A veces la vida es mas de lo que vemos, mas de lo que escuchamos, mas de lo que podemos alcanzar...
martes, 27 de julio de 2010
LA SOCIEDAD DE LAS TARJETAS
Algunas veces no crees en las cosas hasta que estas te atropellan, y de la peor manera, sin embargo eso no significa que ahora promueva creer en los famosos mitos urbanos, pero de vez en cuando es bueno albergar las dudas.
No quiero comenzar con:
“todo comenzó cuando...”
No, no es mi estilo, y creo que no lo será nunca, simplemente contare lo que paso recordando en mi memoria los nombres pero cambiándolos en la realidad, cosa que muchos me agradecerán, especialmente algunas personalidades publicas y una que otra modelito.
No puedo evitar reírme, pero no lo hago con cinismo.
Aunque quieran pensar que es así, simplemente me asombro de cómo infinidad de cosas pueden estar pasando a nuestro alrededor y nosotros hacer el papel de ignorantes, ignorantes, algunos contentos, otros conformes.
Escuche por accidente una de esas conversaciones donde un tipo se gloría de su ultima aventura, de lo linda que era, incluso mencionando detalles que rayaban en lo claramente explícito, teniendo en cuenta que hablaban en el baño de la oficina.
Soy despreciable, pero nunca he llegado hasta ese punto.
Salí del cubículo cuando se habían ido, me lave las manos y encendí el modrno secador de manos recordando casi un año después como había comenzado todo y como camine por un sendero de vidrios sin importarme en lo mas mínimo, y aunque no fue de forma literal el dolor si fue el mismo.
Estaba trabajando, daba los últimos toques al plano de la casa modelo de la nueva urbanización cuando mi celular comenzó a vibrar en el escritorio, lo abrí y mire en la pantalla el numero... pero no había numero, era uno de esos números privados que no parecen en el identificador.
Contesté.
- ¿Aló?
- Hola Esteban.
La voz era dulce y extrañamente familiar, como si me conociera de toda la vida, como si hablara con un amigo.
- ¿Quién habla?
- Eso depende.
- ¿Depende de que?, Sabe algo... estoy trabajando y estos jueguitos no me gustan así que búsquese otro id...
- Calma Esteban, me habían dicho que ante todo eras un caballero.
Me quede en silencio, sentí tres surcos en la frente preguntándome en que consistía aquella extraña llamada.
- ¿Ya revisaste tu correo?
- Lamento no poder seguir con su juego señorita, estoy trabajando.
- ¿No lo harás?, Solo por curiosidad... ¿Ya revisaste los sobres acumulados sobre tu escritorio?
Alargue la mano y revolví los sobres no había nada fuera de lo común, me sentí un perfecto idiota haciendo lo que una desconocida sin ocupación aparente me ordenaba por el celular.
- ¿Y que se supone que debo encontrar?
- Un sobre blanco.
Casi se me congela el corazón cuando efectivamente encontré el sobre blanco en el fondo de la bandeja, lo tome y con el me puse de pie observando las caras de mis compañeros en los otros puestos de trabajo, todos estaban como hipnotizados frente a los computadores con el reflejo azul de la luz en las pupilas y el inconfundible sonido de las teclas al ser pisadas por los ágiles dedos de una que otra que si sabia digitar.
- ¿De que se trata todo esto, es una extorsión o que?
Escuche su risa al otro lado de la línea como si estuviera riéndose detrás de mí.
- Tienes que ser un poco mas creativo Esteban o me decepcionaras, me imagino que estas de pie frente a tu escritorio observando el rostro de tus compañeras de trabajo, pero ninguna esta hablando por celular, ¿Me equivoco?
- No.
- Seguramente también estas mirando quien falta en los cubiculos para sacar por defecto a la persona que te llama, ¿Me equivoco de nuevo?
- No.
- Eso pense.
Me senté con cuidado con el sobre en la mano derecha escuchando su respiración terriblemente tranquila.
- ¡Abre el sobre! ¿No tienes curiosidad?
- Antes que curioso soy prudente.
- Precisamente por eso te elegí, en todo caso, eres libre de hacerlo.
- ¿De que se trata esto?
Había colgado.
Me quede como una estatua con el celular en la mano, definitivamente aquello había sido extraño, observe el sobre no tenia remitente, pero en cambio si tenia mi nombre muy claro impreso en una tira de papel donde se especificaba la oficina y la dependencia.
Encendí la lampara de lectura y lo mire a contraluz.
- Al menos no tiene ántrax.
Pense.
Lo abrí con un abrecartas y de el callo sobre el escritorio una tarjeta plateada, con una gran estrella negra en el centro, tome la tarjeta y la voltee, tenia mi nombre completo impreso en lo que parecía ser un papel finisimo y caro, además tenia una dirección y debajo la leyenda:
Entrada V.I.P
Mi mente viajó como un rayo por las calles de Bogotá reconociendo el lugar, norte, muy al norte, e increíblemente no muy lejos de mi apartamento, lo pense unos momentos y tire la tarjeta en el ultimo rincón de mi escritorio y seguí trabajando.
Pararon los días y aquella tarjeta parecía una alegoría del Corazón Delator de Edgar Allan Poe, palpitando, rechinado dentro del escritorio, entre veces llamándome y pronunciando mi nombre acusándome de cobarde.
Porque dejaría que una llamada y un simple pedazo de papel me robaran la tranquilidad, mi cultura y mi formación no me lo permitían, así que seguí ignorándolo todo, hasta el viernes.
El viernes... ese día había quedado de salir con Alexia, mi novia, y por lo general aquellas salidas terminaban convirtiéndose en todo el fin de semana, teniendo en cuenta que su trabajo y el mío no nos permitían vernos en semana.
Deseaba como un loco verla de nuevo, pero aquella estrella negra estaba amenazando por acabar con mi cordura si no hacia nada al respecto.
Así que cometí mi primer error.
Llame a Alexia y cancele nuestra cita de todos los viernes, ¿Cómo había podido hacer eso?
Ella en su infinita comprensión se trago entero el cuento del seminario en la oficina.
¿De me donde salieron las palabras?
No lo sé, pero fluyeron de una forma tan natural que al colgar el teléfono me sentí miserable, irónicamente no me sentía así por mentirle a ella, no, no me sentí mal por mentirle al alma más pura que había conocido hasta el momento, sino por dejarme llevar por aquel sentimiento tan infantil y ciego como es la curiosidad.
Tal y como la sinuosa voz del teléfono había dicho.
Eran las diez de la noche y estaba frente a una elegante verja de hierro forjado con tres gorilones en la entrada, cada uno media como dos metros, estaban uniformados, usaban intercomunicadores y era obvio que lo que había debajo de esos sacos hechos a la medida no eran de juguete.
Subí por una rampa y me detuve frente a ellos apagando las luces del carro, uno de ellos se acerco, baje el cristal y para no parecer un adolescente ridículo solamente le entregue la tarjeta, el hombre la tomó y fue con sus dos compañeros, lo vi ponerse la mano en el oído y pronunciar mi nombre, saco de su bolsillo una extraña linterna y proyecto una luz morada sobre la tarjeta, al parecer leía un código y lo dictaba numero por numero.
Tenia las manos sobre el volante, consideraba la posibilidad de dar marcha atrás y salir de aquel extraño lugar, pero nuevamente la curiosidad podía mas que la lógica que me gritaba como una mujer histérica que nada bueno podía estar pasando mas allá de aquellas puertas.
O tal vez algo tan bueno que resultaba siendo malo.
El hombre que me había recibido me indico con un gesto.
- Bienvenido.
Deje el carro parqueado en uno de los pocos espacios libres que había en el inmenso jardín frente a una mansión del más puro estilo republicano, en el centro el repiquetear del agua en la fuente solo podía confirmar mis sospechas, desvíe los ojos hacia los demás autos, Maceratti, Ferrari, Mercedes...
