martes, 4 de enero de 2011

EL CASTIGO



Allí estabamos, uno frente al otro.

Con la respiración terriblemente serena.

Era increíble a pesar de todo.

Era como si todo a nuestro alrededor hubiera desaparecido.

Llene mis pulmones con la esencia del ambiente de aquel cuarto hasta que me sentí medio mareada bajo los terribles ojos negros de Esteban, y en la mesa frente a nosotros el arma.

Y lo peor de todo es que estabamos es esa situación por nosotros mismos, eran nuestros propios deseos, la pasión que nos quemaba, la que nos había llevado a tomar aquella terrible determinación.

Nunca había sentido que alguien, en toda mi vida, me había amado tanto como Esteban y yo de igual forma nunca había amado a otro hombre como a él.

Es irónico, pero por aquella verdad tan pura y cristalina estabamos a punto de cometer la mayor de las locuras.

No podía evitar mirar sus ojos en silencio preguntándome que estaba pensando, si estaba recordando algo del pasado, el día que nos conocimos, la primera cita, el primer beso, podían ser todas al mismo tiempo o tal vez cualquier detalle que se escapaba de mi mente.

Siempre había observado a Esteban con cierta reverencia, su profesionalismo lo hacia lucir como un hombre mayor en un delgado y esculpido cuerpo de gimnasio, sus galanterías y su elegancia lo hacia parecer un héroe de novela romántica, esa forma de arrugar la frente al pensar solo podía dejarme sin palabras deseando saber como alguien podía ser tan perfecto.

Y sus ojos, esos enormes ojos negros que solo me miraban como quien se asoma a un pozo resultaban para mí la mas profunda y desquiciada de las fascinaciones.

Hasta el día que dejo de mirarme con indiferencia y se fijo en mi, al principio me pareció una casualidad pero cuando sus miradas se convirtieron en mas que solo simples contactos visuales casi no podía creerlo.

Me parecía estar soñando.

Era obvio que estaba enamorada de él, igual que muchas otras en la oficina ¿Pero el que tenia que encontrar de atractivo en mi? Yo no era mas que la arquitecta recién llegada por recomendación de un familiar lo que hacia un poco más forzosa mi adaptación y él uno de los socios mayoritarios de la constructora y encargado directo del nuevo proyecto inmobiliario.

Y lo peor era que ahora, por simple designación tenia que trabajar con él.

 Tus diseños me parecen algo vanguardistas para este proyecto.

 Si, pero tenga en cuenta que así aseguramos hacernos notar sobre las demás constructoras, definir un estilo propio y por supuesto la venta rápida y valorizada de los apartamentos.

 Me gusta como piensas...

Me sentí halagada. Por lo general Esteban nunca alababa el trabajo de nadie, así que me sentí mas que halagada, me sentí afortunada.

 ... y también me gustas tu.

 Muchas gracias doctor Keller, es bueno saber que mi trabajo es apreciado.

De momento no comprendí porque mis manos temblaban cuando recogí la carpeta con su firma de aprobación, seguramente era por estar cerca de él y de sus enigmáticos ojos negros lo que no me dejo comprender que decía realmente.

Tanta era la confusión de mi mente que mi cuerpo lo comprendió primero.

Se levanto de la silla y me agarro la muñeca con la mirada llena de un extraño sentimiento.

 Creo que no me entendiste...

Me soltó casi con rabia, fue hasta la ventana y me dio la espalda.

 ...Lo que intentaba decirte es que me gustas tu, Elena.

La situación tantas veces soñada me parecía surrealista, había deseado tanto que aquel momento que se hiciera realidad que cuando finalmente sucedió me quedé como una estatua sin vida.

Se acerco a mí y sin mediar mas palabras me beso, como si el mundo se fuera a acabar, como si no hubiera mas vida ni más tiempo que el presente, tomo mi cintura y me llevo contra sus labios con desesperación.

Dio un gran suspiro y se aparto de mí, yo por mi parte solo trataba de recobrar la respiración.

Se quedo frente a mí en silencio un momento con la cabeza gacha y los hombros tensos.

¿Que había pasado?

Se dio vuelta y volvió a sentarse frente al escritorio aflojándose el nudo de la corbata como si también le costara respirar y me miro fijamente.

