Después de un tiempo supe que se había casado.
Que había conocido a alguien mas después de nuestro amargo rompimiento, donde sus argumentos no eran mas que un arraigado temor al compromiso que nunca entendí, durante años le dedique mi tiempo y mi vida a una relación que juraba que duraría para toda la vida, pero al parecer el tenia otras cosas en la cabeza, al principio creí entenderlo, los hombres piensan y sienten diferente.
Y cuando la sola idea de casarnos sonó un día en una conversación casual con unos amigos, su rostro palideció y prefirió cambiar el tema, unos días después termino conmigo sin mas ni más.
Me siento ahogado con esta relación, siento que no vamos a ninguna parte... Ana María será mejor que dejemos las cosas como están y no nos hagamos mas daño.
¿Daño? ¿Que daño te hago yo?
Apretó los labios y busco una respuesta en su mente.
No me quiero comprometer aun, siento que tengo tantas cosas que hacer, apenas comienzo a trabajar y a veces siento que tu eres como un ancla que no dejara seguir.
Ahora la del silencio fui yo, y ese silencio duro casi un año... hasta el día de hoy.
Esa mañana compraba el periódico camino a la oficina cuando me encontré con un gran anuncio en la pagina social, mi ex novio, Ricardo Villamizar, el hombre que le tenia pánico al compromiso se casaba y eso no era lo peor, lo peor era que yo lo seguía amando.
Y en efecto se caso con ella, como el ser más masoquista del mundo la vi entrar a la iglesia envuelta en un hermoso vestido de Carolina Herrera, radiante y feliz, las rosas blancas de su ramo eran iguales a las que había soñado llevar el día que me casara con él.
¡Que curiosa es la vida! Ese día la odie, con toda mi alma, a esa desconocida que se llevaba sin ningún esfuerzo todo lo que yo quería, pero hoy ya ni odio siento por ella.
Regrese a casa, la lluvia que callo esa noche azotaba mi ventana y como en los cuentos de terror las ramas del rosal del jardín arañaban los cristales mientras yo con los ojos abiertos de par en par pensaba en los errores de mi pasado y en que no los volvería a cometer.
Me levante de golpe, y sentada sobre mis blanca sabanas tome la decisión, y examine todos mis errores, errores que no volvería cometer.
Si la pureza de mis sentimientos lo habían alejado de mí, tomaría lo que quedaba de esa bondad y la envolvería en papel de regalo y la tiraría toda a la basura.
Aun lo conocía y sabia además que su carácter firme como para no cambiar en solo un año, ni aun por aquella nueva mujer en su vida, él era demasiado predecible e inalterable, así que me lo encontré por casualidad tomando un café en el restaurante italiano que tanto le gustaba.
Aquella casualidad debía ser tan limpia y natural que lo dejara pensando en mi todo el día, y tal vez toda la noche, me arregle con esmero pensando en antiguos halagos y sonrisas furtivas que lograba sacarle a sus seductores labios, una falda negra ceñida de un discreto largo hasta la rodilla, una camisa de seda blanca sin mangas y de cuello alto anudado con un gran laso cuyas puntas caían sobre el pecho, medias de liguero y tacones cerrados de brillante charol negro de 15 centímetros de alto. Me hice un moño alto recogiendo mi abundante cabello negro, el maquillaje fue ligero, casi al natural menos los labios, a los que vestí generosamente con labial rojo sangre.
Había llegado con anterioridad al restaurante, Ricardo acostumbraba ir al Vittorio después del trabajo a tomar un café aquello era como un ritual anti estrés, observe mi reloj y me fui al baño a retocar mi perfume y mi maquillaje diez minutos antes, también sabia que lo primero que haría seria entrar al baño y lavarse las manos, a lo lejos escuche sus pasos, seguían siendo inconfundibles... aquellos pasos hicieron que mi corazón latiera como loco por la anticipación, respire profundamente abrí mi bolso y fingí caminar con la mirada concentrada en su interior como si buscara algo.