Respire profundamente y seguí el sendero empedrado a lo lejos detrás de los muros de la casa se oía lo que parecía ser el vibrante sonido de la música, camine por el empedrado con las manos en los bolsillos, subí las escaleras y hasta encontrarme con otro par de gorilas, esta vez no se preocupaban por ocultar sus armas.
- ¿En donde me estoy metiendo?
Las puertas se abrieron y entre a un salón inmenso lleno de gente en elegantes sillones blancos, las lamparas de cristal que colgaban a lado y lado del techo reflejaban en las paredes las luces proyectadas desde un complejo sistema robotico.
Regados por todo el lugar bajaban desde el techo relucientes tubos plateados donde chicas asiáticas bailaban haciendo piruetas de gimnasta olímpica, desde la parte más alta y casi sobre la tarima central caía un delicado columpio donde una mujer menuda y delgada se mecía recorriendo casi todo el lugar sin ningún tipo de protección.
Al fondo emergía una gran escalera que comunicaba el salón con el segundo piso el cual era mas bien una especie de balcón desde donde mas gente observaba el espectáculo, a ambos lados de la escalera caían don inmensas telas púrpuras desde donde dos hermosas acróbatas se deslizaban como gusanos.
En el centro de aquel salón había una especie de tarima pequeña donde una rubia delgadisima con los zapatos más extraños del mundo cantaba en vivo la canción de moda en las discotecas, no podía ser una imitadora, ella la autentica.
- Ni siquiera sabia que estaba en el país.
- Y no tiene porque saberse, es un espectáculo privado.
Me dijo una voz sibilante detrás de mí, voltee y era una hermosa pelirroja con un uniforme de mucama francesa brindándome una copa de vino de la bandeja que sostenía.
- ¿Es nuevo?
- Sí.
¿A que se refería?
Minutos después estaba con una copa de vino tinto en la mano derecha y en la izquierda llevaba un extraño control remoto y estaba sentado en un sofa blanco a un lado del salón, a mi lado reconocía al director del banco estatal, mas adelante el jefe de la subdivisión de crímenes especiales de la policía, y casi diagonal estaba nada mas y nada menos que el gerente de la empresa de bebidas mas prosperas del país, todos ellos personalidades fácilmente reconocibles.
¿Y yo quien era para estar en aquel lugar?
A mi lado se sentaron un par de árabes con su traje tradicional blanco.
- ¿Esperando la subasta?
- Sí... por supuesto.
No diría otra cosa, al menos no parecería un idiota.
Comencé a hablar con aquellos desconocidos rápidamente como si fuéramos amigos de toda la vida, la cantante concluyo su espectáculo y de forma automática la música siguió por un conocido disk jockey.
De las escaleras bajo una elegante dama vestida de negro, una señora para ser mas precisos anunciando el inicio del espectáculo central, las luces se hicieron mas tenues, bajo las escaleras una preciosa mujer en un interesante biquini plateado que usaba muchos collares de perlas que le cubrían el torso.
¡Es la del calendario... mi hermano lo compró la semana pasada!
El corazón se me acelero de inmediato, no podía creerlo, los hombres a mí alrededor presionaban botones en el control remoto, me quede observando los colores sin saber que hacer.
Los árabes dijeron algo en su lengua y se rieron estrepitosamente, la segunda en bajar era actriz, como no reconocerla si mi madre moría por ver el final de la telenovela, la tercera era presentadora de farándula, modelo, y otras que no eran figuras publicas pero si las reconocida como miembros de la alta sociedad, la hija de... la sobrina de... la prima de... la hermanita del...
- ¡Por Dios santo!
No pude decir nada mas, el estomago se me revolvió de puro espanto y cuando estaba a punto de ponerme de pie e irme, por todas las implicaciones que estar en aquel lugar traía consigo una mano fría y delgada se apoyo en mi hombro.
- ¿Algo que te guste?
Esa voz...
Me miro y siguió de largo, esa voz era la de aquella extraña llamada, me levante y la seguí, seguí entre la gente su largo cabello negro sobre su espalda descubierta, siguiendo como un condenado el ondeante movimiento de su vestido rojo.
Subimos las escalera hasta otro salón donde solo habían unos pocos que hablaban en sofás blancos, atendidos por bellísimas mujeres, la desconocida se sentó en el único sofá libre que había llamándome con la mirada.
- ¿Que sigue ahora?
Le pregunte sentándome a su lado observando sus delicados ojos color esmeralda.
- Sinceramente pense que ya no vendrías Esteban.
- ¿Cómo sabes nombre?
- Eso realmente no es lo importante aquí.
- ¿Que lo es entonces?
- No seas impaciente... disfruta la fiesta.
- Soy de pocas fiestas.
- Eso es una gran mentira, y si mientes aquí estarás en grave peligro.
- ¿Peligro?
Me miro con intriga, buscando algo en mis ojos, midiendo mis reacciones.
- Lo que sucede aquí no sale nunca de aquí, ¿Entiendes?
- Y si no fuera así.
- Nos encargaríamos personalmente de que fuera silenciado aquel que quebrante las reglas.
- ¿Reglas?
Fue entonces cuando todo se me explico.
En aquel lugar se desidia el destino del país, se montaban gobernantes y se bajaban otros, se movían los millones que los mortales no podíamos contar, se cerraban tratos y hasta se arruinaban intencionalmente otros con una copa en la mano y una modelo sentada en las rodillas.
En aquel lugar, se desidia lo que salía en los noticieros, en los periódicos, lo que se debía saber y lo que no, incluso se jugaba con la vida ajena.
Se hacían acuerdos, tratos, contratos... y demás.
Prestamos que los bancos no podían solventar, sin una sola firma...
Dos meses después estaba en Dubai diseñando la fachada de un nuevo hotel parta los árabes que se habían sentado a mi lado, ganaba mucho dinero, ese es y sigue siendo el mayor aliciente.
Esto lo explica todo.
Aquel lugar es el centro de reuniones de una sociedad secreta que se conoce en los mitos urbanos como la sociedad e las tarjetas, de la que soy miembro desde hace un año largo, en aquella sociedad todos nos hacemos favores a todos.
No podemos negarnos, pues cuando un favor es pedido es porque ya se ha considerado que la persona esta en la capacidad de hacerlo.
Influencias, dinero, poder, puestos, contratos, importaciones, todo se maneja a base de un sentimiento de lealtad condicionada por el secreto, pues no puedes revelar las relaciones que nos unen, ni la de los demás porque todo el imperio que nos hace ricos caería al piso y eso no le gustaría a la mayoría.
Además favor se debe pagar con otro cuando lo necesites, así se mueve todo.
Mas que lealtad es tu vida, bastante clara fue Diana, la encargada de la sociedad en Colombia, la misma que me había llamado a mi celular un año atrás y con quien tengo una relación mas que profesional.
No lo siento, mas bien no pude evitarlo, era casi necesario.
Desde entonces he trabajado en varios proyectos, Dublín, Tokio, Brúcelas y París, lo que ha logrado absorverme casi por completo, en algunos solo he cobrado los viáticos y en otros he cobrado mucho menos, sin embargo lo realmente impresionante es como mis amigos pueden mover los hilos para que las mejores empresas terminen dejándome sobre el escritorio sus proyectos rogándome para que el mejor arquitecto del país los tome.
Ahora no trabajo solo, lidero un consorcio de arquitectos donde he empleado a otros arquitectos brillantes, algunos contratados como un favor.
El prestigio de mi oficina y de mí como arquitecto ha subido como la espuma, he ganado muchos contratos importantes y por supuesto mucho dinero, con la única condición de que debo ir de vez en cuando a hacer favores sin importar el lugar, a supervisar obras de otros miembros de la sociedad, a constatar si los diseños son los adecuados y si los costos que las constructoras dan son los correctos, favores a los que no puedo negarme.