 No te pediré disculpas, ni diré que lo siento, porque seria una gran mentira, y tampoco me opondré a que levantes una acusación formal de acoso sexual contra mí si es lo que quieres, pero no podía seguir viéndote y no hacer nada.

Se quedó en silencio un segundo observando mi silueta inmóvil.

 Nada, no haré nada.

Su mirada incrédula condujo sus pasos de nuevo junto a mí.

 Nada... no harás nada... ¿Por qué pierdes la oportunidad de generar un problema en el que seguramente saldrás ganando?

Trate de deshacer el enorme nudo en mi garganta y decirlo de una vez.

 Porque yo quería que sucediera.

Y eso fue suficiente, esas simples palabras, estaban destinadas a cambiar mi vida y así fue.

Desde entonces nos seguimos viendo en secreto, lo que hizo de nuestra extraña relación algo intenso y furtivo por razones mas que evidentes, un jefe no puede tener una relación amorosa con una empleada pues su conducta seria entredicha y una empleada no podía tener mas que una relación laboral con su jefe pues seria catalogada como una trepadora.

Ambos sabíamos aquello desde un principio.

Además, como lo conversamos en muchas ocasiones, yo era realmente buena en mi trabajo pero aquel talento podría verse apocado si se descubría que salía con el encargado de proyectos.

Muchos pensarían que las razones de mi triunfo se debían a algo mas que mi talento como arquitecta.

Y eso era algo que yo tenia muy claro.

Tal vez nunca debí aceptar lo que me proponía, pero, contra la extraña y casi sobrenatural fascinación que sentía por él, era muy poco lo que se podía hacer.

Era algo tan poderoso, tan extraño que con solo unos meses llegue a no pensar en una vida sin él, a su sombra, es mas... no concebía un futuro sin él, aunque la parte razonable de mi mente me dijera que tanta y tan repentina devoción no estaban bien.

Que no era sano.

Que no era normal, pero no me importaba, lo único que me importaba era que el era mío y yo era de el.

Así de sencillo, sin mas explicación que un sentimiento oculto que nos unía de una forma imposible de entender y satisfacer.

Hasta que poco a poco y sin darme cuenta llegó a un extremo por demás raro y peligroso, para ese entonces estaba tan enamorada que no me di cuenta ni lo vi como lo veo ahora.

 ¿Que hacías hablando con él?
 Es el ingeniero tenia que remitirle los planos.
 No me gusta como te mira, de pensar que solo puede verte... ¡Me enferma!

Esa vez termino arrastrándome disimuladamente hasta su oficina con reclamos casi incoherentes que termino de tajo abrazándome con fuerza inusitada contra su pecho diciéndome una vez mas que me amaba y que nunca pensara siquiera en traicionarlo.

 Romperías mi corazón y enloquecería.

Fue entonces cuando me contagio con la furia de sus celos, aunque tal vez, pudo ser antes, o desde un principio, la verdad, ya no interesa, soy tan culpable como él en lo que paso, solo que yo corrí con mejor suerte.

Suerte, esa era la cuestión, el azar, el que terminaría por decidirlo todo.

 Yo también Esteban, arriesgo tanto por este amor, que si me traicionas... no sé que seria de mí y eso no esta bien.
 Nada de lo nuestro estaba bien.
 ¿Y que podemos hacer al respecto?
 Seguir con esta equivocación... hundirnos en ella.

Me separe de el un poco y lo mire a los ojos, y en medio de aquella negrura le respondí.

 Hasta el fondo del infierno.
 Creo que ya estamos ahí.
 Entonces hasta donde haya que ir.

Así pasaron casi dos años, de citas en secreto en su apartamento, besos furtivos y caricias que por prohibidas resultaban cada vez más atractivas y posesivas.

Es extraño el concepto, en verdad, pero para nosotros lo anónimo de nuestra relación hacia que ese sentimiento de pertenencia que se había creado en torno al otro se hiciera cada vez mas fuerte, al estar bajo la mirada publica y fingir que nada sucedía el sentimiento de intocabilidad se hacia mas profundo, por decirlo así el secreto nos estaba enfermando.

Nos enfermo.

Y solo hasta ahora, lo he comprendido, aunque es un poco tarde para sentir remordimientos así es.

Poco a poco, yo veia cosas donde lo has había, miradas inexistentes, el roce de una faldacualquiera era intencional y en mas de una oportunidad desee levantarme del escritorio y empujar por las escaleras a la culpable.

