jueves, 28 de junio de 2012


CONTROL

En el siglo en el que nos encontramos muy pocas personas le dan al pasado la importancia que este se merece, y de cierto modo es mejor así... pero para una persona con unas convicciones tan fuertes como las mías, lo que pensaran los demás era lo de menos, fue así como me encontré graduada de museología en contra de la opinión de mi familia.

Culminaba mi primera semana de trabajo y el eco de mis tacones de 15 centímetros llenaban el estacionamiento subterráneo del museo cuando me baje del carro, para mí los zapatos son como un arma, y aunque era alta sentirme mas alta me daba una especie de seguridad mental, un poder que solo yo solo entendía y que transmitía muy bien a los demás... sin una palabra, como un tótem.

Al otro extremo vi a un hombre bajarse de un flamante Mercedes negro,  vestía un traje negro y me pareció que trataba de reconocer un olor en el aire cuando giro su rostro hacia mí, aquellos ojos verdes parecieron centellear cuando se encontraron con los míos, le sostuve la mirada sumida en un estupor raro, como si una sirena cantara melodías para un Ulises que atado al mástil solo podía escuchar en el mas absoluto silencio.

Miro su reloj y frunció tanto las cejas que me pareció que iba a rugirme de furia en cualquier momento, cerro con demasiada fuerza la puerta del carro y subió las escaleras sin voltear a mirarme.

Cuando lo vi desaparecer solo pude pensar:

Ø  ¡Que le pasa!

Tome mis cosas y subí las escaleras hasta un amplio holl, salude a la recepcionista y seguí de largo por los amplios pasillos del Museo Nacional sin mas que uno que otro saludo para mis recientemente conocidos compañeros de trabajo, aquella era un área alejada de las galerías publicas donde se exponían las colecciones, dos niveles de   oficinas que conservaban el mismo estilo de todo el museo, sencillo y elegante, de pisos marmóreos y puertas de cristal esmerilado.

Vi en el ambiente una especie de agitación que estaba fuera de lo usual, lo que me pareció una tontería, solo era el cambio de un director que se jubilaba por otro nuevo, al menos a mi no me afectaría mucho pues yo no trabajaba en aquellas oficinas elegantes, mi sitio estaba en las profundidades.

Me gustaba pensarlo así y darle un toque de humor mental al asunto que otra curadora se tomaría con triste resignación, baje las escaleras mientras buscaba las llaves en mi cartera, aquella llave llevaba una semana atormentandome los dedos, al parecer tenia algún desperfecto que me obligaba a pasar hasta cinco minutos tratando de abrir la puerta, me mordí el labio inferior mientras luchaba de nuevo con la cerradura. 

Ø  ¡Esta puerta me odia!

Todos los días había sido lo mismo, y como siempre la nueva no se podía dar el lujo de parecer inconforme y pretenciosa así que cada mañana a las 8 iniciaba mi lucha épica con la puerta hasta que finalmente la abría.

Deje mi bolso en el perchero, me coloque la bata y me senté en mi escritorio a revisar la papelería del día y unos reportes pendientes, mire de reojo la pantalla del ambiente controlado  para estar segura de que todo estaba bien, no podía darme el lujo de que la humedad acabara con los manuscritos de la independencia nacional.

Casi una hora después sonó el teléfono informándome de la llegada oficial del nuevo director quien nos citaba a todos en la sala de audiovisuales para ponernos al tanto de unas cuantas disposiciones nuevas.

Ø  ¿En serio Salma?
Ø  Si, fueron sus palabras textuales.
Ø  Ya subo.

Me encontraba sentada al fondo del salón cuando un escalofrío me recorrió la nuca cuando lo vi pasar de largo y apoyarse en el atril, era el extraño del estacionamiento, me dedique a escuchar con atención un discurso seco y demasiado estricto sobre las nuevas políticas que traía al museo, era un hombre de cuerpo firme y  alto, mas que yo y mis tacones juntos, de piel blanca, cabello castaño y cejas gruesas que le daban un aire de disgusto, mientras hablaba me miraba insistentemente como si buscara algo en mi rostro, su mirada era aplastante casi como si de forma invisible me apretara el cuello con ansias asesinas. Así como llego se marcho en medio de un aplauso de bienvenida algo tímido y forzado.

Volví a la bodega y trabaje toda la mañana organizando inventarios y reportes de existencias,  cuando por fin levante la mirada el reloj de pared daba las doce del medio día y aun no había terminado ni estaba cerca de hacerlo, me levante con el libro de referencias para comprobar el código de dos piezas de alfarería Chibcha en aquel laberinto de anaqueles cuando al doblar una esquina me encontré con él observando algunas piezas.