Pero lo hago con gusto sabiendo que después podré disponer de sus influencias para mi beneficio.
No sé si es necesario que sepas esto, lo mas probable es que sea un error.
Si todo sigue igual, seguiré llevando esta vida a tus espaldas amparado y alentado por tu paciencia y tu costumbre de nunca preguntarme nada.
Pero en caso de que me suceda algo, tendrás una explicación que te haga comprenderlo todo y aunque ya nos vemos muy poco he dispuesto todo para que no quedes desprotegida si algo llega a pasar.
Pero si estas leyendo esto... seguramente estaré muerto, y debes obedecerme estrictamente, no quiero que llores por mí, ni que cambies en nada tu vida, nada de lutos ni visitas a mi tumba, si es que llego a tenerla.
Seria peligroso.
Desconéctate por completo de mi familia, destruye cualquier foto que tengas conmigo, cancela correos electrónicos y números de celulares hasta el momento, cancela de igual modo tu cuenta bancaria, messenger y cualquier otra forma de contactarte.
Encontraras mas instrucciones en el sobre donde encontraste este documento, síguelas al pie de la letra.
Sin embargo, no me queda mas que decirte que te amo y si decidí dejar esto por escrito es para que nunca llegues a pensar que te falto amor o comprensión o que cometiste algún error que me llevo a este desenlace.
Lo hago para que sepas que todo fue mi elección.
No quiero comenzar con:
“todo comenzó cuando...”
No, no es mi estilo, y creo que no lo será nunca, simplemente contare lo que paso recordando en mi memoria los nombres pero cambiándolos en la realidad, cosa que muchos me agradecerán, especialmente algunas personalidades publicas y una que otra modelito.
No puedo evitar reírme, pero no lo hago con cinismo.
Aunque quieran pensar que es así, simplemente me asombro de cómo infinidad de cosas pueden estar pasando a nuestro alrededor y nosotros hacer el papel de ignorantes, ignorantes, algunos contentos, otros conformes.
Escuche por accidente una de esas conversaciones donde un tipo se gloría de su ultima aventura, de lo linda que era, incluso mencionando detalles que rayaban en lo claramente explícito, teniendo en cuenta que hablaban en el baño de la oficina.
Soy despreciable, pero nunca he llegado hasta ese punto.
Salí del cubículo cuando se habían ido, me lave las manos y encendí el modrno secador de manos recordando casi un año después como había comenzado todo y como camine por un sendero de vidrios sin importarme en lo mas mínimo, y aunque no fue de forma literal el dolor si fue el mismo.
Estaba trabajando, daba los últimos toques al plano de la casa modelo de la nueva urbanización cuando mi celular comenzó a vibrar en el escritorio, lo abrí y mire en la pantalla el numero... pero no había numero, era uno de esos números privados que no parecen en el identificador.
Contesté.
- ¿Aló?
- Hola Esteban.
La voz era dulce y extrañamente familiar, como si me conociera de toda la vida, como si hablara con un amigo.
- ¿Quién habla?
- Eso depende.
- ¿Depende de que?, Sabe algo... estoy trabajando y estos jueguitos no me gustan así que búsquese otro id...
- Calma Esteban, me habían dicho que ante todo eras un caballero.
Me quede en silencio, sentí tres surcos en la frente preguntándome en que consistía aquella extraña llamada.
- ¿Ya revisaste tu correo?
- Lamento no poder seguir con su juego señorita, estoy trabajando.
- ¿No lo harás?, Solo por curiosidad... ¿Ya revisaste los sobres acumulados sobre tu escritorio?
Alargue la mano y revolví los sobres no había nada fuera de lo común, me sentí un perfecto idiota haciendo lo que una desconocida sin ocupación aparente me ordenaba por el celular.
- ¿Y que se supone que debo encontrar?
- Un sobre blanco.
Casi se me congela el corazón cuando efectivamente encontré el sobre blanco en el fondo de la bandeja, lo tome y con el me puse de pie observando las caras de mis compañeros en los otros puestos de trabajo, todos estaban como hipnotizados frente a los computadores con el reflejo azul de la luz en las pupilas y el inconfundible sonido de las teclas al ser pisadas por los ágiles dedos de una que otra que si sabia digitar.
- ¿De que se trata todo esto, es una extorsión o que?
Escuche su risa al otro lado de la línea como si estuviera riéndose detrás de mí.
- Tienes que ser un poco mas creativo Esteban o me decepcionaras, me imagino que estas de pie frente a tu escritorio observando el rostro de tus compañeras de trabajo, pero ninguna esta hablando por celular, ¿Me equivoco?
- No.
- Seguramente también estas mirando quien falta en los cubiculos para sacar por defecto a la persona que te llama, ¿Me equivoco de nuevo?
- No.
- Eso pense.
Me senté con cuidado con el sobre en la mano derecha escuchando su respiración terriblemente tranquila.
- ¡Abre el sobre! ¿No tienes curiosidad?
- Antes que curioso soy prudente.
- Precisamente por eso te elegí, en todo caso, eres libre de hacerlo.
- ¿De que se trata esto?
Había colgado.
Me quede como una estatua con el celular en la mano, definitivamente aquello había sido extraño, observe el sobre no tenia remitente, pero en cambio si tenia mi nombre muy claro impreso en una tira de papel donde se especificaba la oficina y la dependencia.
Encendí la lampara de lectura y lo mire a contraluz.
- Al menos no tiene ántrax.
Pense.
Lo abrí con un abrecartas y de el callo sobre el escritorio una tarjeta plateada, con una gran estrella negra en el centro, tome la tarjeta y la voltee, tenia mi nombre completo impreso en lo que parecía ser un papel finisimo y caro, además tenia una dirección y debajo la leyenda:
Entrada V.I.P
Mi mente viajó como un rayo por las calles de Bogotá reconociendo el lugar, norte, muy al norte, e increíblemente no muy lejos de mi apartamento, lo pense unos momentos y tire la tarjeta en el ultimo rincón de mi escritorio y seguí trabajando.
Pararon los días y aquella tarjeta parecía una alegoría del Corazón Delator de Edgar Allan Poe, palpitando, rechinado dentro del escritorio, entre veces llamándome y pronunciando mi nombre acusándome de cobarde.
Porque dejaría que una llamada y un simple pedazo de papel me robaran la tranquilidad, mi cultura y mi formación no me lo permitían, así que seguí ignorándolo todo, hasta el viernes.
El viernes... ese día había quedado de salir con Alexia, mi novia, y por lo general aquellas salidas terminaban convirtiéndose en todo el fin de semana, teniendo en cuenta que su trabajo y el mío no nos permitían vernos en semana.
Deseaba como un loco verla de nuevo, pero aquella estrella negra estaba amenazando por acabar con mi cordura si no hacia nada al respecto.
Así que cometí mi primer error.
Llame a Alexia y cancele nuestra cita de todos los viernes, ¿Cómo había podido hacer eso?
Ella en su infinita comprensión se trago entero el cuento del seminario en la oficina.
¿De me donde salieron las palabras?
No lo sé, pero fluyeron de una forma tan natural que al colgar el teléfono me sentí miserable, irónicamente no me sentía así por mentirle a ella, no, no me sentí mal por mentirle al alma más pura que había conocido hasta el momento, sino por dejarme llevar por aquel sentimiento tan infantil y ciego como es la curiosidad.
Tal y como la sinuosa voz del teléfono había dicho.
Eran las diez de la noche y estaba frente a una elegante verja de hierro forjado con tres gorilones en la entrada, cada uno media como dos metros, estaban uniformados, usaban intercomunicadores y era obvio que lo que había debajo de esos sacos hechos a la medida no eran de juguete.