Hasta que casualmente choque con un cuerpo alto y fornido y con aquella loción amanerada que tanto me gustaba, sin levantar la vista comencé a disculparme por el accidente.
Perdón señor, es que buscaba...
Ana María, que gusto verte.
Como desee colgarme de su cuello y besarlo, pero seria demasiado sospechoso si eso sucediera, aun. Le dedique la mirada más intensa que pude y respire cerca de sus labios de tal forma que mi aliento le acariciara sensualmente la piel, mire hacia un lado y le hable con la mas grande de las indiferencias.
Ricardo, hola...
Casi un año sin verte, ¿Cómo has estado?
Muy bien.
Exagere el tenue roce de otra mujer que también se salía del baño y choque nuevamente contra su pecho, esta vez sus manos acudieron a mi cintura para sostenerme.
¿Te gustaría acompañarme a tomar un café?
Por supuesto, no me negaría a acompañar a un viejo amigo a tomar un café.
¡Cómo siempre tan encantadora!
Intento acariciar mi rostro pero me aparte sutilmente, aun no.
Me ofreció su brazo y fuimos hasta una mesa junto a la ventana, si, junto a la ventana desde donde se podía observar todo y desde donde todos desde afuera nos pudieran ver, se apresuro a acomodar la silla para mí, se sentó y observo con atención el movimiento de mis manos mientras fingía acomodar el lazo de mi blusa.
Supe que te casaste.
Sí
Cuánto me alegra, en verdad a estas alturas y después de casi un año de no vernos deseo de todo corazón que seas muy feliz.
Sus ojos verde oliva se oscurecieron como si una nube gris cruzara por su mente, no se esperaba tanta amabilidad de mi parte después de un rompimiento tan doloroso como el que sufrí por su abandono.
Gracias Ani, la verdad hasta llegue a pensar que no estabas en la cuidad.
¿Porque me iría?
No sé...
Me recosté contra el espaldar de la silla y le sonreí maliciosamente.
No, simplemente estaba demasiado concentrada en mi trabajo y además tu sabes que soy de poco salir.
Lo sé, discúlpame.
Terminé el café rápidamente, sin que pareciera que tenia prisa.
Me tengo que ir.
¿Tan pronto?
Si, es algo importante.
¿Te espera alguien?
Me levante y le sonreí con gracia, aun con aquella sonrisa amplia y brillante le conteste:
¡Eso no te importa!
Lo vi levantarse y dejar la servilleta en la mesa, le extendí la mano el la tomó y me atrajo hacia su rostro dándome un beso en la mejilla.
Tienes razón, he perdido ese derecho.
Salí del restaurante sin mirar atrás aunque lo deseaba mas que a nada en el mundo, esa noche me convencí de que era posible y necesario, al día siguiente me llamo al celular tal y como lo había pronosticado y quedamos de volvernos a encontrar, como amigos, viejos y buenos amigos, siempre para tomar un café, o ver una nueva exposición de arte, incluso para preguntarme mi opinión sobre la nueva campaña de publicidad que desarrollaba.
¿Y tu... tienes a alguien?
Me tengo a mi misma, y con eso basta.
No me quieres decir nada ¿Verdad?
Esa tarde me levante de la silla y tire la servilleta sobre la mesa enojada y deje de contestarle el teléfono por casi quince días, un reto, por supuesto, pero tenia que hacerlo que diera el siguiente paso por si mismo, ese viernes cuando salía de la oficina vi sus brillantes ojos verdes acercarse a mí, con aquella determinación que adoraba.
¡Tenemos que hablar!
¡Habla con tu esposa!
Y seguí de largo al estacionamiento, escuchando atentamente sus pasos siguiendome, abrí mi bolso y busque las llaves del carro observando el reflejo de su rostro en el cristal y sonreí mentalmente.
¿Porque no me contestabas el celular?
¿Para qué?
El silencio se apodero de él.