Lo tenia frente a mi cuando deje caer el libro  interrumpiendo el silencio del lugar.

Ø  ¿Desde cuando esta aquí?
Ø  Casi una hora, señorita Isaac.

Se inclino, recogió el libro y me lo entrego en las manos.

Ø  Debe tener mas cuidado,  ha podido ser una pieza invaluable la que dejaba caer.
Ø  Sí... por supuesto Doctor, no volverá a suceder.

Deslice la mirada repasando el camino que había recorrido hasta ese punto y aun no me explicaba como no lo había oído entrar y como si pudiera adivinar lo que pensaba me dijo:

Ø  Decidí que lo primero que haría seria visitar la bodega, entré y la vi tan concentrada en su trabajo que no quise interrumpirla así que pase frente a usted y me dedique a observar las piezas.
Ø  Yo me habría dado cuenta...

Me interrumpió.

Ø  No se preocupe tanto por eso, tengo la mala costumbre de mi parte que mis pasos nunca me anuncien.

Me quede en silencio observando su espalda sin decir nada, continué trabajando cuando regrese de almorzar sin poder apartar de mi mente el hecho de que había entrado como un fantasma pasado frente a mis narices y no lo había visto.

Ø  ¿Quién es... un fantasma?

Salí mas tarde que de costumbre,  y al salir al estacionamiento una ráfaga de viento frío me enfrió las mejillas, solo por curiosidad deslice la vista hasta el lugar donde estaba estacionado el elegante Mercedes y seguía allí, me cálente las manos frotándolas una contra la otra antes de buscar la llave del carro y entrar, subí la rampa que daba a la calle despidiéndome del portero.

Las luces parecían derretirse como una mancha alargada sobre los cristales cuando me di cuenta que iba a ecceso de velocidad, tenia el cuerpo muy tenso y una extraña sensación de ser observada desde mi encuentro con el director, respire profundamente y concentre la mirada en la carretera, cuando llegue a casa deje todo mi bolso tirado en el sofá y seguí derecho a mi habitación y me deje caer de espaldas en la cama a mirar el techo como una tonta.

No podía sacarme de la mente esos extraños ojos verdes que me miraban como si quisieran saltarme encima y devorarme en cualquier momento, no se podía negar lo evidente, el hombre era atractivo, demasiado para que fuera sano, seguramente estaba acostumbrado a que todas cayeran presas de su encanto, seria un presumido y un pesado como todos los que poseen ese físico.

Me levante, me quite los zapatos y los coloque cuidadosamente en el closet junto con los demás, deslice la cremallera de mi vestido blanco y lo deje sobre el diván al dado de la ventana, no se porque razón aparte un poco las cortinas y mire hacia la calle, estaba vacía y solitaria, solo estaba el gato de mi vecina rasguñando su puerta para que lo dejaran entrar.

Regrese y me mire mi reflejo entero en el gran espejo del tocador, mi piel canela, mi cabello negro largo y liso hasta la cintura, mis ojos  negros almendrados y mis labios rojos, llevaba un refinado conjunto de ropa interior de encaje color piel algo bohemio, especialmente por el liguero y las medias, nuevamente aquella sensación de frío sacudió mi piel dolorosamente, corrí  a la ventana y luche con la vaporosa cortina que se abombaba por el viento y la cerré.

Ø  ¿Estaba abierta?

No podía estar abierta si hacia unos instantes había estado frente a ella y me habría dado cuenta, no le di importancia en ese momento estaba tan cansada y deseaba irme a dormir lo más rápido posible, me desabroche las medias  deslizándolas con cuidado  y las deje  junto al vestido y antes de caer en la cama ya estaba dormida.

Ø  Adele... Adele...

Me desperté en medio de la noche con el corazón acelerado, una extraña sombra se colgaba de la ventana como si flotara detrás del cristal observándome, encendí la lampara de mi mesita de noche y mire a mi alrededor con la vista  borrosa por el sueño, había tenido una pesadilla y no era mas que eso, me convencí.

El fin de semana paso igual que todos los demás, entre el gimnasio, el cine, el teatro, alguna galería de arte y mi maratón de cine clásico, el domingo fue el turno de Casablanca, amaba esta película en especial la  escena del avión y aquella triste despedida, y aunque me gustaba siempre terminaba deprimida cuando la veia.