Subí por una rampa y me detuve frente a ellos apagando las luces del carro, uno de ellos se acerco, baje el cristal y para no parecer un adolescente ridículo solamente le entregue la tarjeta, el hombre la tomó y fue con sus dos compañeros, lo vi ponerse la mano en el oído y pronunciar mi nombre, saco de su bolsillo una extraña linterna y proyecto una luz morada sobre la tarjeta, al parecer leía un código y lo dictaba numero por numero.
Tenia las manos sobre el volante, consideraba la posibilidad de dar marcha atrás y salir de aquel extraño lugar, pero nuevamente la curiosidad podía mas que la lógica que me gritaba como una mujer histérica que nada bueno podía estar pasando mas allá de aquellas puertas.
O tal vez algo tan bueno que resultaba siendo malo.
El hombre que me había recibido me indico con un gesto.
- Bienvenido.
Deje el carro parqueado en uno de los pocos espacios libres que había en el inmenso jardín frente a una mansión del más puro estilo republicano, en el centro el repiquetear del agua en la fuente solo podía confirmar mis sospechas, desvíe los ojos hacia los demás autos, Maceratti, Ferrari, Mercedes...
Respire profundamente y seguí el sendero empedrado a lo lejos detrás de los muros de la casa se oía lo que parecía ser el vibrante sonido de la música, camine por el empedrado con las manos en los bolsillos, subí las escaleras y hasta encontrarme con otro par de gorilas, esta vez no se preocupaban por ocultar sus armas.
- ¿En donde me estoy metiendo?
Las puertas se abrieron y entre a un salón inmenso lleno de gente en elegantes sillones blancos, las lamparas de cristal que colgaban a lado y lado del techo reflejaban en las paredes las luces proyectadas desde un complejo sistema robotico.
Regados por todo el lugar bajaban desde el techo relucientes tubos plateados donde chicas asiáticas bailaban haciendo piruetas de gimnasta olímpica, desde la parte más alta y casi sobre la tarima central caía un delicado columpio donde una mujer menuda y delgada se mecía recorriendo casi todo el lugar sin ningún tipo de protección.
Al fondo emergía una gran escalera que comunicaba el salón con el segundo piso el cual era mas bien una especie de balcón desde donde mas gente observaba el espectáculo, a ambos lados de la escalera caían don inmensas telas púrpuras desde donde dos hermosas acróbatas se deslizaban como gusanos.
En el centro de aquel salón había una especie de tarima pequeña donde una rubia delgadisima con los zapatos más extraños del mundo cantaba en vivo la canción de moda en las discotecas, no podía ser una imitadora, ella la autentica.
- Ni siquiera sabia que estaba en el país.
- Y no tiene porque saberse, es un espectáculo privado.
Me dijo una voz sibilante detrás de mí, voltee y era una hermosa pelirroja con un uniforme de mucama francesa brindándome una copa de vino de la bandeja que sostenía.
- ¿Es nuevo?
- Sí.
¿A que se refería?
Minutos después estaba con una copa de vino tinto en la mano derecha y en la izquierda llevaba un extraño control remoto y estaba sentado en un sofa blanco a un lado del salón, a mi lado reconocía al director del banco estatal, mas adelante el jefe de la subdivisión de crímenes especiales de la policía, y casi diagonal estaba nada mas y nada menos que el gerente de la empresa de bebidas mas prosperas del país, todos ellos personalidades fácilmente reconocibles.
¿Y yo quien era para estar en aquel lugar?
A mi lado se sentaron un par de árabes con su traje tradicional blanco.
- ¿Esperando la subasta?
- Sí... por supuesto.
No diría otra cosa, al menos no parecería un idiota.
Comencé a hablar con aquellos desconocidos rápidamente como si fuéramos amigos de toda la vida, la cantante concluyo su espectáculo y de forma automática la música siguió por un conocido disk jockey.
De las escaleras bajo una elegante dama vestida de negro, una señora para ser mas precisos anunciando el inicio del espectáculo central, las luces se hicieron mas tenues, bajo las escaleras una preciosa mujer en un interesante biquini plateado que usaba muchos collares de perlas que le cubrían el torso.
¡Es la del calendario... mi hermano lo compró la semana pasada!
El corazón se me acelero de inmediato, no podía creerlo, los hombres a mí alrededor presionaban botones en el control remoto, me quede observando los colores sin saber que hacer.
Los árabes dijeron algo en su lengua y se rieron estrepitosamente, la segunda en bajar era actriz, como no reconocerla si mi madre moría por ver el final de la telenovela, la tercera era presentadora de farándula, modelo, y otras que no eran figuras publicas pero si las reconocida como miembros de la alta sociedad, la hija de... la sobrina de... la prima de... la hermanita del...
- ¡Por Dios santo!
No pude decir nada mas, el estomago se me revolvió de puro espanto y cuando estaba a punto de ponerme de pie e irme, por todas las implicaciones que estar en aquel lugar traía consigo una mano fría y delgada se apoyo en mi hombro.
- ¿Algo que te guste?
Esa voz...
Me miro y siguió de largo, esa voz era la de aquella extraña llamada, me levante y la seguí, seguí entre la gente su largo cabello negro sobre su espalda descubierta, siguiendo como un condenado el ondeante movimiento de su vestido rojo.
Subimos las escalera hasta otro salón donde solo habían unos pocos que hablaban en sofás blancos, atendidos por bellísimas mujeres, la desconocida se sentó en el único sofá libre que había llamándome con la mirada.
- ¿Que sigue ahora?
Le pregunte sentándome a su lado observando sus delicados ojos color esmeralda.
- Sinceramente pense que ya no vendrías Esteban.
- ¿Cómo sabes nombre?
- Eso realmente no es lo importante aquí.
- ¿Que lo es entonces?
- No seas impaciente... disfruta la fiesta.
- Soy de pocas fiestas.
- Eso es una gran mentira, y si mientes aquí estarás en grave peligro.
- ¿Peligro?
Me miro con intriga, buscando algo en mis ojos, midiendo mis reacciones.
- Lo que sucede aquí no sale nunca de aquí, ¿Entiendes?
- Y si no fuera así.
- Nos encargaríamos personalmente de que fuera silenciado aquel que quebrante las reglas.
- ¿Reglas?
Fue entonces cuando todo se me explico.
En aquel lugar se desidia el destino del país, se montaban gobernantes y se bajaban otros, se movían los millones que los mortales no podíamos contar, se cerraban tratos y hasta se arruinaban intencionalmente otros con una copa en la mano y una modelo sentada en las rodillas.
En aquel lugar, se desidia lo que salía en los noticieros, en los periódicos, lo que se debía saber y lo que no, incluso se jugaba con la vida ajena.
Se hacían acuerdos, tratos, contratos... y demás.
Prestamos que los bancos no podían solventar, sin una sola firma...
Dos meses después estaba en Dubai diseñando la fachada de un nuevo hotel parta los árabes que se habían sentado a mi lado, ganaba mucho dinero, ese es y sigue siendo el mayor aliciente.
Esto lo explica todo.
Aquel lugar es el centro de reuniones de una sociedad secreta que se conoce en los mitos urbanos como la sociedad e las tarjetas, de la que soy miembro desde hace un año largo, en aquella sociedad todos nos hacemos favores a todos.
No podemos negarnos, pues cuando un favor es pedido es porque ya se ha considerado que la persona esta en la capacidad de hacerlo.
Influencias, dinero, poder, puestos, contratos, importaciones, todo se maneja a base de un sentimiento de lealtad condicionada por el secreto, pues no puedes revelar las relaciones que nos unen, ni la de los demás porque todo el imperio que nos hace ricos caería al piso y eso no le gustaría a la mayoría.
Además favor se debe pagar con otro cuando lo necesites, así se mueve todo.
