quise llorar, pero no haría delante de ellos.

En el tren, nadie hablaba, nadie hacia otra cosa diferente a respirar, todos estabamos simplemente allí, simplemente esperando, a que el tiempo pasara frente a nuestros ojos de la forma más bondadosa posible.

- Un solo tiro en la cabeza, seria lo más benévolo, pero no me lo darán, a menos que lo busque.

El atardecer caía y su luz entraba por las ventanas del tren iluminando el rostro de una mujer, agachada contra la pared de madera del vagón, ella se mecía de lado a lago tarareando una vieja canción de cuna, la vieja canción de cuna de nuestros padres, nadie se quería acercar a ella, era una mezcla de compasión y dolor lo que no le permitía a nadie sentarse a su lado.

Me acerque a ella, me senté a su lado, ella giro la cabeza hacia mi y me miro un instante, no hablo, no me dijo nada, solo me miró, y rompió a llorar.

No con gritos, sin aquella explosión de dolor que se espera en una mujer desesperada, solo recostó su cabeza contra mi hombro escondiéndose de la vista de todos y lloro, sus lagrimas calientes quemaban mi alma, no me di cuenta en que momento mi mano se fue hasta su mejilla y en silencio la consolé.

No sabia porque lo hacia, solo me quede allí, era joven, solo me sobrepasaría en algunos años, el vaivén del tren y el sonido de su infernal maquina me recordaba que todo era real, una realidad que te adormecía los sentidos y te dejaba golpeado y casi sin sentido, ella se deslizó por mi pecho y callo sobre mi regazo con las manos a la altura del pecho como guardando algo.

Acaricie sus cabellos, pense que estaba dormida, pero no, estaba despierta, en una especie de conciencia nublada y dolorosa que se siente cuando un gran dolor, uno del alma sobrepasa el dolor físico, ella se levantó y me miro en silencio.

Abrió sus manos ante mis ojos... era... la pequeña y rosada manito de un bebe lo que guardaba con tanto esmero contra su pecho.

Fue la primera vez que llore desde que todo comenzó.

Y también la ultima.

Me quede a su lado observando como aquella mujer, de la que no sabia ni siquiera el nombre se aferraba a lo único que le quedo de su bebe cuando los soldados lo arrebataron de sus brazos.

Al bajar del tren la vi perderse en la multitud y después un gran alboroto.

- ¿Que llevas?

Silencio.

- ¿Que ocultas?

Silencio.

Un disparo sonó, y todo se apartaron abriendo un gran circulo, mi corazón se paralizo, de algún moda sabia lo que había pasado, por entre los pies, de la gente y las botas de los soldados vi su rostro destrozado y bañado en sangre, aun tenia las manos empuñadas contra su pecho.

Estabamos frente a los barracones, una al lado de la otra, como carne que cuelga de un gancho nos examinaron una por una.

- Esta.

Levante la vista y comprendí que se referían a mí, rece tan rápido como pude cuando me tomaron del codo y me subieron a un camión me tiraron de un solo empujón que me llevo hasta el fondo.

Yo sola.

Detrás de mi, subieron dos soldados mas que me observaron todo el camino, no sabia a donde iba, ni porque me habían sacado del grupo, allí en ese rincón temblaba de angustia y de miedo con las manos agarradas una con la otra entra mi pecho.
Comprendí entonces que me parecía a aquella mujer, en el tren.

Cerré los ojos y me abandone... ¡Qué mas podía hacer!

Tal vez, me dormí...

Tal vez morí...

Al abrir los ojos, la luz me lastimo, no sabia donde estaba, mire a mi alrededor era una estación de trenes con pocos oficiales y soldados armados, baje temerosa del camión fijando la vista en el hombre alto que estaba de espaldas hablando con otros oficiales cerca del tren, sus botas negras y brillantes estaban sobre un charco de agua sucia y les hablaba con autoridad.

Me empujaron para que caminara más rápido hacia él, sus hombros se tensaron cuando sintió mi cercanía y se giro.

Era el, estaba segura, el reflejo de sus ojos de cristal y el tono perlado de sus mejillas me sorprendieron tanto hasta dejarme inmóvil frente a el.

- ¡Déjennos!

Les ordeno y todo le obedecieron, se acerco a mi con una fusta en la mano y la gorra sostenida contra su costado, en su pecho brillaba una gran cruz negra que pendía de una cinta púrpura, aparte el rostro y trate de ocultarlo con las manos cuando vi que levanto la mano.

Pense que iba a azotarme el rostro.

Mi corazón se detuvo un instante cuando se quito uno de los guantes y acaricio mi mejilla con la mano desnuda, abrí los ojos hasta mas no poder respirando por la boca, mi corazón amenazaba con salírseme del pecho cuando me sonrió.

Me entrego en silencio un papel pequeño doblado por la mitad, tomo del codo y me condujo hasta la puerta del tren, sus botas se hundieron en el fango cuando me tomo de la cintura y me subió al tren.

Yo seguía temblando.

Sus ojos se fijaron a los míos como si me conociera de toda la vida, como si su vida dependiera de la mía y no al contrario, como si me debiera un gran favor, era una mirada de gratitud, una mirada de esperanza que no comprendía en el rostro duro de un alemán.

Me sentí desnuda ante el, como si pudiera ver directamente en mi alma y comprender el dolor que había en ella, miró alrededor y apretó los labios, casi podía escuchar como su corazón latía detrás de su pecho en ese momento igual que el mío.

Sus manos eran como el hielo cuando tomaron mis muñecas con rudeza atrayéndome hacia sus labios chocando con fuerza, las lagrimas bañaron mi rostro mientras el me besaba con tanta fuerza que me lastimaba.

Sus manos se deslizaron por mi piel liberándome, me sonrió de nuevo y se quito la medalla que colgaba sobre su pecho y me la entrego.

Cerro los ojos con fuerza y se fue dándole la orden al maquinista para que el tren partiera, confundida y aterrada me senté y sentí en mis huesos en roce del tren con los rieles metálicos que me conducirían hacia la libertad.

Cuando por fin la angustia me dejo abrir el papel que me había dado lo comprendí todo.

“Te pareces tanto a ella”

La cruz de hierro que llevaba en mi otra mano sujeta a la cinta púrpura brillo con las luces del ocaso.

viernes, 20 de agosto de 2010

Proximamente...


Una historia recreada en el holocausto, ¡Ojala el dolor de aquella epoca, nunca se repita.

La reflexion de hoy.

Hay una forma infalible de saber el futuro:

Seras, lo que eres, dices, haces y piensas ahora, multiplicado por diez, asi que solo...examinate!!!

martes, 27 de julio de 2010

Proximamente...

Una historia de la Segunda Guerra Mundial.

La imagen inspiradora de esta historia.

LA SOCIEDAD DE LAS TARJETAS

Algunas veces no crees en las cosas hasta que estas te atropellan, y de la peor manera, sin embargo eso no significa que ahora promueva creer en los famosos mitos urbanos, pero de vez en cuando es bueno albergar las dudas.

No quiero comenzar con:

“todo comenzó cuando...”

No, no es mi estilo, y creo que no lo será nunca, simplemente contare lo que paso recordando en mi memoria los nombres pero cambiándolos en la realidad, cosa que muchos me agradecerán, especialmente algunas personalidades publicas y una que otra modelito.

No puedo evitar reírme, pero no lo hago con cinismo.

Aunque quieran pensar que es así, simplemente me asombro de cómo infinidad de cosas pueden estar pasando a nuestro alrededor y nosotros hacer el papel de ignorantes, ignorantes, algunos contentos, otros conformes.

Escuche por accidente una de esas conversaciones donde un tipo se gloría de su ultima aventura, de lo linda que era, incluso mencionando detalles que rayaban en lo claramente explícito, teniendo en cuenta que hablaban en el baño de la oficina.

Soy despreciable, pero nunca he llegado hasta ese punto.

Salí del cubículo cuando se habían ido, me lave las manos y encendí el modrno secador de manos recordando casi un año después como había comenzado todo y como camine por un sendero de vidrios sin importarme en lo mas mínimo, y aunque no fue de forma literal el dolor si fue el mismo.

Estaba trabajando, daba los últimos toques al plano de la casa modelo de la nueva urbanización cuando mi celular comenzó a vibrar en el escritorio, lo abrí y mire en la pantalla el numero... pero no había numero, era uno de esos números privados que no parecen en el identificador.

Contesté.

- ¿Aló?
- Hola Esteban.

La voz era dulce y extrañamente familiar, como si me conociera de toda la vida, como si hablara con un amigo.

- ¿Quién habla?
- Eso depende.
- ¿Depende de que?, Sabe algo... estoy trabajando y estos jueguitos no me gustan así que búsquese otro id...
- Calma Esteban, me habían dicho que ante todo eras un caballero.

Me quede en silencio, sentí tres surcos en la frente preguntándome en que consistía aquella extraña llamada.

- ¿Ya revisaste tu correo?
- Lamento no poder seguir con su juego señorita, estoy trabajando.
- ¿No lo harás?, Solo por curiosidad... ¿Ya revisaste los sobres acumulados sobre tu escritorio?

Alargue la mano y revolví los sobres no había nada fuera de lo común, me sentí un perfecto idiota haciendo lo que una desconocida sin ocupación aparente me ordenaba por el celular.

- ¿Y que se supone que debo encontrar?
- Un sobre blanco.

Casi se me congela el corazón cuando efectivamente encontré el sobre blanco en el fondo de la bandeja, lo tome y con el me puse de pie observando las caras de mis compañeros en los otros puestos de trabajo, todos estaban como hipnotizados frente a los computadores con el reflejo azul de la luz en las pupilas y el inconfundible sonido de las teclas al ser pisadas por los ágiles dedos de una que otra que si sabia digitar.

