¿CENICIENTA... QUE PUEDE HABER MAS VERDADERO QUE UNA MENTIRA POR AMOR?
Una mentira, una mentira me llevo a su lado, y por una mentira alcance aunque fuera por un breve momento lo que siempre había soñado. Y no me arrepiento. No me arrepiento de nada.
Es lo que pienso ahora, no sé si esto cambie después, sin embargo, por aquella dulce y cruel mentira viví la mejor noche de mi vida, y el solo recuerdo me basta para atesorarlo en mi corazón y vivir de eso por el resto de mi existencia.
El no sabe, es mas, aun sigue esperando algo que no podrá volver a suceder, porque la vida y el destino se encargaron de que así fuera. Y es mejor que se quede así, con el recuerdo de mí, tal y como lo amo, una noche, una sola, una y nada mas, así lo prefiero yo, y para ser sincera es lo mejor.
Cenicienta, me gusta pensar en ese nombre, en lo que ese personaje representa, porque por una noche yo también fui una cenicienta, un ser mágico que desapareció, con la única diferencia de que para mi no hay zapatilla de cristal...
Lo veia desde mi ventana, ocultándome detrás de la cortina, aquella pieza de seda roída que poco reflejaba lo que había sido en el pasado ahora sujeta de un basto palo de escoba añadido a otro para sostenerla en lo alto de la ventana.
La casa seguía perteneciéndonos como lo único que nos quedaba, y sus tristes moradoras éramos nosotras dos, mi abuela y yo, mi abuelita, mi dulce hada de alas rotas y ojos nublados por la ceguera anticipada desde su juventud.
¡Fuiste tu la que llego para salvarme!
Me decía constantemente, y esa era la misión para mi vida, de alguna forma tenia que agradecer tanto amor y tanta dedicación por parte de una desconocida que había recogido a una huérfana, no tenia porque hacerlo, lo mas sabio entonces era llamar a la policía o entregarme en un hospital, o a un orfanato y no cargar conmigo y compartir lo poco de su pobreza conmigo.
Pero lo hizo y la amo. Y estaré con ella siempre.
En épocas lejanas mi abuela era doña Ana Margarita Sofía de la Cruz y Alvarado, dama de la alta sociedad, esposa de un general de la República, benefactora de diferentes instituciones, fundadora de otras, la primera en manejar un carro por las calles de la ciudad, la dueña de la primera casa con teléfono privado.
Después de su fracasado matrimonio sin hijos con el general se recluyo en asta casa, cansada de las infidelidades de un hombre que se empeñaba en llamarla estéril a cada momento se dedico a vivir sin importarle aquella sociedad que la había alabado por su belleza y por el abolengo de sus apellidos y que después la critico cruelmente por acceder al divorcio. Pecado mortal en aquella época.
Dejo de ir a la iglesia para evitar los comentarios a su alrededor, y creo que hasta perdió la vista para no ver los desprecios de sus antigua y falsas amigas de sociedad.
Sola, absolutamente sola vivió en aquel pequeño palacio de muros blancos y altos con un jardín con tres fuentes y quince estatuas de mármol, lo primero que hizo fue dejar libres a los pavos reales y al faisán para que vivieran su vida como les diera la gana, las aves no se fueron mas bien se apoderaron de la entrada de la reja y echaron a los turpiales de los naranjos y a los perros que pasaban por el frente.
Nunca un pavo real aceptara a un plebeyo en su patio.
Esa noche me tomo en sus brazos para que la lluvia no me ahogara tirando a un lado el harapo que traía por ropa envolviéndome con una mantilla española.
Estefania Patricia Adriana de la Cruz y Alvarado.
Me dio un nombre y sus apellidos, entonces me convertí en su familia, aquella dama de sangre azul no tenia mayores cosas que ofrecerme, solo su amor y su pobreza de muros blancos y vajillas de plata que poco a poco se fueron agotando para darme educación.
Ahora años después lo vi, escondida detrás de la cortina, del pequeño palacio quedaban los muros intactos pero nadie sabia la pobreza en que se vivía en su interior, en medio de un barrio tradicional y exclusivo nos alumbrábamos con velas y cocinábamos con leña, al verme recogiendo las cenizas de la hornilla pensaba en mi como la cenicienta y en ves de martirizarme, me gustaba.