Mas que lealtad es tu vida, bastante clara fue Diana, la encargada de la sociedad en Colombia, la misma que me había llamado a mi celular un año atrás y con quien tengo una relación mas que profesional.
No lo siento, mas bien no pude evitarlo, era casi necesario.
Desde entonces he trabajado en varios proyectos, Dublín, Tokio, Brúcelas y París, lo que ha logrado absorverme casi por completo, en algunos solo he cobrado los viáticos y en otros he cobrado mucho menos, sin embargo lo realmente impresionante es como mis amigos pueden mover los hilos para que las mejores empresas terminen dejándome sobre el escritorio sus proyectos rogándome para que el mejor arquitecto del país los tome.
Ahora no trabajo solo, lidero un consorcio de arquitectos donde he empleado a otros arquitectos brillantes, algunos contratados como un favor.
El prestigio de mi oficina y de mí como arquitecto ha subido como la espuma, he ganado muchos contratos importantes y por supuesto mucho dinero, con la única condición de que debo ir de vez en cuando a hacer favores sin importar el lugar, a supervisar obras de otros miembros de la sociedad, a constatar si los diseños son los adecuados y si los costos que las constructoras dan son los correctos, favores a los que no puedo negarme.
Pero lo hago con gusto sabiendo que después podré disponer de sus influencias para mi beneficio.
No sé si es necesario que sepas esto, lo mas probable es que sea un error.
Si todo sigue igual, seguiré llevando esta vida a tus espaldas amparado y alentado por tu paciencia y tu costumbre de nunca preguntarme nada.
Pero en caso de que me suceda algo, tendrás una explicación que te haga comprenderlo todo y aunque ya nos vemos muy poco he dispuesto todo para que no quedes desprotegida si algo llega a pasar.
Pero si estas leyendo esto... seguramente estaré muerto, y debes obedecerme estrictamente, no quiero que llores por mí, ni que cambies en nada tu vida, nada de lutos ni visitas a mi tumba, si es que llego a tenerla.
Seria peligroso.
Desconéctate por completo de mi familia, destruye cualquier foto que tengas conmigo, cancela correos electrónicos y números de celulares hasta el momento, cancela de igual modo tu cuenta bancaria, messenger y cualquier otra forma de contactarte.
Encontraras mas instrucciones en el sobre donde encontraste este documento, síguelas al pie de la letra.
Sin embargo, no me queda mas que decirte que te amo y si decidí dejar esto por escrito es para que nunca llegues a pensar que te falto amor o comprensión o que cometiste algún error que me llevo a este desenlace.
Lo hago para que sepas que todo fue mi elección.
jueves, 8 de julio de 2010
Proxima historia.
Una historia de oficina...donde alguien tendra que escoger, entre el seguro y dulce amor de toda la vida o ceder ante la curiosidad.
miércoles, 7 de julio de 2010
JUAN
La universidad fue para mí como una liberación, en todo el amplio sentido de la palabra, era la oportunidad de huir de mi casa, de las restricciones, de aquel pensamiento forzado que amenazaba con volverme loca en cualquier momento, y aunque pude liberarme desde mucho antes había algo que no me lo permitía, no era cobardía, no definitivamente ese concepto no iba conmigo, era más bien, aquel deseo de no lastimar sus corazones y las expectativas de mis padres y de no poner en peligro mi educación, sin embargo, al verme alejada de mi familia a diario era como volar.
Finalmente me gradué, no fue lo que yo esperaba, no tuve aquella sensación de plenitud que me imaginaba al principio, pero fue bueno, sin embargo…ahora entraba a engrosar las filas de los desempleados en el departamento, una más en la larga lista de hojas de vida solicitantes en un escritorio.
Donde muchas veces el instrumento usando para juzgar tu idoneidad es una pequeña foto de fondo blanco, después de casi un año de silencio, alguien no recuerdo exactamente quien, mencionó la posibilidad de trabajar, antes de escuchar el lugar ya había dicho que si, “El pez muere por la boca”
Colgué el teléfono y mire a mi madre remendar algo viejo, con aquel sentimiento de miedo mezclado con alegría le conté que me iría a trabajar, y por primera vez ella no pudo decir nada.
Esa tarde fui a la gobernación y firme mi nombramiento, bajo la clausula de año de prueba, una firma era suficiente para sellar mi destino y mi libertad.
Aliste mi maleta con incertidumbre, el pueblito a donde iría estaba lejos, realmente lejos, pero, ¿Qué tenía que perder? Fue lo único que le dije a Rosa, la única amiga que fue a visitarme la noche antes de partir quien lucho con el cierre de mi maleta ayudándome a cerrrala.
Apretujada en medio de dos señoras en aquel jeep acondicionado como transporte público veía por las ventanas como el paisaje de mi natal Cereté cambiada drásticamente, todo eran caminos polvorientos donde nos teníamos que detener por el paso de un grupo de cerdos que parecían no tenerle miedo al monstruo de metal que podía aplastarlos sin piedad.
Veía pasar a un lado del camino mujeres de una edad casi increíble montadas en burros entrepelados llevando grandes atados de leña, con tanta elegancia en lo recto de sus espaldas que habría jurado que podrían haber sido reinas de una época perdida.
Definitivamente mi imaginación y la literatura seguían persiguiéndome.
Me baje de aquella lata de sardinas en medio de la bulla de mis compañeros de viaje, a todo ellos alguien salía a recibirlos, pero a mí no me esperaba nadie, sentía todas las miradas sobre mi espalda cuando saque de mi bolsillo el pequeño papelito donde se me indicaba el nombre del colegio donde trabajaría.
Le pregunte al conductor si sabia donde quedaba el colegio, me indico que estaba casi en la otra punta del pueblo, en una casa me ofrecieron un vaso de agua de panela con limón y una mecedora que sacaron con amabilidad mientras llamaban a gritos a un niño descalzo y piponcito para que me acompañara a la escuela.
Aquel pueblo parecía una alegoría mística, una calle polvorienta y reseca y ambos lados un conjunto de casas con techo de palma y cerca de palitos, la gente asomada en las ventanas ejerciendo el milenario oficio del chisme, los pavos, las gallinas y los cerdos desfilando libres por las calles junto con unos niños que empujaban un palo de escoba con un atapa de tarro de avena por rueda.
- ¿Usté es la profesora?
- Si.
- La escuela ha estado sola casi un año, ¡Debe estar feo seño!
- No importa.
El niño me dejo frente a una escuelita casi en ruinas, empuje la oxidada puerta de hierro y entre enredándome con un montón de cartones viejos.
- ¡Dios mío!
Camine por el patio arrastrando mi maleta, la pequeña campana colgando del inmenso mango a un lado del patio, los salones desocupados con las sillas montadas sobre los escritorios llenos de telarañas y polvo.
El viento de la tarde soplaba como el murmullo de los espectros que seguramente habitaban aquel lugar.
- ¿Qué hice con venir para acá?
Una pequeña puerta de hierro se mecía entre abierta al fondo de la escuelita, pase empujándola cuidadosamente encontrándome con un pequeña casita de venas y techo de palma, “Alojamiento de profesores”, decía en una pequeña tabla que colgaba de la puerta, allí me quede aquella primera noche sin quitarme ni la ropa ni los zapatos, sorprendentemente aquel lugar me pareció tan apacible y tranquilo que dormí como una piedra sobre una cana de lona que encontré recostada a la pared.
Era sábado, me levante, y explore todo, barrí la casa con el rumor de las varitas rozando el suelo de tierra, sacudí el polvo y acomode mi ropa en un hermoso closet de grandes espejos, abrí las ventanas y deje entrar la luz, suspire y sonreí.
La concina estaba fuera de la casa, era una pequeña enramada cercada de delgados palitos ennegrecidos por el humo, con una hormilla de barro y una gran tinaja montada en un mueble de madera con muchos vasitos colgando de sus orejas.