Sacarle los ojos con un compás a la que osaba con mirarlo con alguna ilusión al saberlo soltero, pero no, no era soltero... me pertenecía.

Una cita de negocios podía ser una excusa para traicionar nuestro secreto, una llamada, unos minutos de mas en el estacionamiento, todo me resultaba sospechoso, sobre todo al no existir el compromiso publico de tener novia su naturaleza de hombre podría destruirlo todo.

Y él hacia lo mismo, y algunas veces era peor, pero aquellos reclamos infundados en esa época me parecían una muestra innegable de que me amaba, hasta mas que yo.

Todo era correspondido, era como darnos en partes iguales un castigo que gobernaba nuestras vidas.

Hasta que se hizo insostenible.

Sobrepasando ampliamente ese amor que nos había unido, ya nos estabamos comportando como fieras el uno con el otro, demarcando un territorio invisible en torno a los demás.

Haciéndonos mas daño que amándonos, y al darnos cuenta francamente de eso, surgió la cuestión.

Nos separaríamos...

Si, por nuestra propia voluntad, pues las cosas habían tomado un rumbo demasiado destructivo, eso lo sabíamos, pero había algo mas que sobrepasaba cualquier estado de la conciencia, algo que nos impedía separarnos el uno del otro, algo que no nos dejaba considerar la posibilidad de que el otro podía alejarse y continuar con su vida.

Un profundo e irracional egoísmo nos había surgido en el corazón, algo tan sencillo como considerar la posibilidad de que alguno de los dos podía iniciar una relación normal con otra persona nos carcomía el corazón de una forma enfermiza y loca, pues en nuestras mentes la idea de otras manos y otros ojos sobre el ser que nos seguía perteneciendo era inconcebible, y nuevamente el sentimiento era mas que mutuo.

Así que si ninguno de los dos podía tolerar la libertad del otro bajo el pensamiento egoísta y celoso que nos gobernaba, había que hacer algo para que uno de los dos se ganara su libertad.

Así que un día, sin mas que la resolución de la decisión tomada nos reunimos en el edificio que se estaba construyendo, en uno de los apartamentos del ultimo piso, lejos de todo y de todos, solo nosotros dos... y el arma.

Esteban sacó la bala de su bolsillo y la introdujo en el tambor del revolver y le dio vuelta, el sonido giratorio del arma resonó con un extraño eco en el espacio vacío de aquel lugar y mirándome a los ojos, lo dejo sobre la mesa.

 ¿Quién comienza?

Pregunte perdiéndome de nuevo en la inmensa negrura de sus ojos.

 Yo, por supuesto.

Su voz sonaba tan tranquila, tan calmada, como si no estuviera a punto de ponerse un arma en la cien y disparar.

Tomo el arma, y no la puso en su frente, la dejo sobre su corazón y disparo.

El sonido del clic vacío me asusto tanto que casi me hizo saltar de mi silla, con tristeza en sus ojos dejo el arma en la mesa.

 Te toca.

No vacile ni un solo instante, tome el revolver, volví a girar el tambor y cuando se detuvo lo coloque sobre mi corazón y dispare.

Nada, no ocurrió nada, de nuevo, el martillo pego en una cavidad vacía, le sonreí con tranquilidad y repetimos el juego.

El tambor giro de nuevo, colocó el cañón del revolver en la cien y disparó, el sonido del disparo fue tan atronador que los vidrios de las ventanas vibraron como si un temblor los estremeciera, de su mano calló el revolver rodando por la mesa hasta mí señalándome con el cañón.

La suerte, la suerte había decidido, y frente a ella no había nada que hacer, ni siquiera llorar, tome el arma observando el brillo de sus cabellos negros mojados con el rojo de su sangre, la envolví en un pañuelo y baje las escaleras con calma, baje hasta el estacionamiento del edificio sintiendo un extraño sentimiento de alivio en el corazón mire el arma una vez mas y la arroje en el pozo subterráneo, cerré la tapa con cuidado y salí del lugar.

Cuando me había alejado un poco no pude evitar mirar por el espejo retrovisor todo lo que se quedaba atrás en mi vida y lejos de sentir pesar, lo único que pude sentir fueron unas ganas inmensas de pisar el acelerador hasta el fondo.

Y así lo hice.

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