- ¿De que se trata todo esto, es una extorsión o que?

Escuche su risa al otro lado de la línea como si estuviera riéndose detrás de mí.

- Tienes que ser un poco mas creativo Esteban o me decepcionaras, me imagino que estas de pie frente a tu escritorio observando el rostro de tus compañeras de trabajo, pero ninguna esta hablando por celular, ¿Me equivoco?
- No.
- Seguramente también estas mirando quien falta en los cubiculos para sacar por defecto a la persona que te llama, ¿Me equivoco de nuevo?
- No.
- Eso pense.

Me senté con cuidado con el sobre en la mano derecha escuchando su respiración terriblemente tranquila.

- ¡Abre el sobre! ¿No tienes curiosidad?
- Antes que curioso soy prudente.
- Precisamente por eso te elegí, en todo caso, eres libre de hacerlo.
- ¿De que se trata esto?

Había colgado.

Me quede como una estatua con el celular en la mano, definitivamente aquello había sido extraño, observe el sobre no tenia remitente, pero en cambio si tenia mi nombre muy claro impreso en una tira de papel donde se especificaba la oficina y la dependencia.

Encendí la lampara de lectura y lo mire a contraluz.

- Al menos no tiene ántrax.

Pense.

Lo abrí con un abrecartas y de el callo sobre el escritorio una tarjeta plateada, con una gran estrella negra en el centro, tome la tarjeta y la voltee, tenia mi nombre completo impreso en lo que parecía ser un papel finisimo y caro, además tenia una dirección y debajo la leyenda:

Entrada V.I.P

Mi mente viajó como un rayo por las calles de Bogotá reconociendo el lugar, norte, muy al norte, e increíblemente no muy lejos de mi apartamento, lo pense unos momentos y tire la tarjeta en el ultimo rincón de mi escritorio y seguí trabajando.

Pararon los días y aquella tarjeta parecía una alegoría del Corazón Delator de Edgar Allan Poe, palpitando, rechinado dentro del escritorio, entre veces llamándome y pronunciando mi nombre acusándome de cobarde.

Porque dejaría que una llamada y un simple pedazo de papel me robaran la tranquilidad, mi cultura y mi formación no me lo permitían, así que seguí ignorándolo todo, hasta el viernes.

El viernes... ese día había quedado de salir con Alexia, mi novia, y por lo general aquellas salidas terminaban convirtiéndose en todo el fin de semana, teniendo en cuenta que su trabajo y el mío no nos permitían vernos en semana.

Deseaba como un loco verla de nuevo, pero aquella estrella negra estaba amenazando por acabar con mi cordura si no hacia nada al respecto.

Así que cometí mi primer error.

Llame a Alexia y cancele nuestra cita de todos los viernes, ¿Cómo había podido hacer eso?
Ella en su infinita comprensión se trago entero el cuento del seminario en la oficina.

¿De me donde salieron las palabras?

No lo sé, pero fluyeron de una forma tan natural que al colgar el teléfono me sentí miserable, irónicamente no me sentía así por mentirle a ella, no, no me sentí mal por mentirle al alma más pura que había conocido hasta el momento, sino por dejarme llevar por aquel sentimiento tan infantil y ciego como es la curiosidad.

Tal y como la sinuosa voz del teléfono había dicho.
Eran las diez de la noche y estaba frente a una elegante verja de hierro forjado con tres gorilones en la entrada, cada uno media como dos metros, estaban uniformados, usaban intercomunicadores y era obvio que lo que había debajo de esos sacos hechos a la medida no eran de juguete.

Subí por una rampa y me detuve frente a ellos apagando las luces del carro, uno de ellos se acerco, baje el cristal y para no parecer un adolescente ridículo solamente le entregue la tarjeta, el hombre la tomó y fue con sus dos compañeros, lo vi ponerse la mano en el oído y pronunciar mi nombre, saco de su bolsillo una extraña linterna y proyecto una luz morada sobre la tarjeta, al parecer leía un código y lo dictaba numero por numero.

Tenia las manos sobre el volante, consideraba la posibilidad de dar marcha atrás y salir de aquel extraño lugar, pero nuevamente la curiosidad podía mas que la lógica que me gritaba como una mujer histérica que nada bueno podía estar pasando mas allá de aquellas puertas.

O tal vez algo tan bueno que resultaba siendo malo.

El hombre que me había recibido me indico con un gesto.

- Bienvenido.

Deje el carro parqueado en uno de los pocos espacios libres que había en el inmenso jardín frente a una mansión del más puro estilo republicano, en el centro el repiquetear del agua en la fuente solo podía confirmar mis sospechas, desvíe los ojos hacia los demás autos, Maceratti, Ferrari, Mercedes...

Respire profundamente y seguí el sendero empedrado a lo lejos detrás de los muros de la casa se oía lo que parecía ser el vibrante sonido de la música, camine por el empedrado con las manos en los bolsillos, subí las escaleras y hasta encontrarme con otro par de gorilas, esta vez no se preocupaban por ocultar sus armas.

- ¿En donde me estoy metiendo?

Las puertas se abrieron y entre a un salón inmenso lleno de gente en elegantes sillones blancos, las lamparas de cristal que colgaban a lado y lado del techo reflejaban en las paredes las luces proyectadas desde un complejo sistema robotico.

Regados por todo el lugar bajaban desde el techo relucientes tubos plateados donde chicas asiáticas bailaban haciendo piruetas de gimnasta olímpica, desde la parte más alta y casi sobre la tarima central caía un delicado columpio donde una mujer menuda y delgada se mecía recorriendo casi todo el lugar sin ningún tipo de protección.

Al fondo emergía una gran escalera que comunicaba el salón con el segundo piso el cual era mas bien una especie de balcón desde donde mas gente observaba el espectáculo, a ambos lados de la escalera caían don inmensas telas púrpuras desde donde dos hermosas acróbatas se deslizaban como gusanos.

En el centro de aquel salón había una especie de tarima pequeña donde una rubia delgadisima con los zapatos más extraños del mundo cantaba en vivo la canción de moda en las discotecas, no podía ser una imitadora, ella la autentica.

- Ni siquiera sabia que estaba en el país.
- Y no tiene porque saberse, es un espectáculo privado.

Me dijo una voz sibilante detrás de mí, voltee y era una hermosa pelirroja con un uniforme de mucama francesa brindándome una copa de vino de la bandeja que sostenía.

- ¿Es nuevo?
- Sí.

¿A que se refería?

Minutos después estaba con una copa de vino tinto en la mano derecha y en la izquierda llevaba un extraño control remoto y estaba sentado en un sofa blanco a un lado del salón, a mi lado reconocía al director del banco estatal, mas adelante el jefe de la subdivisión de crímenes especiales de la policía, y casi diagonal estaba nada mas y nada menos que el gerente de la empresa de bebidas mas prosperas del país, todos ellos personalidades fácilmente reconocibles.

¿Y yo quien era para estar en aquel lugar?

A mi lado se sentaron un par de árabes con su traje tradicional blanco.

- ¿Esperando la subasta?
- Sí... por supuesto.

No diría otra cosa, al menos no parecería un idiota.

Comencé a hablar con aquellos desconocidos rápidamente como si fuéramos amigos de toda la vida, la cantante concluyo su espectáculo y de forma automática la música siguió por un conocido disk jockey.

De las escaleras bajo una elegante dama vestida de negro, una señora para ser mas precisos anunciando el inicio del espectáculo central, las luces se hicieron mas tenues, bajo las escaleras una preciosa mujer en un interesante biquini plateado que usaba muchos collares de perlas que le cubrían el torso.
¡Es la del calendario... mi hermano lo compró la semana pasada!

El corazón se me acelero de inmediato, no podía creerlo, los hombres a mí alrededor presionaban botones en el control remoto, me quede observando los colores sin saber que hacer.

Los árabes dijeron algo en su lengua y se rieron estrepitosamente, la segunda en bajar era actriz, como no reconocerla si mi madre moría por ver el final de la telenovela, la tercera era presentadora de farándula, modelo, y otras que no eran figuras publicas pero si las reconocida como miembros de la alta sociedad, la hija de... la sobrina de... la prima de... la hermanita del...

- ¡Por Dios santo!

No pude decir nada mas, el estomago se me revolvió de puro espanto y cuando estaba a punto de ponerme de pie e irme, por todas las implicaciones que estar en aquel lugar traía consigo una mano fría y delgada se apoyo en mi hombro.

- ¿Algo que te guste?

Esa voz...

Me miro y siguió de largo, esa voz era la de aquella extraña llamada, me levante y la seguí, seguí entre la gente su largo cabello negro sobre su espalda descubierta, siguiendo como un condenado el ondeante movimiento de su vestido rojo.

Subimos las escalera hasta otro salón donde solo habían unos pocos que hablaban en sofás blancos, atendidos por bellísimas mujeres, la desconocida se sentó en el único sofá libre que había llamándome con la mirada.
- ¿Que sigue ahora?

Le pregunte sentándome a su lado observando sus delicados ojos color esmeralda.

- Sinceramente pense que ya no vendrías Esteban.
- ¿Cómo sabes nombre?
- Eso realmente no es lo importante aquí.
- ¿Que lo es entonces?
- No seas impaciente... disfruta la fiesta.
- Soy de pocas fiestas.
- Eso es una gran mentira, y si mientes aquí estarás en grave peligro.
- ¿Peligro?

Me miro con intriga, buscando algo en mis ojos, midiendo mis reacciones.

- Lo que sucede aquí no sale nunca de aquí, ¿Entiendes?
- Y si no fuera así.
- Nos encargaríamos personalmente de que fuera silenciado aquel que quebrante las reglas.
- ¿Reglas?