Al fondo del patio estaba el baño, un pequeño espacio cercado de palma con una cortina de flores que se mecía con el viento, el piso era rustico y desgastado, un solitario y minúsculo sanitario estaba a un lado acompañado de un tanque de plástico azul.
Saque agua del pozo, me espanto la profundidad de aquel hueco tapizado de piedras cuando arroje el balde a sus profundidades atado por una cuerda para sacar agua.
Con ocho viajes llene el tanque y me bañe a totumadas, regresé envuelta en una toalla y me vestí para ir al pueblo a comprar cosas para la casa.
Caminaba bajo el sol de la mañana cuando sentí un raro escalofrío en la espalda.
- ¡Buenas, seño!
Y me encontré con unos hermosos ojos negros como el carbón que le pertenecían a un hombre alto y delgado que iba sobre un caballo gris.
- ¡Buenas!
- ¿Ya se acomodo?
- Si…
- Perdone, soy Juan Lara.
- ¿Como el espanto?
- Si, mas o menos.
Fue cundo escuche su risa por primera vez, aquel sonido se quedo resonando en mi mente todo el día.
- Va para el pueblo.
- Si.
- ¿Puedo llevarla?
- Le agradezco mucho pero ya estamos cerca.
- En todo caso profesora, fue un placer conocerla.
Se despidió y lo vi tomar un sendero que no había visto la primera vez y despareció.
La gente del pueblo me saludo con cariño, era como si me conocieran de toda la vida, un cariño sincero y muy diferente a todo lo que había visto, algo muy parecido a lo que se siente con la familia.
En la tienda me regalaron arrancamuelas y bolitas de tamarindo, una señora me hablo de su hijo y de lo feliz que estaba de que volviera la educación al pueblo y me regalo una gallina copetona con tres pollitos.
La gente sonreía, eran felices, sin luz, sin agua, sin transporte, sin gas, sin teléfono, mientras caminaba por aquella calle sin pavimentar sentí como si el tiempo retrocediera casi setenta años llevándome consigo.
Las mujeres usaban vestido y el cabello largo recogido con peinetas color carey, los hombres usaban sombrero vueltiao y abarcas, todo era tan…tropical y mágico.
En el camino de regreso me acompaño la hija del dueño de la tienda, íbamos mantadas en un solo burro y detrás de notros otro iba cargando en dos cajones de madera acomodados a lado y lado todo lo que había comprado.
Se despidió de mí con aquella misma familiaridad y me dejo en la entrada de la casa donde encontré a un morrocoy de ojos húmedos y pintas amarillas en toda la puerta.
- ¿Y tú qué haces?
Alargo su cuello de dinosaurio y bostezo.
- ¡Ven, hay espacio para ti también!
Entre, solté la gallina y saque a los pollitos de la caja conde los traía y los deje libres en el patio, el morrocoy con su paso veloz entro en la casa y se quedo debajo de la mesa.
Era medio día y aun no había logrado encender el fogón de leña, tenía los ojos rojos y los pulmones secos de tanto soplar inútilmente cuando tocaron la puerta.
- ¡Un momentico!
Grite alisándome el pelo.
- Profesora, le traía esto...
Era Juan, el extraño caballero, vestido con una impecable camisa blanca y un pantalón café claro con un paquete en las manos.
- … se le quedo en la tienda.
- Aaaaa, gracias, que pena, siga.
Juan me sonrió y entro, casi podría asegurar que ese extraño brillo de sus ojos era sobrenatural pero en aquel entonces no creía en esas cosas.
Y aun no lo creo, pero… como persona académica, pensante y de carácter sosegado decidí asumir lo sucedido como un capitulo apócrifo de mi vida.
Y así se quedara.
Me siguió hasta la cocina y vio el fogón ahogado con leña, plásticos, cartón, papel de regalo y carbón, sus ojos volaron hasta el pequeño frasco con gasolina al pie de la hornilla y sonrió.
- Piensas prender el fogón con todo eso.
- En realidad estaba planeando rociarle gasolina y tirarle un fosforo cuando usted llego.
Me sentía realmente incomoda con aquel hombre, era como si mi instinto de conservación estuviera gritándome a voz en cuello que corriera lejos de él, pero enigmáticamente estaba tan fascinada con sus ojos que hasta pude haberle rogado que…se quedara.
- ¿Quieres ver algo increíble?
- ¿Le pondrás luz eléctrica al pueblo?
Su risa resonó como si saliera del fondo de un cántaro vacio haciéndome temblar las rodillas.
- No, no será tanto.
Comenzó a sacar toda la basura de la hornilla dejando un solo leño, puso su mano y este comenzó a crujir, se estremeció como si tuviera vida propia y se encendió.
Retrocedí aterrada para en menos de un parpadeo encontrármelo frente a mí, pálido, con un extraño olor a tierra húmeda.
- Me gusta profesora Amelia.
Se deslizo por mi lado y salió de la casa sin despedirse, dejándome helada y confundida.
Esa fue la primera noche que soñé con Juan, y nuevamente a la otra noche, y a la siguiente y la siguiente también, comencé a verlo reflejado en el agua del pozo, en el plato de la sopa, en los espejos, parecía que los ojos de los animales fueran sus ojos, que la brisa fuera su voz, vivía sobresaltada esperando a que volviera a aparecer, aunque aquello no era necesario porque estaba convencida de que Juan estaba presente, allí, en cada rincón de aquella casa y lo peor de todo es que no deseaba irme.
Comencé las clases con unos pocos alumnos de grado quinto después de que la gente me ayudo a arreglar un poco la escuela y limpiarla, pero seguía intranquila, me sentía cansada y me veía fatal, hasta el punto de que mis alumnos me preguntaban si estaba enferma.
Enferma, ese no era el concepto pero para dejarlos tranquilos les respondía que estaba con la virosis.
El viernes cuando despedía a los alumnos, allí estaba él, en la puerta de la escuela, en el mismo caballo cenizo de aquel día, los niños pasaban por su lado, como si no estuviera allí.
¿Lo estaba?
Me hizo un gesto con la mirada y mis pies caminaron hacia él.
- ¿Como estas?
- Bien
- ¿Vienes conmigo?
- ¿Tengo alternativa?
- Realmente no.
Su carcajada resonó en el aire como el estruendo de un trueno en mitad de la noche, se inclino hacia mí, me tomo de la cintura y me subió al caballo junto a su pecho.
- ¿A dónde vamos?
- Eres la primera que pregunta.
- ¿Ha habido muchas?
- Si, especialmente en el siglo pasado, en aquella época las mujeres eran más crédulas.
Un extraño olor me despertó de aquella ensoñación producida por su voz, era como el olor de la tierra después de ser quemada, estaba en una cueva, en penumbra y Juan estaba conmigo, había traído flores y las tenía a mis pies.
Sus ojos estaban fijos en la intensa luz del atardecer a la entrada de la cueva y me hablo.
- Debo pedirte algo.
- ¿Qué?
Su poder en aquel espacio tan pequeño era a la vez tan grande que hasta mi vida le hubiera entregado si eso hubiera querido, solo hasta después me di cuenta que ese era su primer propósito, pero había cambiado de idea.
- ¿Eres escritora?
Me levante sacudiéndome una delgada capa de cenizas de mi vestido azul inquieta por su pregunta, no tenia forma de saberlo, perdón, si era lo que yo creía, tenia los medios para saber aquello y mucho mas de mi.
- No podría afirmarlo con seguridad, escribo cuentos desde hace unos años, he mandado algunos a una editorial pero nunca me contestaron, pero de allí a decir que soy escritora… no sé.
La imagen de Juan comenzaba a hacerse difusa como si poco a poco se desvaneciera frente a mis ojos.
- Quiero que escribas sobre mí.
- ¿Y qué debo escribir?