¿Para qué? ¿Para saber si aun me sigo muriendo por ti? ¿Para saber si puedes jugar conmigo de nuevo? ¿Para que confirmes si puedes hacer lo que quieras conmigo?
Se quedo mirándome un momento en silencio, me tomo de la cintura y me beso con tal furia que me dolieron los labios, su aliento chocaba con el mío revolviendo mi mente entre mis planes y mis recuerdos, sus manos se aferraban a mi píel recorriendo mi cadera hasta sentir a través de la tela de mi falda el delicado encaje de mis medias, finalmente había caído... completamente.
Ahora la que jugaba era yo, yo tenia la reina en su tablero de ajedrez, y jugaría inteligentemente, arriesgándolo todo en este ultimo partido. ¿Y que apostaría? Hasta mi vida. En ese instante lo supe y aquella seguridad que no creía tener acudió a mi como una gran ola que lo consumió todo.
Lo deje con la cabeza llena de preguntas y me fui a mi apartamento, lo que en un principio parecía tan difuso y tan dudoso apareció tan claro ante mis ojos, tome el teléfono y al otro lado la voz casi infantil de un chico me contesto:
¿Finalmente se me ha decidido?
Si, es un hecho.
Después no hay lugar para arrepentimientos señora.
No los habrá
¿Segura? Hace mas de un mes que consignó y no se decidía a hacer el pedido.
Estoy segura, entregue el paquete.
Colgué tranquila, increíblemente tranquila, con la sensación de frescura más grande que podía sentir sobre mi cuello, ahora solo seria cuestión de esperar y seguir con mi plan.
Después de varios días cuando recogía el periódico local me conmocione con la noticia de un nuevo asesinato en la ciudad, entre con el periódico en la mano y una enorme taza de café y me senté en el sofá como cualquier sábado a leer las noticias cuando a medida que leía el articulo encontré el nombre de la víctima, Ivania Castellanos...
Ivania castellanos... Ivania... la taza de café se me calló de la mano creando una gran mancha en la alfombra, mi corazón corrió a mil cuando me imagine el rostro de Ricardo lleno de dolor y confusión, me bañe y me vestí sobriamente con un sastre negro y fui con el, es cierto que estabamos peleados, que no tenia razón aparente para acompañarlo, pero tenia que ir... lo amaba demasiado y eso sobrepasa cualquier cosa hasta la lógica.
Sostuve su mano con ternura todo el tiempo, volví a hablar con sus tías a las que quería mucho y culpa de nuestro rompimiento no había vuelto a ver, el ambiente era desgarrador, se respiraba una honda pena en el corazón de Ricardo y verlo así me martirizaba a un mas a mí.
Fui la ultima en irse, la ultima en despedirse, la ultima en abrazarlo con fuerza y decirle que todo estaría bien, siempre estuve a su lado, me llamaba casi a diario después que paso todo, os convertimos en buenos amigos de nuevo, tal vez mas que antes, pues compartíamos un dolor en común, el por su perdida y yo por ver su sufrimiento.
Casi un año después, un sábado por la tarde, se apareció en mi puerta con un inmenso ramo de rosas blancas me las entrego y como impulsado por una fuerza sobrenatural tomo mi rostro entre sus manos y me beso con tanta fuerza que comenzaba a dolerme, dos gruesas lagrimas corrieron por mi rostro llegando hasta sus labios y fundiéndose con ellos.
¿Por qué estas llorando?
No sé.
¿Porque me besas?
Porque ya no pude resistirlo más.
De todo esto ha pasado mas de un año, tuvimos un hermosa y sencilla boda civil a la que solo asistieron unos cuantos amigos y familiares, la casa por poco se viene abajo cuando le dije que estaba embarazada, ahora a punto de dar a luz a mi primer hijo, me miro al espejo y me contemplo hermosa, redonda e increíblemente feliz, la alegría de la maternidad y del amor de mi esposo llenan mi vida de tal manera que no dejan espacio para ningún otro sentimiento...
Ni siquiera para el remordimiento, o la culpa.
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