Fue entonces cuando todo se me explico.

En aquel lugar se desidia el destino del país, se montaban gobernantes y se bajaban otros, se movían los millones que los mortales no podíamos contar, se cerraban tratos y hasta se arruinaban intencionalmente otros con una copa en la mano y una modelo sentada en las rodillas.

En aquel lugar, se desidia lo que salía en los noticieros, en los periódicos, lo que se debía saber y lo que no, incluso se jugaba con la vida ajena.

Se hacían acuerdos, tratos, contratos... y demás.

Prestamos que los bancos no podían solventar, sin una sola firma...

Dos meses después estaba en Dubai diseñando la fachada de un nuevo hotel parta los árabes que se habían sentado a mi lado, ganaba mucho dinero, ese es y sigue siendo el mayor aliciente.

Esto lo explica todo.

Aquel lugar es el centro de reuniones de una sociedad secreta que se conoce en los mitos urbanos como la sociedad e las tarjetas, de la que soy miembro desde hace un año largo, en aquella sociedad todos nos hacemos favores a todos.

No podemos negarnos, pues cuando un favor es pedido es porque ya se ha considerado que la persona esta en la capacidad de hacerlo.

Influencias, dinero, poder, puestos, contratos, importaciones, todo se maneja a base de un sentimiento de lealtad condicionada por el secreto, pues no puedes revelar las relaciones que nos unen, ni la de los demás porque todo el imperio que nos hace ricos caería al piso y eso no le gustaría a la mayoría.

Además favor se debe pagar con otro cuando lo necesites, así se mueve todo.

Mas que lealtad es tu vida, bastante clara fue Diana, la encargada de la sociedad en Colombia, la misma que me había llamado a mi celular un año atrás y con quien tengo una relación mas que profesional.

No lo siento, mas bien no pude evitarlo, era casi necesario.

Desde entonces he trabajado en varios proyectos, Dublín, Tokio, Brúcelas y París, lo que ha logrado absorverme casi por completo, en algunos solo he cobrado los viáticos y en otros he cobrado mucho menos, sin embargo lo realmente impresionante es como mis amigos pueden mover los hilos para que las mejores empresas terminen dejándome sobre el escritorio sus proyectos rogándome para que el mejor arquitecto del país los tome.

Ahora no trabajo solo, lidero un consorcio de arquitectos donde he empleado a otros arquitectos brillantes, algunos contratados como un favor.

El prestigio de mi oficina y de mí como arquitecto ha subido como la espuma, he ganado muchos contratos importantes y por supuesto mucho dinero, con la única condición de que debo ir de vez en cuando a hacer favores sin importar el lugar, a supervisar obras de otros miembros de la sociedad, a constatar si los diseños son los adecuados y si los costos que las constructoras dan son los correctos, favores a los que no puedo negarme.

Pero lo hago con gusto sabiendo que después podré disponer de sus influencias para mi beneficio.

No sé si es necesario que sepas esto, lo mas probable es que sea un error.

Si todo sigue igual, seguiré llevando esta vida a tus espaldas amparado y alentado por tu paciencia y tu costumbre de nunca preguntarme nada.

Pero en caso de que me suceda algo, tendrás una explicación que te haga comprenderlo todo y aunque ya nos vemos muy poco he dispuesto todo para que no quedes desprotegida si algo llega a pasar.

Pero si estas leyendo esto... seguramente estaré muerto, y debes obedecerme estrictamente, no quiero que llores por mí, ni que cambies en nada tu vida, nada de lutos ni visitas a mi tumba, si es que llego a tenerla.

Seria peligroso.

Desconéctate por completo de mi familia, destruye cualquier foto que tengas conmigo, cancela correos electrónicos y números de celulares hasta el momento, cancela de igual modo tu cuenta bancaria, messenger y cualquier otra forma de contactarte.

Encontraras mas instrucciones en el sobre donde encontraste este documento, síguelas al pie de la letra.

Sin embargo, no me queda mas que decirte que te amo y si decidí dejar esto por escrito es para que nunca llegues a pensar que te falto amor o comprensión o que cometiste algún error que me llevo a este desenlace.

Lo hago para que sepas que todo fue mi elección.

jueves, 8 de julio de 2010

Proxima historia.

Una historia de oficina...donde alguien tendra que escoger, entre el seguro y dulce amor de toda la vida o ceder ante la curiosidad.

La imagen inspiradora...

miércoles, 7 de julio de 2010

JUAN

La universidad fue para mí como una liberación, en todo el amplio sentido de la palabra, era la oportunidad de huir de mi casa, de las restricciones, de aquel pensamiento forzado que amenazaba con volverme loca en cualquier momento, y aunque pude liberarme desde mucho antes había algo que no me lo permitía, no era cobardía, no definitivamente ese concepto no iba conmigo, era más bien, aquel deseo de no lastimar sus corazones y las expectativas de mis padres y de no poner en peligro mi educación, sin embargo, al verme alejada de mi familia a diario era como volar.

Finalmente me gradué, no fue lo que yo esperaba, no tuve aquella sensación de plenitud que me imaginaba al principio, pero fue bueno, sin embargo…ahora entraba a engrosar las filas de los desempleados en el departamento, una más en la larga lista de hojas de vida solicitantes en un escritorio.

Donde muchas veces el instrumento usando para juzgar tu idoneidad es una pequeña foto de fondo blanco, después de casi un año de silencio, alguien no recuerdo exactamente quien, mencionó la posibilidad de trabajar, antes de escuchar el lugar ya había dicho que si, “El pez muere por la boca”

Colgué el teléfono y mire a mi madre remendar algo viejo, con aquel sentimiento de miedo mezclado con alegría le conté que me iría a trabajar, y por primera vez ella no pudo decir nada.

Esa tarde fui a la gobernación y firme mi nombramiento, bajo la clausula de año de prueba, una firma era suficiente para sellar mi destino y mi libertad.
Aliste mi maleta con incertidumbre, el pueblito a donde iría estaba lejos, realmente lejos, pero, ¿Qué tenía que perder? Fue lo único que le dije a Rosa, la única amiga que fue a visitarme la noche antes de partir quien lucho con el cierre de mi maleta ayudándome a cerrrala.

Apretujada en medio de dos señoras en aquel jeep acondicionado como transporte público veía por las ventanas como el paisaje de mi natal Cereté cambiada drásticamente, todo eran caminos polvorientos donde nos teníamos que detener por el paso de un grupo de cerdos que parecían no tenerle miedo al monstruo de metal que podía aplastarlos sin piedad.

Veía pasar a un lado del camino mujeres de una edad casi increíble montadas en burros entrepelados llevando grandes atados de leña, con tanta elegancia en lo recto de sus espaldas que habría jurado que podrían haber sido reinas de una época perdida.
Definitivamente mi imaginación y la literatura seguían persiguiéndome.

Me baje de aquella lata de sardinas en medio de la bulla de mis compañeros de viaje, a todo ellos alguien salía a recibirlos, pero a mí no me esperaba nadie, sentía todas las miradas sobre mi espalda cuando saque de mi bolsillo el pequeño papelito donde se me indicaba el nombre del colegio donde trabajaría.

Le pregunte al conductor si sabia donde quedaba el colegio, me indico que estaba casi en la otra punta del pueblo, en una casa me ofrecieron un vaso de agua de panela con limón y una mecedora que sacaron con amabilidad mientras llamaban a gritos a un niño descalzo y piponcito para que me acompañara a la escuela.

Aquel pueblo parecía una alegoría mística, una calle polvorienta y reseca y ambos lados un conjunto de casas con techo de palma y cerca de palitos, la gente asomada en las ventanas ejerciendo el milenario oficio del chisme, los pavos, las gallinas y los cerdos desfilando libres por las calles junto con unos niños que empujaban un palo de escoba con un atapa de tarro de avena por rueda.

- ¿Usté es la profesora?
- Si.
- La escuela ha estado sola casi un año, ¡Debe estar feo seño!
- No importa.

El niño me dejo frente a una escuelita casi en ruinas, empuje la oxidada puerta de hierro y entre enredándome con un montón de cartones viejos.

- ¡Dios mío!

Camine por el patio arrastrando mi maleta, la pequeña campana colgando del inmenso mango a un lado del patio, los salones desocupados con las sillas montadas sobre los escritorios llenos de telarañas y polvo.

El viento de la tarde soplaba como el murmullo de los espectros que seguramente habitaban aquel lugar.

- ¿Qué hice con venir para acá?

Una pequeña puerta de hierro se mecía entre abierta al fondo de la escuelita, pase empujándola cuidadosamente encontrándome con un pequeña casita de venas y techo de palma, “Alojamiento de profesores”, decía en una pequeña tabla que colgaba de la puerta, allí me quede aquella primera noche sin quitarme ni la ropa ni los zapatos, sorprendentemente aquel lugar me pareció tan apacible y tranquilo que dormí como una piedra sobre una cana de lona que encontré recostada a la pared.

Era sábado, me levante, y explore todo, barrí la casa con el rumor de las varitas rozando el suelo de tierra, sacudí el polvo y acomode mi ropa en un hermoso closet de grandes espejos, abrí las ventanas y deje entrar la luz, suspire y sonreí.

La concina estaba fuera de la casa, era una pequeña enramada cercada de delgados palitos ennegrecidos por el humo, con una hormilla de barro y una gran tinaja montada en un mueble de madera con muchos vasitos colgando de sus orejas.

Al fondo del patio estaba el baño, un pequeño espacio cercado de palma con una cortina de flores que se mecía con el viento, el piso era rustico y desgastado, un solitario y minúsculo sanitario estaba a un lado acompañado de un tanque de plástico azul.
Saque agua del pozo, me espanto la profundidad de aquel hueco tapizado de piedras cuando arroje el balde a sus profundidades atado por una cuerda para sacar agua.
Con ocho viajes llene el tanque y me bañe a totumadas, regresé envuelta en una toalla y me vestí para ir al pueblo a comprar cosas para la casa.