Estaba agradecida de lo poco o más bien de lo mucho que mi abuela Ana hacia aun por mí. El corazón se me detuvo varios segundos cuando lo vi por primera vez cuando llego a ocupar el hermoso caserón de enfrente, desde ese día, me dedique a verlo llegar cada tarde, el nuevo embajador Ingles Sir Dereck Crawford.
Dereck... Dereck.
Aquel ingles alto, rubio, de hermosos ojos azules como el mismo cielo, salía todos lo días vestido con impecable traje de paño cargando un maletín en su mano derecha y un gabán en el izquierdo, se subía al elegante carro de la embajada y desaparecía hasta donde mis ojos no podían verlo. En la tarde, reconocía el ruido del auto que en su interior traía a mi Lord y salía de inmediato, bajando escaleras, corriendo unas tantas veces para estar a tiempo en la ventana para verlo bajar. Era todo lo que ansiaba en la vida, verlo salir y entrar en su casa.
Una tarde encontré a mi abuela esperándome al pie de la ventana, con las mejillas rojas y el corazón a punto de reventar y me pregunto:
¿Quién motiva tus pies a correr de mañana y de tarde, a la misma hora?
Nuestro vecino de enfrente, Sir Dereck Crawford.
De inmediato las lagrimas corrieron por mi rostro, mi abuela acarició mi rostro lleno de lagrimas con sus manos arrugadas y lloro conmigo.
¿El embajador?
Sí.
¿Un Lord?
Hasta donde sé, sí.
¿Y lo amas?
¡Demasiado, abuela, demasiado!
No podía ser de otra forma.
Mi abuela me abrazó con fuerza y se fue a su habitación sin decirme nada más. Como el acto más puro de la admiración seguí viendo a mi Lord ingles cada mañana, cada cosa en él era perfecta, el brillo de sus ojos, el resplandor de sus cabellos en la tarde, sus manos blancas, su mirada...
Su mirada perdida hasta la ventana donde yo, escondida, soñando con lo que no seria nunca, soñando con hombre al caballero medieval que corría por su sangre, una mano fría y huesuda que reconocí de inmediato seco mis lagrimas una vez mas, mi abuelita, la dulce hada de alas rotas me consoló otra vez.
Mi niña, de nuestra pobreza hemos sobrevivido y de ella puedo darte lo que tanto deseas aunque sea por una sola vez, una noche, nada mas que eso puedo hacer.
¡No entiendo!
Mi abuela en la oscuridad de su ceguera me llevó de la mano a una habitación que nunca abría, la mas remota de la casa, subimos las escaleras en silencio ella se apoyaba en mi como su bastón y yo sostenía su cuerpo cada vez mas delicado con mis brazos.
Abrí las ventanas de par en par inundando la habitación con la luz de la tarde, se quito del cuello una hermosa cadena de oro y de ella colgando una llave brillaba con destellos de esmeraldas, otra joya mas para vender, pense. Pero esta vez no seria así.
El baúl grande, ábrelo.
Me arrodille frente al hermoso baúl de roble y lo abrí confundida, lo que encontré allí era mágico, mas que los cuentos de hadas, infinitamente mas, alargue las manos con miedo para tomar la delicada tela del vestido más hermoso del mundo.
Era un vestido rosa pálido, muy largo de una tela tan sutil y delicada que no pude identificar, el escote tenia forma de corazón y un corte debajo del busto desde donde caían como una cascada de tres capas de tela, cada una mas delicada que la anterior hasta formar en la parte de atrás una cola como la del pavo real.
Toda la tela estaba bordada con una infinidad de cristales que parecían ser diamantes pegados muy juntos desde el escote dispersándose delicadamente por toda la tela hasta el ruedo.
Si te dijera de quien era ese vestido, no lo creerías.
Debajo del vestido había dos hermosas zapatillas de tacón alto bordadas con hilos de plata que relucían como si tuvieran luz propia.
Si supieras de quien fueron tampoco lo creerías.