- Lo que tú quieras que soy malo, que soy bueno, lo que tu creas…que me robo las muchachas en los pueblos, que aparecen a los días afirmando que un espectro se las llevo, que me enamoro pero estoy condenado a no ser correspondido porque durante toda mi vida me dedique a jugar con el corazón de las mujeres, que las controlo y resultan haciendo cosas increíbles por mi influencia, todo depende de ti.
Juan se deslizo flotando a mi alrededor murmurando a mi oído.
- Que después que las dejo, jamás me vuelven a ver.
Y despareció rozando su nariz gélia por mi hombro susurrando mi nombre.
- Amelia, la escritora.
Sentí como si mi corazón se hubiera roto, me sentí abandonada, como si aquel ser que acababa de desaparecer lo hubiera conocido de toda la vida, camine toda la noche por aquel camino solitario en medio de los sonidos de la noche pero no tenía miedo, lo que me había pasado era demasiado grande como para seguirle temiendo a la oscuridad.
Llegue a la casa, la puerta seguía abierta, la empujé un poco rompiendo el velo de la noche con el chirrido oxidado de las bisagras, encontré rápidamente los fósforos en la oscuridad y encendí una vela, tome un cuaderno y un lápiz de mi habitación y comencé a escribir subiendo los pies sobre la espalda del morrocoy.
Lo titule “Juan”
Y comencé así:
“La universidad fue para mí como una liberación, en todo el amplio sentido de la palabra, era la oportunidad de huir de mi casa…”
Finalmente me gradué, no fue lo que yo esperaba, no tuve aquella sensación de plenitud que me imaginaba al principio, pero fue bueno, sin embargo…ahora entraba a engrosar las filas de los desempleados en el departamento, una más en la larga lista de hojas de vida solicitantes en un escritorio.
Donde muchas veces el instrumento usando para juzgar tu idoneidad es una pequeña foto de fondo blanco, después de casi un año de silencio, alguien no recuerdo exactamente quien, mencionó la posibilidad de trabajar, antes de escuchar el lugar ya había dicho que si, “El pez muere por la boca”
Colgué el teléfono y mire a mi madre remendar algo viejo, con aquel sentimiento de miedo mezclado con alegría le conté que me iría a trabajar, y por primera vez ella no pudo decir nada.
Esa tarde fui a la gobernación y firme mi nombramiento, bajo la clausula de año de prueba, una firma era suficiente para sellar mi destino y mi libertad.
Aliste mi maleta con incertidumbre, el pueblito a donde iría estaba lejos, realmente lejos, pero, ¿Qué tenía que perder? Fue lo único que le dije a Rosa, la única amiga que fue a visitarme la noche antes de partir quien lucho con el cierre de mi maleta ayudándome a cerrrala.
Apretujada en medio de dos señoras en aquel jeep acondicionado como transporte público veía por las ventanas como el paisaje de mi natal Cereté cambiada drásticamente, todo eran caminos polvorientos donde nos teníamos que detener por el paso de un grupo de cerdos que parecían no tenerle miedo al monstruo de metal que podía aplastarlos sin piedad.
Veía pasar a un lado del camino mujeres de una edad casi increíble montadas en burros entrepelados llevando grandes atados de leña, con tanta elegancia en lo recto de sus espaldas que habría jurado que podrían haber sido reinas de una época perdida.
Definitivamente mi imaginación y la literatura seguían persiguiéndome.
Me baje de aquella lata de sardinas en medio de la bulla de mis compañeros de viaje, a todo ellos alguien salía a recibirlos, pero a mí no me esperaba nadie, sentía todas las miradas sobre mi espalda cuando saque de mi bolsillo el pequeño papelito donde se me indicaba el nombre del colegio donde trabajaría.
Le pregunte al conductor si sabia donde quedaba el colegio, me indico que estaba casi en la otra punta del pueblo, en una casa me ofrecieron un vaso de agua de panela con limón y una mecedora que sacaron con amabilidad mientras llamaban a gritos a un niño descalzo y piponcito para que me acompañara a la escuela.
Aquel pueblo parecía una alegoría mística, una calle polvorienta y reseca y ambos lados un conjunto de casas con techo de palma y cerca de palitos, la gente asomada en las ventanas ejerciendo el milenario oficio del chisme, los pavos, las gallinas y los cerdos desfilando libres por las calles junto con unos niños que empujaban un palo de escoba con un atapa de tarro de avena por rueda.
- ¿Usté es la profesora?
- Si.
- La escuela ha estado sola casi un año, ¡Debe estar feo seño!
- No importa.
El niño me dejo frente a una escuelita casi en ruinas, empuje la oxidada puerta de hierro y entre enredándome con un montón de cartones viejos.
- ¡Dios mío!
Camine por el patio arrastrando mi maleta, la pequeña campana colgando del inmenso mango a un lado del patio, los salones desocupados con las sillas montadas sobre los escritorios llenos de telarañas y polvo.
El viento de la tarde soplaba como el murmullo de los espectros que seguramente habitaban aquel lugar.
- ¿Qué hice con venir para acá?
Una pequeña puerta de hierro se mecía entre abierta al fondo de la escuelita, pase empujándola cuidadosamente encontrándome con un pequeña casita de venas y techo de palma, “Alojamiento de profesores”, decía en una pequeña tabla que colgaba de la puerta, allí me quede aquella primera noche sin quitarme ni la ropa ni los zapatos, sorprendentemente aquel lugar me pareció tan apacible y tranquilo que dormí como una piedra sobre una cana de lona que encontré recostada a la pared.
Era sábado, me levante, y explore todo, barrí la casa con el rumor de las varitas rozando el suelo de tierra, sacudí el polvo y acomode mi ropa en un hermoso closet de grandes espejos, abrí las ventanas y deje entrar la luz, suspire y sonreí.
La concina estaba fuera de la casa, era una pequeña enramada cercada de delgados palitos ennegrecidos por el humo, con una hormilla de barro y una gran tinaja montada en un mueble de madera con muchos vasitos colgando de sus orejas.
Al fondo del patio estaba el baño, un pequeño espacio cercado de palma con una cortina de flores que se mecía con el viento, el piso era rustico y desgastado, un solitario y minúsculo sanitario estaba a un lado acompañado de un tanque de plástico azul.
Saque agua del pozo, me espanto la profundidad de aquel hueco tapizado de piedras cuando arroje el balde a sus profundidades atado por una cuerda para sacar agua.
Con ocho viajes llene el tanque y me bañe a totumadas, regresé envuelta en una toalla y me vestí para ir al pueblo a comprar cosas para la casa.
Caminaba bajo el sol de la mañana cuando sentí un raro escalofrío en la espalda.
- ¡Buenas, seño!
Y me encontré con unos hermosos ojos negros como el carbón que le pertenecían a un hombre alto y delgado que iba sobre un caballo gris.
- ¡Buenas!
- ¿Ya se acomodo?
- Si…
- Perdone, soy Juan Lara.
- ¿Como el espanto?
- Si, mas o menos.
Fue cundo escuche su risa por primera vez, aquel sonido se quedo resonando en mi mente todo el día.
- Va para el pueblo.
- Si.
- ¿Puedo llevarla?
- Le agradezco mucho pero ya estamos cerca.
- En todo caso profesora, fue un placer conocerla.
Se despidió y lo vi tomar un sendero que no había visto la primera vez y despareció.
La gente del pueblo me saludo con cariño, era como si me conocieran de toda la vida, un cariño sincero y muy diferente a todo lo que había visto, algo muy parecido a lo que se siente con la familia.
En la tienda me regalaron arrancamuelas y bolitas de tamarindo, una señora me hablo de su hijo y de lo feliz que estaba de que volviera la educación al pueblo y me regalo una gallina copetona con tres pollitos.