Caminaba bajo el sol de la mañana cuando sentí un raro escalofrío en la espalda.

- ¡Buenas, seño!

Y me encontré con unos hermosos ojos negros como el carbón que le pertenecían a un hombre alto y delgado que iba sobre un caballo gris.

- ¡Buenas!
- ¿Ya se acomodo?
- Si…
- Perdone, soy Juan Lara.
- ¿Como el espanto?
- Si, mas o menos.

Fue cundo escuche su risa por primera vez, aquel sonido se quedo resonando en mi mente todo el día.

- Va para el pueblo.
- Si.
- ¿Puedo llevarla?
- Le agradezco mucho pero ya estamos cerca.
- En todo caso profesora, fue un placer conocerla.

Se despidió y lo vi tomar un sendero que no había visto la primera vez y despareció.


La gente del pueblo me saludo con cariño, era como si me conocieran de toda la vida, un cariño sincero y muy diferente a todo lo que había visto, algo muy parecido a lo que se siente con la familia.

En la tienda me regalaron arrancamuelas y bolitas de tamarindo, una señora me hablo de su hijo y de lo feliz que estaba de que volviera la educación al pueblo y me regalo una gallina copetona con tres pollitos.

La gente sonreía, eran felices, sin luz, sin agua, sin transporte, sin gas, sin teléfono, mientras caminaba por aquella calle sin pavimentar sentí como si el tiempo retrocediera casi setenta años llevándome consigo.

Las mujeres usaban vestido y el cabello largo recogido con peinetas color carey, los hombres usaban sombrero vueltiao y abarcas, todo era tan…tropical y mágico.

En el camino de regreso me acompaño la hija del dueño de la tienda, íbamos mantadas en un solo burro y detrás de notros otro iba cargando en dos cajones de madera acomodados a lado y lado todo lo que había comprado.

Se despidió de mí con aquella misma familiaridad y me dejo en la entrada de la casa donde encontré a un morrocoy de ojos húmedos y pintas amarillas en toda la puerta.

- ¿Y tú qué haces?

Alargo su cuello de dinosaurio y bostezo.

- ¡Ven, hay espacio para ti también!

Entre, solté la gallina y saque a los pollitos de la caja conde los traía y los deje libres en el patio, el morrocoy con su paso veloz entro en la casa y se quedo debajo de la mesa.

Era medio día y aun no había logrado encender el fogón de leña, tenía los ojos rojos y los pulmones secos de tanto soplar inútilmente cuando tocaron la puerta.

- ¡Un momentico!

Grite alisándome el pelo.

- Profesora, le traía esto...

Era Juan, el extraño caballero, vestido con una impecable camisa blanca y un pantalón café claro con un paquete en las manos.

- … se le quedo en la tienda.
- Aaaaa, gracias, que pena, siga.

Juan me sonrió y entro, casi podría asegurar que ese extraño brillo de sus ojos era sobrenatural pero en aquel entonces no creía en esas cosas.

Y aun no lo creo, pero… como persona académica, pensante y de carácter sosegado decidí asumir lo sucedido como un capitulo apócrifo de mi vida.
Y así se quedara.

Me siguió hasta la cocina y vio el fogón ahogado con leña, plásticos, cartón, papel de regalo y carbón, sus ojos volaron hasta el pequeño frasco con gasolina al pie de la hornilla y sonrió.

- Piensas prender el fogón con todo eso.
- En realidad estaba planeando rociarle gasolina y tirarle un fosforo cuando usted llego.

Me sentía realmente incomoda con aquel hombre, era como si mi instinto de conservación estuviera gritándome a voz en cuello que corriera lejos de él, pero enigmáticamente estaba tan fascinada con sus ojos que hasta pude haberle rogado que…se quedara.

- ¿Quieres ver algo increíble?
- ¿Le pondrás luz eléctrica al pueblo?
Su risa resonó como si saliera del fondo de un cántaro vacio haciéndome temblar las rodillas.
- No, no será tanto.

Comenzó a sacar toda la basura de la hornilla dejando un solo leño, puso su mano y este comenzó a crujir, se estremeció como si tuviera vida propia y se encendió.

Retrocedí aterrada para en menos de un parpadeo encontrármelo frente a mí, pálido, con un extraño olor a tierra húmeda.

- Me gusta profesora Amelia.

Se deslizo por mi lado y salió de la casa sin despedirse, dejándome helada y confundida.

Esa fue la primera noche que soñé con Juan, y nuevamente a la otra noche, y a la siguiente y la siguiente también, comencé a verlo reflejado en el agua del pozo, en el plato de la sopa, en los espejos, parecía que los ojos de los animales fueran sus ojos, que la brisa fuera su voz, vivía sobresaltada esperando a que volviera a aparecer, aunque aquello no era necesario porque estaba convencida de que Juan estaba presente, allí, en cada rincón de aquella casa y lo peor de todo es que no deseaba irme.

Comencé las clases con unos pocos alumnos de grado quinto después de que la gente me ayudo a arreglar un poco la escuela y limpiarla, pero seguía intranquila, me sentía cansada y me veía fatal, hasta el punto de que mis alumnos me preguntaban si estaba enferma.

Enferma, ese no era el concepto pero para dejarlos tranquilos les respondía que estaba con la virosis.

El viernes cuando despedía a los alumnos, allí estaba él, en la puerta de la escuela, en el mismo caballo cenizo de aquel día, los niños pasaban por su lado, como si no estuviera allí.

¿Lo estaba?

Me hizo un gesto con la mirada y mis pies caminaron hacia él.

- ¿Como estas?
- Bien
- ¿Vienes conmigo?
- ¿Tengo alternativa?
- Realmente no.

Su carcajada resonó en el aire como el estruendo de un trueno en mitad de la noche, se inclino hacia mí, me tomo de la cintura y me subió al caballo junto a su pecho.

- ¿A dónde vamos?
- Eres la primera que pregunta.
- ¿Ha habido muchas?
- Si, especialmente en el siglo pasado, en aquella época las mujeres eran más crédulas.

Un extraño olor me despertó de aquella ensoñación producida por su voz, era como el olor de la tierra después de ser quemada, estaba en una cueva, en penumbra y Juan estaba conmigo, había traído flores y las tenía a mis pies.

Sus ojos estaban fijos en la intensa luz del atardecer a la entrada de la cueva y me hablo.

- Debo pedirte algo.
- ¿Qué?

Su poder en aquel espacio tan pequeño era a la vez tan grande que hasta mi vida le hubiera entregado si eso hubiera querido, solo hasta después me di cuenta que ese era su primer propósito, pero había cambiado de idea.

- ¿Eres escritora?

Me levante sacudiéndome una delgada capa de cenizas de mi vestido azul inquieta por su pregunta, no tenia forma de saberlo, perdón, si era lo que yo creía, tenia los medios para saber aquello y mucho mas de mi.

- No podría afirmarlo con seguridad, escribo cuentos desde hace unos años, he mandado algunos a una editorial pero nunca me contestaron, pero de allí a decir que soy escritora… no sé.

La imagen de Juan comenzaba a hacerse difusa como si poco a poco se desvaneciera frente a mis ojos.

- Quiero que escribas sobre mí.
- ¿Y qué debo escribir?
- Lo que tú quieras que soy malo, que soy bueno, lo que tu creas…que me robo las muchachas en los pueblos, que aparecen a los días afirmando que un espectro se las llevo, que me enamoro pero estoy condenado a no ser correspondido porque durante toda mi vida me dedique a jugar con el corazón de las mujeres, que las controlo y resultan haciendo cosas increíbles por mi influencia, todo depende de ti.

Juan se deslizo flotando a mi alrededor murmurando a mi oído.

- Que después que las dejo, jamás me vuelven a ver.

Y despareció rozando su nariz gélia por mi hombro susurrando mi nombre.

- Amelia, la escritora.

Sentí como si mi corazón se hubiera roto, me sentí abandonada, como si aquel ser que acababa de desaparecer lo hubiera conocido de toda la vida, camine toda la noche por aquel camino solitario en medio de los sonidos de la noche pero no tenía miedo, lo que me había pasado era demasiado grande como para seguirle temiendo a la oscuridad.

Llegue a la casa, la puerta seguía abierta, la empujé un poco rompiendo el velo de la noche con el chirrido oxidado de las bisagras, encontré rápidamente los fósforos en la oscuridad y encendí una vela, tome un cuaderno y un lápiz de mi habitación y comencé a escribir subiendo los pies sobre la espalda del morrocoy.

Lo titule “Juan”

Y comencé así:

“La universidad fue para mí como una liberación, en todo el amplio sentido de la palabra, era la oportunidad de huir de mi casa…”

jueves, 1 de julio de 2010

La proxima historia....

En la proxima historia de mi blog tendremos fantasmas y apariciones del mas alla...

La reflexion del dia....

Aunque suene extraño....para todos el final feliz no es igual, no necesariamente los personajes tienen que quedar juntos para que el final de la historia sea considerado como feliz...igual que en la visa....igual que en la vida.

sábado, 26 de junio de 2010

LA TORRE...Historia N°3

- ¡Escóndete y no salgas por nada del mundo, oigas lo que oigas, no salgas!

Fueron sus ultimas palabras.

En un momento mi mundo estaba destruido por completo, la puerta del palacio había sido derribada y los invasores entraban por montones, un grito... miles de gritos inundaban mis oídos confundiéndome, era muy temprano, y ya para todos nosotros la oscuridad de la muerte se acercaba en forma de caballo.