Pasó casi un mes sin que cruzara palabra con el director, pero no era necesario, sus miradas asesinas bastaban para que supiera que el hombre me odiaba por alguna razón, en varias oportunidades salí a almorzar con algunas compañeras de trabajo que comentaban con terror de su mal carácter, de cómo azotaba la puerta sin necesidad, de aquella perfección imposible que exigía en todo, de su aparente desinterés por llevarse bien con nadie, de que en varias oportunidades había tirado por la mesa los documentos con faltas de ortografía.

En comentarios de pasillo se decía que era hijo de un industrial muy importante del país, que había asistido a la universidad en el extranjero y que hablaba perfectamente ingles e italiano, que en varias ocasiones lo habían oído soltar comentarios en italiano ante un cuadro mal colocado o ante un cristal sucio.

Ø  ¡Un completo ogro!

Comente una vez.

Ø  ¡Pues un ogro muy bien parecido!

Dijo Salma con un hondo suspiro.

Ø  Y de que le sirve... si tiene carácter de ogro y nos mata a trabajo.

Ambas terminamos el café en silencio aprobando con la cabeza aquella terrible verdad antes de volver cada una al trabajo, cruzándonos con el y sus ojos afilados en el pasillo de la cafetería.

Ø  ¿Nos habrá oído?
Ø  No creo, estabamos lejos y además hablábamos en voz baja.
Ø  Juraría que sabe lo que uno piensa.
Ø  Entonces que se meta en mi mente para que se encuentre con una que otra sorpresa.

La tarde de ese viernes al irme note que su carro no estaba, había salido temprano a algún lado mientras nos tenia a todos trabajando horas extras, trate de aprovecha el fin de semana al máximo y sacarme tanto veneno acumulado por culpa de mi jefe con unas sesiones de spa y masajes relajantes.

Ø  Tu cuello parece de piedra.

Dijo la masajista.

Ø  Si, se llama “Síndrome de mi maldito jefe”
Ø  Se ve que lo quieres mucho.
Ø  Si, no sabes cuanto.

 El lunes en la mañana cuando llegue el emblemático carro ya estaba parqueado en el lugar de siempre, no se porque lo hice pero me acerque y toque el capo, estaba frío.

Ø  ¿A que horas llega, Doctor Albear?

Una voz extremadamente cautivante resonó entre el silencio y yo.

Ø  Muy temprano, señorita Isaac.

Y allí estaba él, de nuevo, robándole un mico infarto a mi corazón, abrió el carro y saco un sobre de manila bastante pesado y me lo paso con un aire de autosuficiencia.

Ø  Acompáñeme señorita Isaac.
Ø  Adele.

Ø  ¿Prefiere que la llame por su nombre?
Ø 

Comenzó a subir las escaleras mientras yo lo seguía en silencio, a lo largo de los pasillos y oficinas todos los ojos me observaban caminar detrás de él como si fuera al cadalso llevando en mis manos el manifiesto de mi condena, tomamos el ascensor al segundo piso y seguimos de largo por un nuevo conjunto de oficinas hasta detenernos en la más remota de todas, abrió la puerta y se hizo a un lado en un gesto de caballerosidad.

Ø  Siga por favor.
Ø  Gracias.

Aquella oficina era como una pequeña parte del museo, en primer plano un hermoso sofá de cuero negro y frente a el una mesita de madera de ébano y dos poltronas a juego, en las paredes anaqueles de madera de cedro con piezas en urnas de cristal, varios cuadros montados en sus caballetes, una mesa de trabajo con acuarelas, óleos, espátulas, pinceles e infinidad de pigmentos, en una esquina un perchero con una bata blanca de trabajo.

A un lado una puerta que probablemente llevaba a un baño y al fondo con la ventana a sus espaldas un fornido escritorio de patas labradas y una silla de espaldar alto, frente a el dos sillas del mismo estilo pero mas pequeñas, siguió de largo y se sentó indicándome con un ademán que hiciera lo mismo, puso sus manos increíblemente blancas sobre el escritorio y me miro fijamente.

Coloque el sobre en la mesa, y al parecer ni siquiera le presto atención apartándolo a un lado con absoluta indiferencia, abrió uno de los cajones de su escritorio y me entrego una carpeta blanca sin rotular.

Ø  Aquí están las referencias y la descripción de 14 piezas egipcias que el Museo de El Cairo nos presta por 30 días para exposición, tu trabajo será organizar la disposición en que ira cada pieza ubicando la referencia en este croquis de la galería 5, lo presentaras mañana para que lo apruebe o lo deseche.
Ø  ¿Mañana?
Ø  Sí, ¿Algún problema con ello?

Se giro a un lado y abrió la pantalla de su computador portátil.

Ø  Ninguno Doctor.