La gente sonreía, eran felices, sin luz, sin agua, sin transporte, sin gas, sin teléfono, mientras caminaba por aquella calle sin pavimentar sentí como si el tiempo retrocediera casi setenta años llevándome consigo.
Las mujeres usaban vestido y el cabello largo recogido con peinetas color carey, los hombres usaban sombrero vueltiao y abarcas, todo era tan…tropical y mágico.
En el camino de regreso me acompaño la hija del dueño de la tienda, íbamos mantadas en un solo burro y detrás de notros otro iba cargando en dos cajones de madera acomodados a lado y lado todo lo que había comprado.
Se despidió de mí con aquella misma familiaridad y me dejo en la entrada de la casa donde encontré a un morrocoy de ojos húmedos y pintas amarillas en toda la puerta.
- ¿Y tú qué haces?
Alargo su cuello de dinosaurio y bostezo.
- ¡Ven, hay espacio para ti también!
Entre, solté la gallina y saque a los pollitos de la caja conde los traía y los deje libres en el patio, el morrocoy con su paso veloz entro en la casa y se quedo debajo de la mesa.
Era medio día y aun no había logrado encender el fogón de leña, tenía los ojos rojos y los pulmones secos de tanto soplar inútilmente cuando tocaron la puerta.
- ¡Un momentico!
Grite alisándome el pelo.
- Profesora, le traía esto...
Era Juan, el extraño caballero, vestido con una impecable camisa blanca y un pantalón café claro con un paquete en las manos.
- … se le quedo en la tienda.
- Aaaaa, gracias, que pena, siga.
Juan me sonrió y entro, casi podría asegurar que ese extraño brillo de sus ojos era sobrenatural pero en aquel entonces no creía en esas cosas.
Y aun no lo creo, pero… como persona académica, pensante y de carácter sosegado decidí asumir lo sucedido como un capitulo apócrifo de mi vida.
Y así se quedara.
Me siguió hasta la cocina y vio el fogón ahogado con leña, plásticos, cartón, papel de regalo y carbón, sus ojos volaron hasta el pequeño frasco con gasolina al pie de la hornilla y sonrió.
- Piensas prender el fogón con todo eso.
- En realidad estaba planeando rociarle gasolina y tirarle un fosforo cuando usted llego.
Me sentía realmente incomoda con aquel hombre, era como si mi instinto de conservación estuviera gritándome a voz en cuello que corriera lejos de él, pero enigmáticamente estaba tan fascinada con sus ojos que hasta pude haberle rogado que…se quedara.
- ¿Quieres ver algo increíble?
- ¿Le pondrás luz eléctrica al pueblo?
Su risa resonó como si saliera del fondo de un cántaro vacio haciéndome temblar las rodillas.
- No, no será tanto.
Comenzó a sacar toda la basura de la hornilla dejando un solo leño, puso su mano y este comenzó a crujir, se estremeció como si tuviera vida propia y se encendió.
Retrocedí aterrada para en menos de un parpadeo encontrármelo frente a mí, pálido, con un extraño olor a tierra húmeda.
- Me gusta profesora Amelia.
Se deslizo por mi lado y salió de la casa sin despedirse, dejándome helada y confundida.
Esa fue la primera noche que soñé con Juan, y nuevamente a la otra noche, y a la siguiente y la siguiente también, comencé a verlo reflejado en el agua del pozo, en el plato de la sopa, en los espejos, parecía que los ojos de los animales fueran sus ojos, que la brisa fuera su voz, vivía sobresaltada esperando a que volviera a aparecer, aunque aquello no era necesario porque estaba convencida de que Juan estaba presente, allí, en cada rincón de aquella casa y lo peor de todo es que no deseaba irme.
Comencé las clases con unos pocos alumnos de grado quinto después de que la gente me ayudo a arreglar un poco la escuela y limpiarla, pero seguía intranquila, me sentía cansada y me veía fatal, hasta el punto de que mis alumnos me preguntaban si estaba enferma.
Enferma, ese no era el concepto pero para dejarlos tranquilos les respondía que estaba con la virosis.
El viernes cuando despedía a los alumnos, allí estaba él, en la puerta de la escuela, en el mismo caballo cenizo de aquel día, los niños pasaban por su lado, como si no estuviera allí.
¿Lo estaba?
Me hizo un gesto con la mirada y mis pies caminaron hacia él.
- ¿Como estas?
- Bien
- ¿Vienes conmigo?
- ¿Tengo alternativa?
- Realmente no.
Su carcajada resonó en el aire como el estruendo de un trueno en mitad de la noche, se inclino hacia mí, me tomo de la cintura y me subió al caballo junto a su pecho.
- ¿A dónde vamos?
- Eres la primera que pregunta.
- ¿Ha habido muchas?
- Si, especialmente en el siglo pasado, en aquella época las mujeres eran más crédulas.
Un extraño olor me despertó de aquella ensoñación producida por su voz, era como el olor de la tierra después de ser quemada, estaba en una cueva, en penumbra y Juan estaba conmigo, había traído flores y las tenía a mis pies.
Sus ojos estaban fijos en la intensa luz del atardecer a la entrada de la cueva y me hablo.
- Debo pedirte algo.
- ¿Qué?
Su poder en aquel espacio tan pequeño era a la vez tan grande que hasta mi vida le hubiera entregado si eso hubiera querido, solo hasta después me di cuenta que ese era su primer propósito, pero había cambiado de idea.
- ¿Eres escritora?
Me levante sacudiéndome una delgada capa de cenizas de mi vestido azul inquieta por su pregunta, no tenia forma de saberlo, perdón, si era lo que yo creía, tenia los medios para saber aquello y mucho mas de mi.
- No podría afirmarlo con seguridad, escribo cuentos desde hace unos años, he mandado algunos a una editorial pero nunca me contestaron, pero de allí a decir que soy escritora… no sé.
La imagen de Juan comenzaba a hacerse difusa como si poco a poco se desvaneciera frente a mis ojos.
- Quiero que escribas sobre mí.
- ¿Y qué debo escribir?
- Lo que tú quieras que soy malo, que soy bueno, lo que tu creas…que me robo las muchachas en los pueblos, que aparecen a los días afirmando que un espectro se las llevo, que me enamoro pero estoy condenado a no ser correspondido porque durante toda mi vida me dedique a jugar con el corazón de las mujeres, que las controlo y resultan haciendo cosas increíbles por mi influencia, todo depende de ti.
Juan se deslizo flotando a mi alrededor murmurando a mi oído.
- Que después que las dejo, jamás me vuelven a ver.
Y despareció rozando su nariz gélia por mi hombro susurrando mi nombre.
- Amelia, la escritora.
Sentí como si mi corazón se hubiera roto, me sentí abandonada, como si aquel ser que acababa de desaparecer lo hubiera conocido de toda la vida, camine toda la noche por aquel camino solitario en medio de los sonidos de la noche pero no tenía miedo, lo que me había pasado era demasiado grande como para seguirle temiendo a la oscuridad.
Llegue a la casa, la puerta seguía abierta, la empujé un poco rompiendo el velo de la noche con el chirrido oxidado de las bisagras, encontré rápidamente los fósforos en la oscuridad y encendí una vela, tome un cuaderno y un lápiz de mi habitación y comencé a escribir subiendo los pies sobre la espalda del morrocoy.
Lo titule “Juan”
Y comencé así:
“La universidad fue para mí como una liberación, en todo el amplio sentido de la palabra, era la oportunidad de huir de mi casa…”
jueves, 1 de julio de 2010
La proxima historia....
En la proxima historia de mi blog tendremos fantasmas y apariciones del mas alla...
La reflexion del dia....
Aunque suene extraño....para todos el final feliz no es igual, no necesariamente los personajes tienen que quedar juntos para que el final de la historia sea considerado como feliz...igual que en la visa....igual que en la vida.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)