Las viejas manos de mi nana me sacaron de mi confusión personal para sumergirme en otra, corrimos por los pasillos tratando de no chocar con los soldados que se apresuraban a defender l castillo, pero era demasiado tarde...ellos ya estaba dentro y solo seria cuestión de tiempo para que llegaran a nosotros.

Vi a mi padre y a mi hermano bajar por la escalera principal, todo a nuestro alrededor se detuvo un instante, trataban de ser fuertes, pero en sus ojos podía ver el temor que produce el sonido de miles de enemigos acercándose a matarte.

- Llévatela, y escóndela... y si no pueden huir, no dejes que se convierta... en... la concubina de uno de ellos.

Ante mis ojos, vi como le entregaba a mi nana un puñal, y sus ordenes eran muy claras, aunque no lo había dicho claramente pensando que yo no le entendería, la orden realmente era:

- Si no pueden huir, ¡mátala!
- Que Dios sea el que decida.

Fue lo único que contesto Salma arrastrándome consigo entre la multitud, la ultima de mis miradas fue para mi hermano, el hermano con el que había compartido el vientre de mi madre, el también estaba asustado, el sable era demasiado grande para sus manos, pero aun así estaba de pie al lado de mi padre como todo un príncipe.

Me choque contra la espalda de Salma cuando esta se detuvo en seco.

- ¡No por allí no!

Un guardia nos prevenía con un grito de dolor al mismo tiempo en que una flecha del enemigo se clavaba en su espalda cayendo en medio del salón.

Dimos la vuelta y subimos las escaleras, ellos ya estaban cerca.
Mire hacia atrás sintiendo como la muñeca me ardía por la intensa presión de los de dos de mi nana mientras me arrastraba con ella hacia cualquier lugar que pudiera escondernos.

Recorrimos los pasillos con pánico entre una multitud que buscaba lo mismo que nosotras, la luz de una de las ventanas choco contra mis ojos llenos de lagrimas silenciosas, use todas mis fuerzas para detenerme del paso de caballo de mi nada y me safe de su mano quedándome de pie frente a la ventana.

Una gran gritería inundaba el aire con su filo mortal, me asome tomando los fríos barrotes de la ventana.

- ¡Padre!

Lo tenían, lo habían capturado y lo arrastraban hasta el centro del jardín, lo arrojaron contra el tierno pasto verde aun húmedo por el rocío de la noche y detrás de el, llevaban también a mi hermano Kalim.

Mi padre trato de levantarse... hasta que uno de los invasores levanto su espada.

- ¡No mires Samira!

Sus fuertes manos me abrazaron y me acurrucaron contra su pecho tapándome el rostro con una de ellas.

- ¡Lo mataran!

Grite, por entre los dedos de mi vieja nana vi como la espada se levantaba y cortaba la cabeza de mi padre cayendo al pasto en medio de horribles gestos, hicieron arrodillar a Kalim a su lado y la espada se volvió a levantar, mi hermano no quiso morir de rodillas, se levanto alzando la cabeza como un halcón al volar y les escupió el rostro, en menos de un parpadeo su cabeza callo a sus pies en medio de la celebración de los invasores.

Mi cuerpo se hizo pesado como una tonelada de hierro y caí al piso llevándome conmigo a mi nada, me sentí ahogada, un intenso dolor en el cuello me estaba ahogando, como si el filo de la espada también atentara contra mi.

Sentí como sus manos me levantaron y me arrastraron de nuevo en con pasos torpes por el resto del pasillo, nos detuvimos ante una gran puerta dorada, ella saco un manojo de llaves de su cinturón y abrió la puerta.

Entramos, ella cerro la puerta y deslizo las llaves otra vez a su cinturón, me observo por un momento, mi rostro estaba bañado en lagrimas, me abrazo y nuevamente me tomo de la mano y me llevo hasta la pared, levanto un grueso tapiz que colgaba de ella enseñándome una estrecha puerta oculta, tono la pequeña aldaba y la abrió.

- ¡Entra!
- ¡No, es como una cripta!

Al fondo, gritos ahogados por la espada y el caer de los cuerpos por las escaleras solo podían significar una sola cosa.

Me empujó dentro de aquel pequeño espacio y me entrego el puñal de mi padre.

- ¡Escóndete y no salgas por nada del mundo, oigas lo que oigas, no salgas!

Miro hacia la puerta.

- ¡yo no soy capaz, yo te traje a la vida y no te la puedo quitar!

El puñal callo a mis pies y lo tome, los ojos de Salma estaban rojos por las lagrimas cuando escuchamos tres golpes secos contra la puerta.

- ¡Están aquí, mi niña...!

Y de un golpe cerro la puerta tirando el tapiz sobre ella, el espacio era demasiado pequeño, estaba acurrucada en la oscuridad cuando escuche como la puerta había sido derribada.

Grandes pasos entraron...

- ¡Todos arderán en el fuego del infierno!

Escuche un grito y risas, ni nana Salma había muerto.

Temblé con desesperación en medio de aquella oscuridad y abrace contra mi pecho el puñal de mi padre, lo único que quedaba de su reino, la ultima joya de su tesoro, pase allí todo el resto del día, en silencio sintiendo como mis piernas se acalambraba vez tras vez, supe que la noche había llegado cuando un fiero escalofrío me azoto la espalda.

Así pasaron dos días más.

Respire hondo y tome el puñal y coloque la pinta filosa en mi corazón y encomendé mi alma a Dios.

De repente un golpe sordo... y mucha luz.

Unas manos blancas y frías me sacaron de mi escondite, la luz me cegaba y yo intentaba pobremente de defenderme, cuando por fin pude abrir los ojos vi ante mi unos intensos ojos... dulces como la miel, pero fieros como el veneno de la serpiente del desierto.

Estaba débil, pero aun tenia la fuerza de mis ancestros en las venas, como pude me desprendí de sus manos y me moví lejos de el, un invasor... como los que mataron a mi padre y a mi hermano.

El hombre estaba armado, tenia un sable colgando de la cintura pero sus ojos eran aun mas filosos, levanto las manos como quien quiere atrapar un pájaro y comenzó a caminar en círculos alrededor mío, recordé entonces lo que veia hacer a mi hermano cuando era pequeño, cuando el eunuco Bardiya le enseñaba a luchar.

Plante los pies con fuerza en el piso y sostuve el puñal con el filo hacia atrás de tal forma que no viera en que mano llevaba el cuchillo, lo seguí con la mirada, preparada, a matarlo o a morir.

- ¿Vas a matarme con eso?
- Las mujeres como yo pueden hacerlo con menos.

Y se hecho a reír.

Se fue sobre mi, no se como lo hice, seguramente mis ancestros acostumbrados a usar las armas me guiaron, en medio instante gire mi cuerpo agachándome para esquivar sus brazos y asestarle un corte en el pecho, desgarrando su delicada túnica verde olivo.

El hombre se tocó el pecho, había sido solo un rasguño.

Otra vez, aquella risa sarcástica.

Sus ojos brillaron con ira e intriga, estaba sorprendido tal vez era de aquellos guerreros a los que nunca habían herido y se preguntaba como aquella mujercita, flaca y aparentemente indefensa había llegado a herirlo, era un presuntuoso y un orgulloso, eso se veia a simple vista.

Nuevamente me ataco, pero esta vez, ni siquiera pude verlo, fue como un relámpago en el cielo, de repente estaba contra la pared, me había desarmado y me miraba con furia, tenia mis manos presas con una sola de las suyas y con la otra tocaba mi mejilla, intente patearlo en el estomago, pero no tuve éxito.

- ¡Deja de parecer una salvaje!

Tomo mi cara y en un solo movimiento sentí como mi cabeza se estrellaba contra el muro.

Todo se oscureció, perdiéndome en aquellos ojos que odiaba mas que a cualquier cosa en el mundo.

Desperté en un lugar que reconocí de inmediato, aquella torre olvidada y llena de telarañas donde acostumbraba jugar de niña, no era mas que un lugar donde guardaban cosas viejas e inservibles de las que no se querían deshacer.

Severa comparación, yo, la que fue una vez la princesa Samira, hija de Omar al-Ibayer, hermana melliza del único heredero de Kalim al-Omar, vestida con sedas y perlas, la bella entre las bellas, estaba encadenada de un tobillo en la torre de los cacharros.

Escuche abrirse la puerta, busque de inmediato algo con que defenderme, pero todo estaba acomodado cuidadosamente hacia un lado de tal modo que la longitud de la cadena no me dejara tomar nada, era otra vez, el invasor.

Y no estaba solo, una mujer, blanca de cabellos rubios como el oro lo acompañaba trayendo una bandeja cubierta con un paño.

- Atiéndela y déjala como la gente.

La mujer se me acerco con cautela, aproveche el miedo en sus ojos y me fui contra ella, alcance a quitarle la bandeja derramando un plato de higos y pan junto con un pequeño vaso de agua, cuando estaba lista para ponérsela de corona mis fuerzas me abandonaron y caí desvanecida pero no rendida.

La mujer estaba asustada y se levantaba del piso sacudiéndose el polvo de su amplia falda.

- ¡Podrías dejar de actuar como una salvaje!

Me dijo en tono de regaño.

- ¡Los salvajes son ustedes!

Con gesto de disgusto le indico con un gesto a la mujer para que se fuera, quien le obedeció sin reservas, cuando estaba en la puerta me miro con curiosidad, estaba en el suelo pero no estaba humillada, alargue la mano y tome el plato y lo lance contra su rostro, ella fue rápida y mis manos débiles así que alcanzo a salir antes de que lograra algo mas que darle a la puerta.

- Solo quería traerte algo para que comieras.

Su voz era aparentemente dulce como la miel de sus ojos.

- ¡Porque solo no me cortan la cabeza como a mi padre!