Estaba sin habla, aquello parecía irreal, demasiado fantástico, pero aun me esperaba una sorpresa aun más maravillosa, lo supe en el momento en que vi su dulce sonrisa.
Debajo encontraras un cofre, sácalo...
La escuche suspirar.
... me parece que puedo verlo de nuevo.
Sostuve el cofre en mis manos y lo abrí, con la boca abierta y los ojos a punto de anegárseme en lagrimas contemple él más bello aderezo que había visto en mi vida, más bello que los que había vendido por ordenes de mi abuela para comer.
Son diamantes rosados, los más raros del mundo.
Había una gargantilla de oro blanco que simulaba una cadena de rosas y en el centro de cada una un diamante rosado, los aretes eran dos rosas dentro de cuyos pétalos se levantaba un diamante, tres pulseras con el mismo diseño, y un gran anillo de oro blanco con un inmenso diamante rosado entre pequeños diamantes blancos, pero había mas, algo aun más increíble... una diadema plateada, dos gruesos hilos de oro blanco unidos en cada extremo dejando un espacio libre que se ensanchaba en el centro y sobre cada uno las mismas rosas brillantes con un diamante rosado entre los pétalos.
¿Que haré con todo esto?
Brillar... brillar...
La vi sacar un sobre de su bolsillo y entregármelo, acune el cofre contra el pecho y abrí el sobre encontrándome con una invitación a la fiesta que ofrecía la embajada inglesa esa misma noche.
Pero...
No, no quiero oírte dudar... eso acabaría con la ilusión... iras... con este vestido, estos zapatos, y estas joyas ante tu Lord...
Se acerco a mí, con la experiencia del ciego que conoce su propio espacio.
Lo veras a los ojos, y el te vera a ti tal, y tendrás tu noche, una.
Lleve todo a mi cuarto, me despoje de mi sencillo vestido de etamina y deslice por mi cuerpo el hermoso vestido que mi abuela ajustó cerrando con paciencia cada botón sobre los ojales, me senté frente al gran espejo circular y comenzó a peinarme, sus manos blancas y delicadas peinaron mi largo cabello en la oscuridad de su ceguera construyendo un gran moño encima de mi cabeza, sonrió con la mirada fija en la nada y me coloco la diadema que ajusto a la perfección. Me coloco la gargantilla y el resto de las joyas
Hoy tendrás lo que el destino con egoísmo te ha negado y que de mi corazón te doy para que seas feliz.
Me puse de pie y me sentí diferente, como si dentro de mi una heroína hubiera salido de mis entrañas, me calce los zapatos emocionada y con un beso me despedí de ella, tome la invitación de sus manos y baje las escaleras con cuidado.
La noche había caido por completo, la luna con su luz blanca le arrancaba destellos de colores a mi bvestido que refulgio como si tuviera vida propia, al barir la reja me encontré con un elegante carro negro de vidrios oscuros y esperandome de pie junto a el, un elegante chofer que me abrió la puerta, sin entender nada entre asustándome cuando sentí la puerta cerrándose conmigo dentro, seguramente mi abuelita también había arreglado esto.
Lléveme...
No se preocupe, sé a donde va.
Cuando llegue a la embajada tuve que hacer un gran esfuerzo para respirar con calma, mi corazón latía como un loco dentro del pecho y me sudaban las manos, tome un gran trago de aire y lo deje salir lentamente hasta que mi corazón se calmo.
Alguien desde afuera abrió la puerta del carro deslumbrándome con la intensa luz de las lamparas, tome su mano y salí despacio pisando la delicada alfombra roja, el mundo pareció silenciarse de inmediato ante la multitud que me observaba con ojos atentos y curiosos, baje la mirada y camine hacia la entrada donde un acomodador observa mi invitación y me invito amablemente a entrar.
Subí las escaleras pensando, buscando con la mirada a mi Lord, cruce las columnas adornadas con pendones de seda blanca y entre en el salón, seguí pensando que todo era un sueño cuando vi a la multitud bailando al compás de la hermosa música que sonaba, los vestidos largos, las tiaras, las joyas, el brillo...