Las manos me temblaban aun después de haber salido de aquella oficina, camino a la bodega escuche por accidente que el nuevo director había despedido a su asistente por una nimiedad, en mi pequeño refugio en las profundidades me deje caer sobre mi escritorio tratando de respirar con calma, ese maldito hombre parecía tener un extraño poder sobre mí, me anulaba, de dejaba sin palabras, sin la posibilidad de replicarle a nada de lo que dijera, pero aquello no era posible, yo siempre había sido la que lograba todo lo que quería, la persona con la mayor autosuficiencia y confianza del mundo, y ahora de buenas a primeras este desconocido venia a poner mi mundo de cabeza.

En un acto incomprensible de ira que nunca me había permitido tener grite y desocupe la superficie del escritorio de un manotazo, ¡Cuánto lo odié!

Después de reorganizar mi propio desastre me dedique a trabajar en la propuesta, estudie las características de cada pieza y las ubique según el posible interés de los visitantes y tratando de narrar la historia de cada pieza de forma implícita, fue un trabajo récord que me ocupo hasta casi la media noche, cuando termine me dolían los ojos por el brillo de la pantalla del computador, pero tenia una excelente presentación en diapositivas para mañana expuesta al monstruo.

Cuando salí al estacionamiento el mercedes negro no estaba, así que después de todo el monstruo era mortal y necesitaba dormir, esa noche dormí como una piedra en el fondo del río, como si literalmente me hubiera muerto y renaciera al amanecer, abrí mi closet y estudie cual seria la armadura de batalla y fue fácil encontrar lo que buscaba, una falda lápiz negra  hasta las rodillas y una blusa de satín blanca abotonada al frente con botones de perlas, de mangas largas y cuello alto anudado con un lazo que caía en dos puntas sobre el pecho, medias de liguero y tacones negros cerrados, altísimos, por supuesto.

Me recogí el cabello en una coleta alta, me puse solo un poco de polvo y un brillante labial rojo sangre, pase todo ese día trabajando las existencias sin referenciar en algunos detalles adicionales sobre la exposición hasta las seis de la tarde cuando me mando llamar el director Albear a su oficina.

Ø  ¡Precisamente tenia que esperar hasta esta hora para pedir la presentación!

Los pasillos estaban semi vacíos, solo encontré uno que otro vigilante que hacia su ronda, toque la puerta observando el pálido reflejo de la luz por debajo de la puerta.

Ø  ¡Siga!

Aquel... siga, me sonó a fastidio cuando abrí la puerta y lo vi sentado en su escritorio al fondo de la oficina, con  el saco colgando del espaldar de la silla y las mangas de la camisa dobladas hasta el codo, el blanco nieve de la camisa contrastaba con el reflejo pálido de la lampara de lectura que tenia encendida, camine hacia con el mentón mas alto de lo normal y le entregue la carpeta que tenia destinada para la presentación, conecte el portátil al proyector y abrí el archivo con las diapositivas comentando cada una como si se me fuera media vida en ello, pensaba a una velocidad diferente a ala de mis palabras, pensando en cada palabra antes de decirla para no cometer ningún error, tenia que ser perfecta.

Lo miraba de reojo pasar las paginas de la carpeta y detenerse por algún segundo en  apartes precisos y hacer anotaciones al lado con una elegante pluma dorada, firmo la aprobación de la ultima pagina cerrando la carpeta de golpe tirando la pluma que rodó dando tumbos por el escritorio hasta caer sobre la alfombra.

Yo estaba inmóvil, con el apuntador láser en la mano derecha que temblaba levemente, lo vi levantarse y caminar hacia mí con un extraño brillo en los ojos, me miro fijamente tan cerca que podía sentir el azote tibio y dulce de su respiración en mis mejillas.

Ø  ¡No sabe cuanto la odio!

Deje de respirar cuando lo escuche decir aquellas palabras con ese tono lleno de ira contenida y veneno, yo simplemente no pude contestarle nada, solo deje caer el apuntador y me quede petrificada cuando sus manos me apretaron con fuerza por la cintura llevando sus labios hasta los míos besándome con furia, en mi mente pasaban miles de cosas para hacer y decir, gritar, safarme, correr, golpearlo, acusarlo, pero mi cuerpo pensaba otra cosa y en esos momentos el me controlaba.

Cuando sus besos comenzaban a dolerme lo vi apartarse de mi rostro con la mirada encendida por la rabia, sentí sus manos subir por mis brazos  hasta los hombros y enredarse en el lazo de mi cuello soltándolo con tanta fuerza que escuche claramente el desgarro de la tela.