Fue muy tarde cuando comprendí mi error.

Había revelado mi identidad.

- Así que era una princesa.
- Y de que me sirve eso ya.

Me observo un momento, estudiándome.

- ¿Que me ves?
- Nada, princesa.
- No me llames así, si vas a matarme este es tu momento, o tal vez quieres sacarme al jardín y hacer de ello un espectáculo.

El recuerdo de aquella imagen me lleno los ojos de lagrimas, sentí tanta ira de que viera mis lagrimas, que me viera débil, que me viera doblegada ante el, tenia tanto orgullo en las venas que estaba matándome aquel hecho.

- ¿De que hablas?

Se acerco a mí, con pasos firmes, pero algo mas... era nobleza... ¿acaso seria nobleza?

- Tu y tus perros...

Sus ojos lucían contrariados pero no dejaban de ser severos.

- Yo llegue un día después.
- ¡Da igual!
- Tienes razón da igual, para ti y para mi... da igual, sin embargo si mi padre se entera de tu existencia a el no le dará igual.
- ¡No me importa!
- Debería si supieras lo que hace con prisioneras como tu.
- ¡No soy tu prisionera!
- La cadena en tu pie dice otra cosa.
- Nada de lo que pudiera pasarme seria más terrible de lo que ha visto.

El hombre reflexiono un momento y bajo la mirada, lo que me sorprendió mucho.

- No comparto del todo lo que mi padre hace... pero no tengo opción la mayoría de las veces.
- Así que tu padre es el invasor... es bueno saberlo.

Le dije destinándole la mas envenenada de mis miradas.

- Y tú la hija del vencido... también es bueno saberlo.

Lo vi salir con los ojos iluminados por una extraña luz que me intrigaba y me odie a mi misma por ello.

Así una hora mas tarde, la misma mujer volvió a traerme otra bandeja con higos, pan y ensalada y un vaso con agua, me encontró acurrucada contra la pared, con el pelo revuelto y las manos sucias.

No la ataque.

Con miedo se acerco y me dejo la bandeja al lado recogiendo el reguero de antes.

- Come, me cortaran la cabeza si te dejo morir.
- ¿Así que tu morirás si no como?
- El príncipe vio algo en ti, para que te salve la vida, ¿Cuantos años tienes?.
- Diecisiete.
- El príncipe es bondadoso pero sigue siendo el hijo de su padre.

Se retiro en silencio con el rumor de su falda al rozar el piso polvoriento, y yo comí como nunca antes.

Al siguiente apareció con una gran palangana de agua y un vestido limpio, era mío, lo reconocí de inmediato.

- ¿De donde sacaste esto?
- Me lo entrego el príncipe.

Pero el no regresaba, y era mejor así.

Todos los días aquella mujer seguía cuidándome, trayéndome comida y ropa, no era mi amiga, pero me di cuenta que tampoco era mi enemiga, era otra esclava lo mismo que yo, pero ella al menos no estaba encadenada, cuando le pedí que me la quitara su respuesta fue muy sencilla.

- El príncipe no quiere que escapes.
- ¿Porque, que le importa si me encuentran?
- Le importa mucho.

Esa tarde, el príncipe volvió con una delicada llave en las manos, era la llave de mi cadena, se acerco a mi con confianza y me retiro la pesada cadena del tobillo arrugando la frente al ver la marca que me había dejado y me levanto con cuidado.

Sus ojos observaron los míos con intriga viendo que no era agresiva.

- Salgamos un rato.
- En verdad, no temes que escape.
- No podrías.
- Como lo sabes.
- No se, es solo un presentimiento.

Me dejo caminar adelante por el pasillo, subí las escaleras y llegamos al techo de la torre, guarnecida por hermosas almenas, tal como las recordaba.

- ¿Eres Samira, cierto?
- Si, aunque eso ya no tiene importancia.
- Por supuesto que lo tiene, no dejamos de ser lo que somos nunca, Yo soy Aben- Yussef.

Estaba confundida, aquel hombre me hablaba como si me conociera de toda la vida y no como la hija del enemigo, ¿qué pasaba? ¿Qué pretendía? ¿Por qué de repente deseaba que viniera a verme? ¿Por qué extrañaba sus ojos, si debía odiarlos con toda mi alma?

Aben se dedico a hablarme de su país y de las cosas hermosas que extrañaba y de cómo se había visto obligado a dejar sus libros para ir tras su padre en esta guerra que odiaba, me hablo de sus paisajes, extensas llanuras donde los caballos eran como la arena del mar.

Yo lo escuche con atención, hasta que por mi mente cruzo la una oscura idea...si lo empujaba caería y se rompería el cuello, y así le quitaría al invasor algo tan preciado como lo que me habían quitado a mi.

El príncipe estaba de espaldas a mí, un blanco perfecto... pero no pude, no pude hacerlo, tal vez él esperaba que lo hiciera.

- Regresemos.

Lo seguí en silencio, con una inmensas ganas de llorar, porque me sentía así.

- ¡Debo odiarlo es mi deber!

Al entrar de nuevo en la habitación de la torre la encontré muy diferente, había cortinas y tapices por todos lados, floreros y velones aromáticos, una gran tina de porcelana con cortinas y casi todas mis cosas, y dos mujeres que inclinaron la cabeza ante mi con un gesto que conocía muy bien.

- Espero que ahora te sientas mas cómoda.
- Gracias.
- Pero, no debes salir... si quieres seguir viviendo, fuera de esta torre no puedo protegerte.
- ¿Porque lo haces?
- Eso no te debe importar, por ahora.

Los vi irse en silencio, me senté sobre la cama y llore, llore mucho.

Al día siguiente, y casi todos los días el príncipe seguía volviendo hablándome de su país, de las cosas que le gustaba hacer, que le gustaba mas leer que pelear, lo que me pareció increíble teniendo en cuenta su aspecto de guerrero fiero, que le gustaba cazar, y domar caballos salvajes.

- ¿Acaso me comparas con un caballo salvaje?
- ¿Con un caballo? No, una yegua tal vez...

Y aunque debía molestarme su comentario, no lo hizo.

¿Me estaba domando?

Lamentablemente eso era posible, y me ardió el corazón con tanta fuerza que desee odiarlo, pero eso, a esas alturas ya era imposible.

Sin darme cuenta comencé a hablarle de mi, de mi infancia y de lo mucho que había amado a mi padre y a mi hermano, pero lo peor de todo era que ya no lo consideraba culpable de mi perdida, había entendido que no era su responsabilidad, que la espada asesina no había sido la suya, pero eso no significaba que dejara de odiar a su padre por lo que había sucedido, y el lo entendía.

Pasaron casi dos meses, mi existencia era mantenida en secreto por Aben y sus dos esclavas, una tarde me trajo flores y me dijo algo que hasta entonces no creí que me dolería.

- Me voy a casar.

El corazón me salto dentro del pecho, no había razón lógica para que sus palabras me ocasionaran tal dolor, no, no, no podía ser... que estuviera enamorada... de el.

Mis ojos se llenaron de lagrimas, oculte mi rostro tras mis manos y corrí hacia la ventana, en un instante lo sentí en mi espalda abrazándome con fuerza, era la primera vez que lo hacia.

- ¿Porque te casas?
- No pude evitarlo por mas tiempo...
- Y... yo... entonces...

Me giro y me acuno contra su pecho, el sonido de su corazón era pesado y lento, parecía que amenazaba con detenerse cuando sus palabras resonaron en mis oídos como campanas.

- Desearía que fuera contigo...

Llore amargamente mojando con mis lagrimas su túnica blanca, era imposible... imposible que el también sintiera lo mismo.

Pero así era.

Aben regreso a su país seguido por un gran numero de nobles que habían acudido a conocer el nuevo reino, su corazón y el mío no se conformarían con quedarse separados aunque ante los ojos del mundo fuera imposible, Nasira y Jomar me vistieron con sus ropas y las tres salimos junto con el séquito del príncipe rumbo a un país extraño y desconocido, al alejarme, le di un ultimo vistazo al palacio que me había visto correr de niña y me despedí de aquel paisaje por ultima vez.

Cruzamos el mar y pise nuevas tierras, tierras de arenas amarillas que me hirieron los talones, el palacio del príncipe parecía labrado por las manos de sus dioses, dorados, púrpuras y azules adornaban sus paredes con grandes murales que contaban hazañas de victorias y guerras lejanas.

De inmediato fui conducida a una habitación lejana por la que solo se accedía a través de un gran pasillo custodiado por dos guardias armados con sables, de no ser por el pestañeo de sus ojos hubiera creído que eran estatuas.

Nasira y Jomar me quitaron mis ropas de esclava y bañaron en una tina de oro y me colocaron un rico vestido bordado con piedras preciosas y plata, peinaron mi cabello con peines de nácar marino tejiendo cuatro trenzas que acomodaron a lado y lado de mi rostro hasta las rodillas.

Echaron sobre mi rostro un gran velo plateado que me cubría todo el cuerpo y lo ajustaron con una diadema de oro.

- ¿Para que es todo esto?
- Así lo quiere el príncipe.

Una hora después estaba de pie junto con una gran multitud en un gran salón donde el padre de Aben estaba sentado en un trono dorado con su hijo de pie a su lado quien parecía inquieto buscando algo o alguien entre la multitud.

Sonaron las trompetas lo que anunciaba la entrada de alguien importante, un gran camino se abrió entre la multitud cuando varias niñas con ricos vestidos entraron arrojando flores al suelo y detrás de ellas, una hermosa mujer de cabellos rojos y ojos verdes que caminaba con la cabeza adornada por una gran corona de perlas.