Sentí una inmensa angustia llenando mi pecho y perdí todo el valor que tenia cuando había salido de la casa, estaba a punto de dar un paso atrás y salir corriendo del lugar cuando lo vi. Y él me vio.
Los caballeros con los que conversaba desviaron su mirada hacia mi cuando el embajador se quedo en silencio, todo ocurrió como cuando caen las fichas del domino, todos los ojos corrieron hacia mi, casi podía sentir el peso de sus miradas en mis hombros desnudos.
Entrego su copa a un mesero y camino hacia mí, yo como atraída por una fuerza mayor que la razón baje las escaleras hacia el encontrándonos en el ultimo escalón, me tendió la mano, yo la tome en silencio. Era tal y como lo había imaginado por dos años, suave y tierna.
Bienvenida.
Su voz resonó en mis oídos como el tañir de una campana, incline la cabeza y lo salude.
Buenas noches, mi Sir Derek.
Una tenue sonrisa iluminó su rostro.
Hace mucho que no me llaman así, desde Inglaterra... me gustaría conocer su nombre, mi lady.
Se llevo mi mano a los labios y la beso, por poco y me desvanezco cuando sus labios tanto tiempo contemplados en silencio tocaron mi piel.
Estefania Patricia Adriana de la Cruz y Alvarado.
No me dijo nada mas, simplemente me llevo de la mano al centro del salón y deslizo su mano por mi cintura llevando la otra hasta su pecho y bailamos, no se si baile, a mi aun después de tanto me parece que flote, flote entre sus brazos.
Todos nos observan.
Me susurro al oído.
¿En verdad?
Por supuesto, todos se preguntan quien eres, pero nadie quiere saberlo con mas intensidad que yo.
¿Importa eso ahora?
Sí, mucho.
¿Porque?
Para saber donde buscarte mañana.
Si no te ofende... de momento solo quiero bailar.
Arrugo el ceño y acepto mi dulce negativa, seguimos bailando en silencio bajo las luces de los reflectores y el murmullo de la gente hasta que un elegante caballero toco el hombro del embajador solicitándole bailar conmigo.
Me temo, Senador que si hago eso, esta dulce aparición podría desaparecer.
El hombre sonrió y se retiro murmurando algo que no entendí, volvía sus ojos de mar cuando desde la plataforma anunciaron loas palabras del embajador para los asistentes, su mano se deslizo por mi brazo y se aparto de mí.
Ya regreso, trata de no esfumarte entre una nube de cristales, por favor.
Me beso ambas manos y lo vi subir a la plataforma y comenzar a hablar, el sueño se desvanecía y yo también, era el momento de irme, desaparecer, había tenido mas que simplemente verlo, estar cerca de el, había tenido mas que eso, y aun así, seguía allí retando al destino, di media vuelta ante su mirada que se inquieto visiblemente y salí del salón tan rápido como pude.
Afuera esperaba mi chofer quien me abrió la puerta del carro al verme, entre y le indique que saliéramos lo más rápido posible, los neumáticos chirriaron en el asfalto y salimos inmediatamente, mas por volverlo a ver, que por dolor mire hacia atrás, mi Lord estaba en la puerta de la embajada con la mirada fija en mis ojos, a lo lejos.
Me gire y me cubrí las el rostro con las manos y llore hasta que regrese a casa, esa noche me deje caer en mi cama, con el vestido, las joyas y los zapatos y me dormí después de que los ojos se me quedaron secos, y soñé con el, mientras mi abuela me consolaba con sus manos de hada.
En la mañana guarde todo de nuevo en el baúl u cerré la puerta conservando la llave para mí, desde entonces sigo viéndolo en la mañana y en la tarde, entrar y salir de la casa, sin embargo, algo ha cambiado en el, algo, que solo yo puedo notar, algo oculto a los ojos vanos de los demás, y tengo miedo, porque hasta ahora han pasado dos años mas, y pronto mi Lord ingles regresara a su país.
Llevándose con el, mi corazón y la mentira de una dama que no existe, y que tal vez recordara el resto de su vida, como lo recordare yo.
Mi Lord.
Mi lady.
Por siempre.
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