Ø  La odio porque desde que la conocí ha puesto mi mundo de cabeza, ya no puedo hacer nada sin pensar en usted, sin imaginármela todo el tiempo, y yo, en mi vida, no me puedo dar el lujo de que alguien tenga ese tipo de control sobre mí. ¡Y me siento impotente al verla cada día tan campante atormentandome!

Se aparto a pasos gigantes mientras yo reaccionaba uniendo las dos partes rasgadas del cuello de  mi blusa, lo vi de pie frente a la ventana unos instantes en silencio antes de escuchar su voz de nuevo.

Ø  Ahora, señorita Isaac puede hacer lo que quiera, demandarme, ir corriendo a los medios a contarle lo ocurrido, acusarme si le da la gana, yo... solo quiero arrancarla de mi camino para siempre... no me interesa y esta en su derecho...  solo quiero terminar con esta pesadilla.

Casi involuntariamente mis pies me llevaron a la puerta y salí dando un portazo, como nunca la puerta de la bodega de piezas se abrió al primer intento, recogí mi bolso y salí con el abrigo cerrado hasta arriba, no sé en que momento me vi conduciendo a toda velocidad por la carretera y abriendo mi casa con el rostro lleno de lagrimas, deje caer mi bolso en medio de la sala y subí las escaleras a toda prisa hasta mi habitación

Me deje caer boca abajo sobre los almohadones de mi cama y ahogar varios gritos con ellos, al final me quede dormida con la ropa y los zapatos puestos, los primeros rayos del sol azotaron mi rostro con ardor, me levante y me senté frente al tocador evaluando todo lo que había pasado. Vi con detenimiento el cuello de blusa rasgado unos instantes antes de cubrirme el rostro con las manos suspirando profundamente llenando al máximo mis pulmones de aire para darme valor, lo necesitaba para lo que iba a hacer.

Me deshice rápido de toda la ropa y la tire al cubo de la basura antes de bañarme, salí envuelta en una toalla,  abrí el closet y saque de la parte de arriba una caja negra con ribetes dorados, la deje sobre la cama y la abrí sintiendo en mis dedos la suavidad de la tela, era un vestido negro entallado y largo hasta las rodillas, cuello v al frente bastante discreto pero profundo en la espalda y  sin mangas, lo complementaba un fajón ancho color rojo escarlata que se anudaba atrás con un lazo, complete el look con medias negras y  zapatos negros de tacón alto, me recogí el cabello con  una coleta alta, me delinee los ojos en la parte de arriba en negro y brillo natural en los labios.

Baje a la sala y redacte el documento que le entregaría, por ultimo lo metí en un sobre blanco, tome el gabán negro del perchero y salí como de costumbre, cuando llegue deje mis cosas en la bodega y subí hasta su oficina haciéndome anunciar media hora antes con su nueva asistente para torturarlo desde anticipadamente, sonreí para mis adentros con gusto.

Entre y  cerré la puerta con seguro,  lo vi sentado en su escritorio, levanto los ojos y frunció el ceño, cuando estuve frente a su escritorio deslice el sobre frente a el, ninguno de los dos dijo una palabra.

 Estaba inhumanamente apuesto en una camisa color lavanda, pantalón y saco negro,  sus cabellos castaños bien peinados y ese brillo verde en los ojos que dejaban sin aliento a cualquiera, apreté la mandíbula trayéndome a la realidad porque  no podía distraerme en aquel momento.

Ø  ¿Que es esto?

Apretó la cuartilla entre sus dedos y la sacudió con rabia frente a mí.

Ø  ¡Y que esperaba que hiciera!...ahí tiene la factura de la blusa que me destrozo anoche que por cierto era muy cara.

Di media vuelta y me dirigí a la puerta cuando sentí un fuerte apretón en el brazo que me detuvo en seco haciendo que me girara encontrándome de nuevo con sus ojos frente a los míos.

Ø  ¡Como puedes ser tan..!

No aguante mas...

Esta vez no me quedaría petrificada, ya era suficiente...

Hoy  le daría a saber lo que en realidad pensaba de él. Mi sangre parecía hervir cuando me fui contra sus labios y lo bese con ansiedad pasando mis manos por detrás de su cuello  al instante sus manos fueron al escote de mi espalda abrazándome con fuerza levantándome del suelo para llevarme contra su pecho. En el fondo su corazón latía como si fuera una melodía de piano que yo solo podía escuchar, cuando separe mis labios de los suyos me bajo con delicadeza y acaricio mi mejilla con el torso de su mano y por primera vez lo vi sonreír tímidamente.

Ø  Por cierto... ¡yo también lo odio con todas mis fuerzas!
Ø  Puedo vivir con eso.


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