El rey se puso de pie y Aben lo siguió bajando las escaleras del trono, yo seguía inmóvil mirando desde primera fila todo lo que sucedía, el príncipe al verme me sonrió con ternura, mientras tomaba las manos de aquella mujer.

Podría haber dado mi vida para ser ella.

Pero definitivamente hay cosas que no pueden ser.

El rey comenzó a pronunciar unas palabras que reconocí sin remedio, era una ceremonia, una boda, los ojos de Aben no se separaban de mí en ningún momento, cuando juro amarla y tomarla por esposa sus palabras y sus miradas fueron completamente mías, cuando la beso en la frente no dejo de mirarme oculta detrás de mi velo plateado.

La nueva princesa inquieta y sabiendo que algo sucedía miro hacia atrás y fijo sus ojos en mi, giro la cabeza tan rápido hacia los ojos de su esposo que la corona callo de su cabeza y rodó por el suelo regando por el piso infinidad de perlas y piedras preciosas que nadie recogió.

Los dos caminaron de la mano por el pasillo en medio de los aplausos y la alegría de la gente que festejaron toda la noche con un banquete digno de tal acontecimiento.

Lejos, en mi habitación el rumor de la música llegaba como latigazos a un condenado, me deje caer en la cama llorando ocultando mis gritos de dolor entre los cojines, cuando lo sentí entrar.

Corrí hacia el y caí a sus pies.

- ¿Porque me hiciste ir a tu boda, no tienes corazón acaso?

Tomo mis manos y me levanto abrazándome tiernamente.

- Porque de alguna forma tenia que probarte que mis juramentos y mi amor serian solo para ti.

Desde entonces, se dice que el príncipe Aben tiene una esposa a la que ama mas que a la propia reina, una que no vive en el harem junto con las otras, una para que vive en una torre fortificada en el extremo norte del palacio.

Una que antes que cualquier otra, antes que la reina... le dará un heredero.

jueves, 24 de junio de 2010

Una foto mia.....


Aqui una foto para mia, para que sepan un poco mas de mi.

miércoles, 23 de junio de 2010

Proxima historia...


La proxima historia que publicare...sera una intrigante historia medieval, les dejo la imagen inspiradora para que se imaginen de que se tratara...

La imagen inspiradora....


Para esta segunda entrega de la primera historia, esta es la imagen inspiradora, desde el primer momento que vi este ramo de rosas rojas no pude evitar relacionarla con la historia de Alejandro y Valeria.

martes, 22 de junio de 2010

ROSAS Y DIAMANTES (Segunda parte)

UNA PAGINA QUE NO HABÍA CONSIDERADO...



¡Me parece increíble!

No, miento...

Era mas bien algo que había visto venir, pero a lo que inútilmente había cerrado los ojos, bajo la estúpida mirada de la ignorancia complaciente de la esposa que pretende o que al menos intenta pretender que desconoce... todo.

Ahora vivía en un pequeño departamento al centro de la cuidad, sin sirvientes, sin segundos pisos, sin ventanas de cristal labrado, sin pisos de mármol, pero aquella sencillez era mas que suficiente para una persona con mi sueldo.

En el trabajo me iba bien, había tomado unos cuantos casos y los había resuelto de forma brillante, según decía la gente, pero por otro lado...solo eran pretextos.

Al principio las revistas de farándula tomaron la iniciativa en publicitar mi separación con Alejandro, no pasaba un día sin que en alguna de ellas dijera algo sobre la noticia bomba del mes, pero ya después de casi dos años la cosa era territorio olvidado, a excepción por una que otra noticia de Alejandro... una modelo, una reina de belleza, y hasta una presentadora de noticiero con la que salía unas cuantas veces y después terminaba por desechar.

Ya era su costumbre.

Como era costumbre compararla conmigo en muchos aspectos, lo que después de un tiempo no me molesto en lo mas mínimo, es como si una gran coraza me cubriera el corazón, que irremediablemente seguía pensando en él.

Durante estos casi dos años el consorcio de Alejandro había crecido mucho, tenía bajo su manejo las finanzas de nuevas empresas que crecían bajo su asesoría, los titulares de las revistas económicas lo situaban como uno de los abogados jóvenes más influyentes del país y eso me alegraba mucho, hasta se llego a sonar como candidato para asesorara a la corte en un complicado caso.

El seguía triunfando y lejos de molestarme, me hacia feliz saberlo.

Se rumoraba posibilidades de divorcio, y uno que otro paparazzi seguía tomándome fotos al salir del trabajo, lo que trataba de ignorar, pero realmente ninguno de los dos estaba interesado en romper el vinculo con el otro, aunque no fuéramos capaces de aceptarlo.

En mas de una oportunidad mando a uno de sus abogados, socios preferiblemente a que trataran de razonar conmigo para que aceptara un apartamento nuevo y una pensión para que solventara mis necesidades básicas, por supuesto que la cantidad de aquella pensión era ridículamente superior a cualquier gasto que yo o cualquier mujer pudiera tener.

Cansada de dar la misma respuesta amable y cordial a sus enviados, todos conocidos míos y de el, les respondí finalmente:

  • Dígale al señor Maldonado que soy feliz con lo que ya me da.

Por supuesto que no entendieron nada, quedando confusos ante mi respuesta.

  • Pero Valeria estas rechazando... una gran suma.

  • Solo díganle eso.

Fue el único caso que los abogados de Maldonado y asociados. Perdió.

Sonara estúpido del todo, pero esperaba con ansiedad a que llegara el viernes para encontrar en mi puerta el inmenso ramo de rosas rojas que seguía mandándome, las tomaba del piso donde el mensajero las dejaba y las colocaba en un jarrón con agua sobre la mesa del comedor y las miraba largo rato, pensando en él hasta que las lagrimas terminaban por empañar mis ojos y me dejaba caer sobre la mesa ahogando un grito desesperado ocultando mi rostro entre mis manos.

Lo seguía amando, con todo mi ser, pero el no tenia porque enterarse, solo le rogaba a Dios que no me lo encontrara en algún juzgado o en la calle de la mano con otra, me hubiera desmoronado allí mismo.

Pero gracias a Dios eso no pasaba, era como si viviéramos en mundos diferentes, en el suyo y yo en el mío aunque la línea que nos separara fuera muy fina.

Aquella línea que yo misma había trazado y que Alejandro reforzaba con otra mas gruesa al frente.

El celular seguía sonando de vez en cuando, y la respuesta era la misma, la misma de siempre, hasta que un día... conteste, de eso hace casi un mes.

Era viernes, llegaba del trabajo muy tarde, como siempre tratando de ocuparme lo mas que pudiera para no tener tiempo libre y volver a pensar en el, junto a la puerta estaba el ramo de rosas rojas de siempre, lo tome entre mis brazos y abrí la puerta de aquella inmensa soledad que lo llenaba todo, encendí las luces y cambie las rosas viejas por las nuevas.

  • ¿Porque te es tan difícil... que yo sea la única en tu vida?

Me quede esperando sentada en la silla del comedor como si las flores fueran a contestarme, me levante a punto de llorar y me fui a mi habitación arrastrando a cuestas un amor que no podía soportar en silencio.

Me tire en la cama vestida, dejando el bolso aun lado cuando el celular sonó, me levante y mire el numero de Alejandro en la pantalla, mi corazón latía a mil como siempre que escuchaba su llamada.

Seria tan fácil.

Solo seria una palabra, y volveríamos a estar juntos.

Yo sabia porque lo haría... pero el sabia porque lo hacia, el sabia porque me buscaba, sabia porque me llamaba.

Eso deseaba saber yo.

Conteste la llamada y simplemente escuche.

  • ¿Valeria, me escuchas?

Mi corazón temblaba en medio del pecho, su voz, de nuevo su voz, como deseaba verlo de nuevo, abrazarlo, besarlo, pero no... no podía ceder a mi antigua vida de nuevo, no de aquella forma.

  • Valeria, se que me estas escuchando, solo quería saber como estabas y... Recordarte que pienso mucho en ti, me gustaría mucho verte, aunque solo fuera un momento... ¿Puedes?

Nos quedamos en silencio los dos, podía escuchar su respiración en el teléfono y tal vez él escuchaba la mía... pero no le conteste.

No podía.

Durante toda la noche tuve pesadillas en donde cosas malas le pasaban a Alejandro y termine despertando a las siete de la mañana como si no hubiera dormido nada.

En la mesa de noche el celular volvió a sonar, era Alejandro, de nuevo.

¿De nuevo?

¿Porque?

Volví a contestar, y escuche.

  • Valeria... Creo entenderte... y no te molestare mas... como rechazaste lo que te quería dar, haré lo que tu misma dijiste que te hacia feliz, creo entonces... que este es un adiós definitivo... estoy en el aeropuerto, voy a Barcelona a cerrar un contrato muy importante... ¡Deséame suerte!... es solo que por alguna razón me hubiera gustado verte antes de irme...

Las lagrimas inundaron mi rostro rápidamente como si estuviera bajo la lluvia.

  • ... Sé que no me vas a creer, pero te sigo amando.

Tome un gran trago de aire para hablarme para decirle que... yo también lo amaba, cuando escuche la llamada cortarse.

Mis manos temblaron como hojas al sentir como mi corazón se rompía de nuevo.

  • ¿Seria verdad, me amaba?

  • ¡Quiero creer!

Me bañe tan rápido como pude y me vestí con un sencillo vestido blanco de falda amplia y escote cuadrado adornado por una flor dorada y unas sandalias altas doradas, salí del apartamento dando un fuerte portazo, llegue al ascensor y las puertas se cerraban frente a mi rostro.

  • ¡Maldita sea!

Corrí por las escaleras y las baje tan rápido como pude, en la calle tome un taxi rumbo al aeropuerto.

Tenia que alcanzarlo.

Arrojarme sobre sus brazos y decirle que lo amaba.

Darnos una oportunidad.

Una ultima oportunidad

Me baje corriendo cuando llegamos al aeropuerto dejando al conductor con el vuelto del billete con el que le había pagado, corrí por los pasillos desesperada hasta el puente internacional chocándome muchas veces con otras personas.

Vi en la inmensa pantalla de plasma del puente que el vuelo a Barcelona estaba abordando, y aun estaba lejos.

Seguí derecho subiendo un grupo de escaleras cuando vi el reflejo rubio de su cabello cuando pasaba la puerta de abordaje entregándole a la azafata el boleto, y desaparecer.

Un amargo golpe asesto en medio de mi pecho, como si una gran bola de demolición me destruyera el alma dentro del cuerpo, cuando llegue me quede de pie frente a la gran ventana de cristal viendo como el avión carreteaba y se ubicaba en la pista.

Se había ido.

Bajo la mirada de algunos curiosos que me habían visto correr por los pasillos regrese por el mismo camino con pasos lentos y pesados, tome otro taxi y regrese a mi casa.

Un vacío indescriptible me asechaba en cada centímetro de aquel lugar, pense que estaba acostumbrada a esa sensación pero era mentira, de nuevo me sentía desolada y abandonada, como si no tuviera razón en el mundo para seguir aparentando una fortaleza que no existía, un valor que había perdido desde hacia mucho.

Y en silencio de nuevo llore.

Inicie la semana trabajando duro, tomando mas de un caso a la vez para regresar tan cansada y caer rendida y no pensar en nada, el viernes de la siguiente semana encontré un nuevo ramo de rosas rojas al regresar del trabajo y lo agradecí mas que cualquier otro... seguía pensando en mi.

Y al día siguiente, al abrir la puerta encontré un sobre blanco.

Mire a lo largo del pasillo, y no vi a nadie.

Recogí el sobre y entre...

Me quede de pie en medio de la sala sin saber que hacer, confundida, me deje caer pesadamente en el sofá y abrí el sobre, en el solo encontré una pagina en blanco que decía:

  • “De alguien que te ama y quisiera estar en tu vida”

Como todos los viernes recibía las rosas de Alejandro y en el transcurso de la semana la carta del extraño, de aquel desconocido que decía amarme en silencio.

Me entere por Melissa que Alejandro había regresado trayendo en el bolsillo un contrato millonario con una empresa española y casi una semana después... me entere por el noticiero que lo habían visto con la nueva presentadora de farándula del canal más importante del país y lo peor...que vivían juntos.

Apague el televisor y tire el control contra el piso con rabia y decepción.

  • “Porque no se muere de una vez lo que siento por ti”

Y decidí no volver a llorar por él.

Aunque no pudiera dejar de amarlo.

Las cartas de mi admirador secreto llegaban todas las semanas, eran cartas de amor, de una belleza tan sublime y tan sinceras que a veces me hacían desear que Alejandro me amara con aquella adoración que decía sentir por mí aquel extraño que había llegado a mi vida de alguna forma imprevista.

  • “Es tan difícil verte, y no poder acercarme, quisiera hacerme invisible para estará a tu lado sin que te dieras cuenta”

  • “Solo puedo pensar en ti, solo puedo soñar contigo, nadie mas ocupa mi corazón”

Quien podría decir que me amaba de esa manera y no conocerme, la idea era casi imposible de aceptar, pero aquellas cartas aunque fueran de un desconocido eran hermosas, muy hermosas.

Al día siguiente por la tarde al doblar un pasillo de un centro comercial me encontré con Alejandro, hacia meses que no lo veia y ambos nos sorprendimos mucho, fue como ver a un fantasma, me quede inmóvil por un momento y trate de seguir de largo, hasta que su mano tomo la mía con fuerza deteniéndome.

  • ¡Deseaba verte!

  • Me tengo que ir, Alejandro.

  • ¡No, esta vez me tendrás que escuchar, solo puedo pensar en ti, solo puedo soñar contigo, nadie mas ocupa mi corazón... aunque mis acciones te digan lo contrario.

Creo que me quede totalmente pálida cuando lo escuche decir aquellas palabras, me safé de su mano como pude y seguí de largo hasta sentarme en una banca de hierro forjado en una zona verde del centro comercial.

Lo sentí sentarse a mi lado, y mirarme en silencio.

  • ¿Eras tu? ¡Las cartas eran tuyas!

  • Intento olvidarte, sacarte de mi corazón pero no puedo, no puedo hacerlo... de alguna forma tenia que estar cerca de ti.

  • ¡No quiero oírte!

Sentí sus brazos alrededor mío, con aquella calidez que recordaba tanto, y de nuevo lo sentí sincero, sabia que no me mentía, sabia en mi corazón que decía la verdad... ¿Como era posible que sus acciones distaran tanto de la realidad?

  • No he podido hacer que me odies.

Levante la cabeza aun mas confundida y vi su rostro mirar inexpresivo el cielo.

  • ¿Que?

  • Porque si me odiabas, si me sacabas de tu corazón seria mas fácil para mi aceptar que bajo ninguna circunstancia me aceptarais de nuevo.


Alejandro me observo en silencio retirando con sus dedos las lagrimas que recorrían mi rostro, me apretó fuerte contra su pecho y me beso hasta que mis lagrimas llegaron hasta sus labios.

Esa noche, aunque seguía siendo su esposa, fui la otra, yo fui la otra, la que se robaba a Alejandro de su casa, de aquella mansión de ensueño, la culpable de que ella, la que ahora vivía en la que una vez fue mi pequeño palacio se quedara esperándolo casi todas las noches.

Desde entonces, Alejandro me visita casi a diario, por las noches después que sale del trabajo, algunas veces se queda conmigo, otras no.

Me había convertido en la otra.

Y era feliz.

Alejandro termino por aceptar el cargo de consultor de la corte suprema dividiendo su tiempo en la oficina y otras tantas veces en la corte.

En mas de una ocasión las personas se quedaban confundidas cuando lo veían entrar a el, una figura publica del país, sin escoltas... a un barrio del centro y entrar en sencillo edificio de apartamentos.

Yo, la esposa, y la otra al mismo tiempo.

Pronto se rumoro que el gran abogado Alejandro Maldonado sostenía un nuevo romance con una joven abogada de una empresa inmobiliaria...pero la gran sorpresa se la llevaron los periodistas cuando averiguaron que la supuesta amante...era Valeria Alcázar...de Maldonado.

Alejandro no dejo a la dejo y yo tampoco se lo exigí, ella allá en la mansión, disfrutando de las joyas, del prestigio, de los lujos, de los sirvientes y de la vida fácil veia con ira como su gran triunfo económico y su felicidad se empañada por culpa de una mujer que vivía en un sencillo apartamento en el centro, que no vestía de diseñador, ni se hacia peinar de los mejores estilistas, una mujer que se robaba a su marido casi todas las noches, aunque el termino de ladrona no fuera el mas indicado para mi.

Mucha gente me juzga como una loca, dicen que no tengo amor propio al no exigirle nada mas a Alejandro, al vivir de aquella forma, pero ellos no saben porque lo hago, nadie lo sabe.

Sin embargo tratare de explicarlo con el animo no de justificarme, sino con el ferviente deseo de ser comprendida... Alejandro no cambiaría, eso lo supe desde siempre, y no cambiara en ningún momento, como no cambiara en mi el hecho de que yo lo ame mas que a mi vida.

Entonces, si su instinto de cazador es tan fuerte, yo le proporcionaría, en nombre de ese amor lo que él quería, una amante.

Yo seria su amante entonces, su esposa y su amante.

Y aunque suene raro... teniéndolo de esa forma soy feliz, así siento que me pertenece mas que cuando era yo la que vivía en su casa.

Hoy, precisamente hoy lo espero, he llegado del trabajo, hice la cena evitando el olor de cebolla a toda costa, puse velas en la mesa del comedor y coloque sus rosas en agua, como siempre...

Me asome en el balcón y a lo lejos veo asomar su carro por la esquina.

Hoy es viernes, pero no uno como cualquier otro.

Me ha llamado insistentemente todo el día al celular interrumpiéndome en el trabajo e interrumpiendo el de el, con la misma pregunta, formulándola de diferentes maneras para hacerme confesar como todo buen abogado.

En ultimas ha intentado negociar, me ha ofrecido rosas, diamantes, un viaje nosotros solos a las islas griegas... en fin... todo lo que su dinero podría comprar para que conteste a su pregunta que afirma le quema el corazón desde hace dos días.

Y siempre le he dicho lo mismo.

  • Nada de lo que pudieras darme... te dará la respuesta.

Desde el balcón lo vi llegar, sus ojos verdes fulguraban con un brillo chispeante cuando bajo del carro y me vio esperándolo en el balcón, una gran sonrisa cruzo por su rostro y entro al edificio.

Toco el timbre varias veces antes de que abriera la puerta, cuando estuvo frente a mi me tomo de la cintura y me elevo hasta sus labios para besarme, cuando me bajo me sentí mareada de nuevo... me tambalee... sus brazos me sostuvieron casi temblando igual que yo.

  • ¡Es cierto, dime por favor que es verdad!

  • Sí, es verdad.

  • ¿Cuanto?

  • Cuatro semanas.

sábado, 19 de junio de 2010

El lunes...

Para el lunes, segunda parte de ROSAS Y DIAMANTES a solicitud de mis estudiantes, para ellos, dedico esta segunda parte de un cuento que originalmente terminaba alli.

miércoles, 16 de junio de 2010

La imagen inspiradora de esta historia.


Esta es la imagen que inspiro la historia numero 1, ROSAS Y DIAMANTES, espero que les guste a ustedes tanto leerla como me gusto a mi escribirla.